"No podemos decir que el mes de junio haya sido malo, pero sí decepcionante". Esta frase se repite hasta la saciedad cuando se consulta a los empresarios vinculados a la denominada oferta complementaria, desde los que se afirma que el incremento de los ingresos que se ha dado durante este mes, comparado con 2013, ha sido extremadamente débil y en algunos casos prácticamente inexistente. El motivo apuntado por el comercio, la restauración y las discotecas es sistemáticamente el mismo: el visitante que llega este verano se vuelve a caracterizar por su bajo poder adquisitivo. En palabras de un significado representante del sector comercial de la isla, "mientras no cambiemos el perfil del turista que nos visita, no va a haber una recuperación del consumo".

Porque si algo tienen claro este tipo de negocios es que su reactivación no va a pasar por el bolsillo de los isleños, al menos mientras siga creciendo el colectivo de asalariados mileuristas o que perciben incluso menos de esa cantidad. Tal y com0 señala el presidente de la patronal de comercio Pimeco, Bernat Coll, "tenemos a licenciados universitarios que están cobrando 800 y 900 euros mensuales. Una vez descontado el gasto de la hipoteca, de la electricidad y de la alimentación, no queda margen para gastar más", lamenta. Y con un matiz por parte de su homólogo en Afedeco, Pau Bellinfante: hasta las pequeñas tiendas de alimento están viendo como sus ingresos bajan.

Con este panorama, todas las esperanzas de los sectores más vinculados al consumo están puestas en los turistas. Y nadie duda que vienen más que el ejercicio pasado y que las entradas en los hoteles durante el mes de junio han sido más intensas que hace un año. El problema radica en el tipo de visitante.

El presidente de la asociación de comerciantes de Jaume II, Pedro Mesquida, defiende que el único turista malo es el que no viene a la isla, pero no oculta también que "el todo incluido nos está matando". Así, reconoce que el 90% de las ventas registradas en junio en sus establecimientos del centro de Palma han sido protagonizadas por turistas. Pero hay un matiz: la mayoría de estos clientes son los que él denomina como "mochileros", y ese término no pretende ser despectivo, asegura, sino descriptivo. Son personas que acuden con la pulsera del todo incluido y con pequeñas mochilas a la espalda en las que llevan su botella de agua y su bocadillo conseguido en el hotel para ahorrar, y que apenas se llevan de la tienda algo más que una camiseta.

Pero esta situación no se da solo en el comercio tradicional, sino que alcanza igualmente a las grandes cadenas, desde las que no se oculta que en junio se ha detectado un descenso en la clientela extranjera de mayor poder adquisitivo, como la rusa o la nórdica, en favor de otro tipo de visitantes con una escasa capacidad de gasto.

El presidente de la Confederación Balear de Comercio, Bartolomé Servera, expone el mismo diagnóstico y además se atreve a poner porcentajes sobre la mesa: los ingresos que el comercio balear ha sumado en junio apenas superarán en un 1% o en un 2% los conseguidos en este mismo periodo de 2013. Muy poco para compensar el batacazo de mayo.

Antecedentes

En este punto es conveniente retroceder un poco en el tiempo para comprender la frustración que ha supuesto junio. Este año la Semana Santa se celebró en abril y además el buen tiempo fue el predominante, lo que hizo que los ingresos durante esos días se elevaran mucho más de lo previsto, según se destaca tanto desde el comercio como desde el sector de bares y restaurantes, tal y como afirma el presidente de Restauración-Pimem, Alfonso Robledo.

Un abril tan bueno hizo que cundiera el optimismo, impulsado por las declaraciones de la clase gobernante respecto a que las islas habían iniciado ya la senda de la reactivación económica. De este modo, se pensó que 2014 se iba a caracterizar por una entrada espectacular en la temporada turística y que mayo iba a ser otro mes de bandera. Pero la realidad fue muy distinta. Según coinciden en señalar todos estos representantes empresariales, lo que sucedió es que la demanda se hundió. "Mayo fue un mes horroroso", lamenta Alfonso Robledo. Y todos los demás le dan la razón.

Así que las esperanzas se trasladaron a junio. Y ciertamente las ventas durante este mes han mejorado, pero con enorme debilidad respecto al año anterior. Según el presidente de la asociación de salas de fiesta y discotecas de las islas, Jesús Sánchez, esos repuntes han estado además muy vinculados a acontecimientos concretos, como puede ser la celebración de algunos partidos de fútbol. Y poco más.

Sánchez se suma a la teoría de que "junio no ha sido malo, pero se esperaba mucho mejor". La explicación es sistemáticamente la misma: el visitante que esta llegando este año vuelve a mostrar un escasísimo poder adquisitivo, y la situación se agrava por el enorme peso que la oferta del todo incluido sigue teniendo en la planta hotelera. Si a eso se le suma el hecho antes mencionado de que el gasto del español sigue en niveles mínimos, el resultado es la decepción.

Además, la restauración parece haberse levantado durante ese mes con el pie izquierdo, según lamenta Robledo. En primer lugar, el presidente esta sectorial de Pimem destaca que la meteorología no está siendo para los restaurantes y bares la más idónea por una razón bien simple: de noche sigue refrescando, lo que hace menos apetecible para los visitantes el estar en las terrazas consumiendo. Una anécdota en sentido opuesto: los días nublados o incluso de lluvia que se han dado en junio han servido para que los comercios del centro de Palma hicieran unas cajas más que considerables, aunque haya sido un hecho puntual.

Pero a ello hay que sumar el factor ´fútbol´: muchos bares habían realizado apreciables inversiones para adquirir mayores pantallas de televisión desde las que ofrecer los partidos del Mundial y así atraer a la clientela y aumentar las cajas. Pero la selección española ha caído eliminada a las primeras de cambio, y la inglesa no ha corrido mejor suerte. Y la italiana. Así que esas cajas previstas se han quedado por el camino. Al menos queda en pie Alemania para los establecimientos con predominio de esa nacionalidad, como la Platja de Palma, se ironiza.

Otro dato que demuestra que nunca llueve a gusto de todos: lo que ha sido malo para la restauración, ha sido bueno para los hoteleros. Porque la caída de Inglaterra ha servido para que se produzca un repunte en las ventas on line a británicos que pensaban quedarse en su casa viendo los partidos de su selección y que ahora optan por viajar unos días a Balears a la vista de que para ellos el Mundial ha perdido interés, según reconoce el presidente de la Federación Hotelera de Mallorca, Aurelio Vázquez.

El peso de septiembre y octubre

Pero al margen de este desigual reparto, comerciantes, restauradores y empresarios de salas de fiestas y discotecas señalan que sus esperanzas se ponen ahora en julio y agosto. De nuevo con matices. Todos coinciden en que en esos dos meses de punta en la actividad turística los llenos van a ser importantes. Pero tal y como apuntan Jesus Sánchez o Alfonso Robledo, de dos meses buenos no vive nadie. Así que sería mejor decir que los ojos están puestos en el comportamiento del turismo durante septiembre y octubre, porque esos dos meses sí pueden marcar la diferencia a la hora de hacer el balance general del año, dado que el lleno de la parte central del verano se da como históricamente garantizado.

De nuevo el miedo radica en el tipo de visitante que llegará a las islas durante ese tramo final de la temporada, sin olvidar que también se está pendiente de confirmar que las cifras serán buenas. Porque en este aspecto, desde el comercio se recuerda la caída que se da en la actividad durante noviembre y los primeros días de diciembre, hasta que se activa la campaña navideña. Y si las reservas que se han conseguido durante la etapa estival no han sido suficientes, durante las semanas antes señaladas las empresas pueden pasar muchos apuros.

En cualquier caso, Bernat Coll hace una advertencia: el turista residencial, es decir, el que alquila un apartamento, gasta mucho más que el que se aloja en hoteles. Por ello, advierte del peligro que supone pretender limitar su llegada a las islas.