El escándalo de la doble concesión de Son Espases, hoy a Juan Miguel Villar Mir y mañana a Florentino Pérez, vino precedido por las no menos turbias maniobras del PP para inventarse la necesidad de un nuevo hospital de referencia, y para plantarlo en el solar también predeterminado de Son Espases. El corrupto Govern de Matas multiplicó las trampas porque había miles de millones de euros en juego.

Aina Castillo protagoniza el origen y el desenlace de esta rocambolesca historia, que acabó enfrentando a los dos tiburones blancos. Albura madridista, sin ninguna consonancia ética. El primer Pacto de Progreso gobernaba Balears en la legislatura de 1999 a 2003. Si había un asunto sanitario pacífico era la imprescindible reforma de Son Dureta, diseñada en el cuatrienio anterior por el ejecutivo de Matas.

Sin embargo, una mañana alzó su voz inopinadamente una diputada debutante del PP, llamada Aina Castillo. Ante el estupor de los presentes, incluidos los parlamentarios de su partido, anunció que Balears necesitaba un hospital de referencia de nueva planta. El negocio había comenzado. Empezaba la puja entre los grandes escualos.

No se concedió excesiva importancia a las palabras de una diputada inexperta. Sin embargo, la carrera posterior de Castillo obliga a concluir que el prestidigitador Matas ensayaba ya, desde la altura olímpica del ministerio de Medio Ambiente de Aznar, el redoble de tambor que le llevaría a balancear Son Espases entre Villar Mir y Florentino. Al mejor postor. Cuánto ha cambiado la economía, hoy se baraja una fusión por absorción entre ambos.

La ciudadanía hubiera prestado mayor atención a la tierna diputada conservadora, de haber conocido la existencia de una cena que solo se divulgaría un año después. El ágape tuvo lugar en las proximidades del Santiago Bernabéu, la noche del 10 de abril de 2002. El Madrid había derrotado por dos a cero al Bayern en semifinales de su penúltima Champions. Reinaba la euforia en el cónclave gastronómico de dirigentes del PP mallorquín, a manteles con la cúpula de los constructores insulares. Otro redoble, y se pronuncia un vaticinio incontestable: “El próximo año ganaremos las elecciones, construiremos un hospital nuevo al margen de Son Dureta y lo haremos en Son Espases”. Lo cual reducía a fantasmagoría el ulterior debate fingido entre varias opciones, que incluían el CIR 14.

¿Cuánto vale esta información inmobiliaria privilegiada? En un suspiro, las tintoreras del ladrillo compraron los solares adyacentes a la parcela digitada, a menudo con planes para instalaciones pseudosanitarias que redondearan el complejo hospitalario. Cuando Matas accede al poder, cumple sus promesas subterráneas por la cuenta que le atrae. La anodina Aina Castillo no solo obtiene un lugar de privilegio en las listas electorales de 2003, sino que es nombrada consellera de Sanidad. Casualmente, Son Espases es la opción elegida para el hospital de referencia. Y Matas, con maneras que sus cada vez más escasos defensores atribuyen a su contaminación en el ministerio, declara abierto el baile entre Villar Mir y Florentino.

Al publicarse la cena que siguió a los goles de Helguera y Guti sobre Olivier Kahn, el diputado nacionalista Pere Sampol formuló una pregunta a Matas en el Parlament sobre el banquete. La respuesta no desentonó en la oratoria del presidente presidiario. “Yo no respondo a infamias”. Sin complejos. El primer pelotazo de la arbitrariedad de Son Espases, un atentado cultural, ya estaba resuelto. Quedaba la gran final entre los dos tiburones blancos. La concesión casi vitalicia, muy por encima de la suma de las esperanzas de vida de Villar Mir y Florentino, del grueso de la sanidad balear.

Con perspectiva, la palabra infamia resuena extraña en labios de Matas. Le cuadraría mejor “yo no respondo a insignificancias”, porque ya se había centrado en resolver el duelo entre Villar Mir y Florentino. Por si alguien ha estado viviendo en Venus durante la última década, cabe recordar el poder absoluto del Überpresident. Ni mesas de contratación, ni juristas, ni ingenieros, ni economistas. Su santa voluntad. Decidía Matas, y le habría ofendido la mera insinuación de un comportamiento colegiado o delegado.

Hágase. Villar Mir gana ampliamente el concurso para la concesión de Son Espases, y se cita por escrito a los cuatro concursantes el 21 de julio de 2006 en la sede del Ib-Salut de Aina Castillo, en plena era Matas. Una vez allí, el director económico del instituto y presidente de la mesa de contratación, Juan Sanz, no pronuncia el veredicto en contra de los previsto. Se escuda en las graves acusaciones vertidas sobre el organismo para “recabar más información”.

En la confesión sin expiación de Aina Castillo, su president y casero le había ordenado que amañara el concurso a favor de Villar Mir. Al margen de corroborar el funcionamiento del gobierno autonómico más corrupto de la historia de España, deja en pésimo lugar a los integrantes de la mesa. Aceptando la versión de la entonces consellera, hubo dos concesiones amañadas, partidistas y madridistas del hospital. La segunda recayó en Florentino, al amparo de valoraciones estrafalarias de los colegios de economistas y de ingenieros de caminos. En el segundo caso, sus tres redactores no se atrevieron a firmarlo, pero lograron el giro buscado desde un principio en la puntuación.

Aina Castillo no es Juana de Arco, sacrificándose honrada en el piélago de corrupción que denuncia con notable retraso. Según demuestra la serie histórica, cumplió a pies juntillas los designios de Matas. En cuanto a los tiburones, Villar Mir había encomendado la conquista de Son Espases a José Magán, impulsor de centenares de instituciones hospitalarias y en la actualidad director de Edificación del conglomerado OHL del exministro. Indignación es un eufemismo para retratar su estado de ánimo en diciembre de 2006 en Palma, al rematar el Govern su escándalo seriado.

A la postre, Villar Mir reclamó por lo contencioso, pero no por lo penal en contra de las promesas de sus ejecutivos. Exigía la friolera de 63 millones de euros a los contribuyentes, la declaración escapista de Castillo obliga a explicarse a un empresario ya imputado por los papeles de Bárcenas. Donde también aparece Matas, faltaría más.