Quién ha sido el peor presidente del PP en la historia de este partido en Balears? José Ramón Bauzá. Sin ninguna duda. En condiciones normales, los populares serían un partido desahuciado y a diez meses de perder el poder por los errores de su líder. Solo la debilidad de su principal adversario mantiene una llama de esperanza entre los populares para que Bauzá siga en el Consolat de la Mar en julio de 2015 y algunos alcaldes conserven sus varas. Ha acumulado méritos para que le echen, no ya sus adversarios, sino sus correligionarios.

Los buenos generales entierran a sus muertos y curan a sus heridos. Esta divisa siempre guió las actuaciones de Cañellas en el PP. Incluso en el momento de su adiós forzado por Aznar para que no fuera "una piedra" en su camino hacia la Moncloa. Por contra, Bauzá deja víctimas en sus filas sin misa de difuntos y sin una triste venda con la que frenar la sangría.

Un repaso a sus cuatro años al frente del PP lo demuestra. Forzó la salida de Jaume Font y de Antoni Pastor del partido. Primero, cuando les necesitaba para ganar el congreso a Carlos Delgado, les prometió el oro y el moro. Una vez conseguido su objetivo les apartó sin darles una explicación. El resultado es El Pi que, muchos o pocos, rebañará votos del centroderecha. Según explicaba un veterano dirigente, "con un presidente que mostrara un poco de mano izquierda, Font y Pastor jamás hubieran creado otro partido". Pero la sutileza no se encuentra entre las virtudes del farmacéutico ni para compaginar sus negocios con la presidencia del Govern ni para dirigir el PP.

Más de un damnificado cuenta como Bauzá evitó dar la cara en el momento de comunicar que se prescindía de sus servicios. El encargado de anunciar la mala nueva era Javier Fons, el émulo de Rasputín que, aun sin contar con el favor de la zarina Alejandra, controla quién accede o no al zar del Consolat de la Mar. Un inciso: cuando Nicolás II dejó de escuchar a los suyos llegó a su fin la dinastía de los Romanov, que había reinado en Rusia durante tres siglos.

La salida de Antoni Pastor tuvo una segunda consecuencia adversa para el PP: en Manacor, tercer municipio de Mallorca, no se sabe quién es ni quién será la cara del PP. No por estrategia, sino por pura desidia. Pastor no es el único edil popular agraviado. Esta misma semana, Bauzá ha aprovechado un viaje a Madrid para enviar una andanada a Manu Onieva, alcalde del segundo municipio más poblado de la isla. "Punta Ballena son 500 metros de vergüenza". ¿De verdad no había una forma más delicada de referirse a un lugar de Mallorca que administra el PP en todas las competencias, desde las del Gobierno central a las de un concejal delegado, pasando por el Govern y el Consell? El miércoles Onieva le replicó. Por cierto, el mandatario de Calvià deshoja la margarita y aún no sabe si será candidato en 2015. Mateo Isern se encuentra en una situación similar en Palma.

Como Onieva o Isern, la mayoría de los alcaldes no se sienten respaldados por el partido ni por Bauzá. Cuando dentro de diez meses deban revalidar los cargos en las urnas lucharán por triunfar, pero muchos no sienten la necesidad de implicarse con idéntica energía en la conquista de votos para la lista autonómica.

Lo ocurrido en Eivissa durante el último año es la prueba evidente del caos en el que Bauzá ha sumido al partido. Después de dejar que la situación se deteriorara durante meses, el martes entró en la sede popular de Eivissa como un elefante en una cacharrería. Hoy resulta complicado saber en qué situación han quedado el PP y, lo que es peor, el Ayuntamiento. Lo más sorprendente es que, ante el estupor de los ibicencos por el lío montado por los populares, Bauzá se siente un nuevo almirante Méndez Núñez (el de "más vale honra sin barcos que barcos sin honra") e intenta convencer a propios y extraños de que su incompetencia al frente del partido es una prueba de honestidad.

"Hi ha massa gent amb nafres molt profundes als genolls" o "no se pot deixar tanta gent a les ´cunetes´". Son dos frases de dirigentes del PP pronunciadas esta misma semana. Pero Bauzá sigue sordo.