"Cada año llegan dos o tres especies invasoras de medusas, y un ejemplo de ello es la Rhopilema nomadic, una que ya ha provocado bastantes problemas a los bañistas en el Mediterráneo oriental, en concreto en las costas de Egipto e Israel, entre otros países", explica la doctora en Biología Marina Verónica Fuentes, una de las investigadoras que está embarcada en el Med-Jelly-Risk, primer proyecto que integra a varios países de la cuenca Mediterránea (Italia, Malta, Túnez y España) y que tiene como objetivo la evaluación socioeconómica de los impactos de las proliferaciones de medusas y la adopción de medidas que los mitiguen.

Cada verano, dos millones de bañistas se ven afectados por las picaduras de medusas, lo que ocasiona un alto coste para los servicios de salud nacionales debido a los tratamientos básicos de primeros auxilios. La situación ha empeorado en los últimos años debido a la aparición de nuevas y más dañinas especies de medusas.

La bióloga recalca que hace unos años se detectaron poblaciones muy grandes de Rhopilemas en el Mediterráneo oriental y que los expertos no descartan que esta especie invasora llegue tarde o temprano a la cuenca occidental del Mediterráneo. "Procede del Mar Rojo y la temperatura de ese mar es más elevada que la del Mediterráneo, de la misma manera que en invierno no baja tanto por lo que lo tiene más difícil para instalarse por nuestros litorales", aventura la especialista, que recuerda no obstante que esta medusa produce dolorosas picaduras que llegan a causar problemas más severos de salud entre los humanos. Las molestias que ocasionan son tantas que Israel ya ha desarrollado un antídoto para combatir estas molestas picaduras.

"Tenemos un montón más de especies de medusas invasoras que se han asentado en nuestra cuenca pero que, al no tener tentáculos tan urticantes, han pasado desapercibidas por la población pero no así por el ecosistema, en el que siguen provocando efectos de consecuencias incalculables", advierte Fuentes.

Trescientas especies

"En nuestros litorales existen unas trescientas especies diferentes de medusas aunque tan solo una veintena serán conocidas por los usuarios y los pescadores. La más conocida es la Pelagia noctiluca, precisamente porque provoca dolorosas picaduras con sus largos tentáculos", explica la científica, que lamenta que el interés sobre estos organismos marinos sobre los que todavía se desconocen muchas cosas fluctúe en función de su presencia masiva o no en las costas en los periodos estivales en los que los bañistas se ven afectados por su presencia. Por eso los estudios científicos no tienen continuidad si transcurren varios años en los que su presencia en el litoral es residual y no ocasiona problemas a los bañistas, se queja Fuentes.

La bióloga marina, que trabaja en el Instituto de Ciencias del Mar de Barcelona, está inmersa en el citado proyecto Med-Jelly-Risk financiado por la Unión Europea y que busca mitigar el impacto de la llegada de estos enjambres de medusas a la costa con la instalación de redes en diez playas del Mediterráneo, entre ellas la ibicenca de Cala Jondal.

"Se trata de animales gelatinosos que son muy difíciles de contener. Además, al romperse, los pedazos pueden seguir albergando células urticantes que pican igual. Por eso estas redes que estamos probando, además de ser muy costosas, requieren de una ardua labor para mantenerlas efectivas contra estos organismos", explica Fuentes, que añade para concluir que este proyecto para probar la efectividad de estas redes ha comenzado este verano y concluirá el siguiente.