Castro se ha quedado con las ganas de imputar a la infanta Cristina por el grueso del caso Nóos. En su auto de ayer el magistrado se duele porque la Audiencia le cortara las alas el año pasado y limitara las sospechas contra la duquesa de Palma a su complicidad en delitos fiscales y a un posible blanqueo de capitales.

El juez recuerda que la hija de don Juan Carlos fue colocada como vocal del Instituto Nóos, junto a su exculpado secretario en la Casa Real, Carlos García Revenga y su marido, para hacer de gancho.

El folleto de Nóos lo decía bien claro: "Aquí están tres personas vinculadas a la Casa Real, pasen por caja".

Si las tesis del instructor hubiesen triunfado, en vez de hablar de tres delitos contra doña Cristina estaríamos en acusaciones próximas a los 25 delitos.

Pero tres ya son un drama para la fiscalía anticorrupción y las defensas de doña Cristina, que ayer se apresuraron a anunciar sus recursos ante la Audiencia.

Castro se sincera en su auto, que al final no ha salido tan corto como se esperaba. "No puedo exculpar a la Infanta porque ésta no me ha dado una explicación coherente de lo que hizo o no hizo en Aizoon", explica el magistrado.

Persisten los indicios y debe ser un tribunal el que los analice, apostilla el instructor. Esta secuencia es el pan nuestro de cada día en la justicia penal, pero el caso Nóos, repito, es extraordinario y el auto de fin de las pesquisas será mirado con lupa en la Audiencia de Palma.

El juez da por acabada su penosa labor y recuerda que si esta película ha durado tanto no ha sido por su culpa, sino por los protagonistas que han exprimido las normas procesales hasta extremos desconocidos en los anales judiciales.

La acción pasará ahora a la Audiencia, si es que alguna parte se le ocurre recurrir en reforma ante Castro. Llega el tiempo de los escritos finales que darán pie al espectáculo del juicio oral.