Balears necesitará los treinta años de la concesión de Son Espases para digerir, y sobre todo para pagar, la factura diferida de la célebre cena del Bernabéu, en la que Matas digitó la ubicación del nuevo hospital ante una selecta concurrencia de empresarios inmobiliarios y de políticos del PP. El banquete celebrado en el restaurante madrileño Sacha, con motivo del Real Madrid-Bayern de Champions, está fechado en abril de 2002. De la cuenta inmediata se hizo cargo el doctor y comunicador Bartolomé Beltrán.

El ministro de Aznar digitó la finca de Son Espases siendo ministro de Medio Ambiente de Aznar. A un año de las elecciones autonómicas, no tenía la menor intención de regresar a Mallorca. La orden de repetir candidatura al Govern fue un castigo del entonces líder del PP estatal. Por tanto, el president presidiario aspiraba a controlar la concesión y construcción del hospital desde Madrid, a través de personas interpuestas. En la citada cena se expresaba en plural, “ganaremos”. A su lado se encontraba Joan Flaquer, que jugó un papel protagonista en el ágape.

La delegación política del PP en la puesta de largo de Son Espases en Madrid se completaba con dos concejales de Cort. El arquitecto Rafael Vidal, cañellista de pro, era el poderoso teniente de alcalde de Urbanismo en el último equipo municipal de Joan Fageda. El ya fallecido Juan Bauzá desempeñaba la concejalía de Turismo y era un destacado seguidor azulgrana, por lo que se encontraba futbolísticamente incómodo en el ágape. También era próximo al constructor Fausto Ferrero, el cual compró una finca próxima a La Real que era propiedad de los familiares de un futuro conseller de Matas. La parcela fue urbanizada tras el oportuno trámite de recalificación de suelo rústico.

Cort jugó un papel decisivo en la ficción de Son Espases. Ni Vidal ni Bauzá continuaron en el equipo municipal de Catalina Cirer. El primero fue sustituido por Rodrigo de Santos, que ya ha confesado las órdenes recibidas de Matas para consolidar la ubicación del hospital, tras una citación de la fiscalía anticorrupción.

Matas calculaba que el ascenso a un ministerio suponía su desvinculación absoluta de la política mallorquina que detestaba, tras haber sido desalojado del Consolat en 1999. Desde Madrid requebraba a Maria Antònia Munar pensando en 2003. Le ofrendó Raixa, como regalo de pedida a un precio estratosférico.

La exhibición del poder madrileño de Matas le impulsó a invitar a Munar a pasar un fin de semana en Doñana, parque al que disfrutaba de acceso privilegiado por las competencias de su ministerio. En medio de un espectacular despliegue de seguridad policial, le indicó a la presidencia de UM:

-¿Entiendes por qué no tengo ninguna intención de regresar a Mallorca?

Sin embargo, la implicación personal del ministro de Aznar en Son Espases demuestra que no pensaba desatender los grandes negocios públicos de su comunidad de origen. Matas y Munar se encuentran hoy en la cárcel, aunque el antiguo dirigente del PP puede presumir de que se halla interno en un centro penitenciario más acogedor que su odiada rival.

Matas malinterpretó la indiferencia que suscitaba en Aznar tras la pésima gestión de la catástrofe del Prestige. El vicepresidente Rajoy humillaba al mallorquín, obligándole a abandonar la sala en que se reunían con los representantes de las comunidades implicadas en las tareas de limpieza. Una vez en Balears y tras la mayoría absoluta de 2003, el nuevo president del PP pudo dirigir en persona la gestación de Son Espases.

Pese a la fama de delegar en sus subordinados, y a su doctrina del “hágase” declarada inaceptable por los tribunales, Matas gestionaba personalmente los proyectos faraónicos que tachonaron su mandato. Son Espases multiplicaba por diez la factura del Metro, que también anunció por sorpresa al igual que la construcción de un hospital de nueva planta. En la fase final de su mandato, la Opera retráctil de Sidney en Palma preparaba el advenimiento de la nueva legislatura, de la mano de Santiago Calatrava.

Una vez resuelta la trama corrupta de Son Espases, el proyecto estrella del cuatrienio 2003-07 debía ser el gigantesco Dique del Oeste. De nuevo se franqueaba la barrera de los mil millones de euros. Joan Verger, el fallecido jefe de la Autoridad Portuaria en el penúltimo Govern del PP, recordaba que, siempre que le mencionaba el asunto al entonces president, Matas le atajaba con un cortante:

-Esto es mío, no te metas.

Matas no pensaba regresar a Mallorca en 2002 ni huir apresuradamente de ella en 2007. En el restaurante Sacha reinaba a sus anchas, escoltado por su fiel Joan Antoni Ramonell, probablemente el nombre que más llamadas a esta redacción genera en cuanto aparece publicado. En aquel tiempo viajaba continuamente a Madrid.

También asistió a la cena Mateu Sastre de Ibercon, considerado el promotor de cabecera de Matas. Con posterioridad, pagó una opción de compra significativa por la finca de La Real, finalmente vetada al cemento por el Consell de Munar como venganza contra el president balear. Un hijo de Vicente Grande representaba en el ágape al constructor mejor relacionado del boom, protagonista a continuación de la mayor suspensión de pagos de Balears. Compró una finca junto a Son Sardina, aunque sería difícil encontrar una zona de Mallorca en la que no extendiera sus tentáculos.

Siempre en vísperas del hospital, la inmobiliaria Rustic adquirió el otro Son Espases Nou. La crisis arruinó la intención de levantar allí un hotel de lujo . Está sobradamente documentado el proyecto de Bartolomé Cursach en Son Cabrer, combatido por Rodrigo de Santos dentro de la enemistad visceral entre ambos.