"Detectamos que en el municipio de Pollença se daba una mutación genética que estaba provocando muchas muertes súbitas entre personas jóvenes, por lo que decidimos investigar las causas", explica el especialista Tomás Ripoll, jefe del servicio de cardiología del hospital de Son Llàtzer y ganador del premio Damià Carbó 2013 de Investigación Científica que cada año otorga el Colegio de Médicos de Balears (COMIB) y al que pueden optar todo tipo de trabajos originales e inéditos.

Todo el estudio se inició cuando se detectó que en los últimos veinte años se han producido alrededor de catorce muertes súbitas cardiacas en el municipio de Pollença, porcentaje mucho más elevado de lo habitual.

"Todos los casos de muertes súbitas se habían dado en ocho familias de Pollença que, aparentemente, no estaban emparentadas, todas ellas tenían apellidos diferentes", revela el doctor Ripoll, que también lidera la unidad de cardiopatías genéticas montada en Son Llàtzer desde el año 2007, la única existente en la comunidad autónoma.

El trabajo del investigador fue arduo y contó con el apoyo de Juan Manuel Torres, un historiador aficionado y jubilado de Pollença que, entre otras tareas, se ocupa del censo en el consistorio pollencí y de velar por el patrimonio de la Iglesia. Con él rebuscó en los archivos eclesiales y en el censo -"nos remontamos a unos tiempos en los que no existía el registro civil", aclara el doctor Ripoll- hasta confeccionar un frondoso árbol genealógico de estas familias que se remontaba hasta más allá del año 1700 y con el que pudieron constatar que sí, que todas las familias con algún miembro que había sufrido una arritmia letal estaban emparentadas.

La patología en sí está provocada por una mutación genética que provoca que el corazón se forme de una manera mucho más gruesa de lo normal, lo que en términos médicos es conocido como miocardiopatía hipertrófica, aclara en términos más asequibles el especialista. "Y esta hipertrofia produce arritmias (latidos desacompasados del corazón) malignas de manera inesperada, que unas veces se dan durante la práctica deportiva y otras no. Y también constatamos que en todos los casos de Pollença confluía la misma mutación genética", abunda el cardiólogo.

La edad media de los fallecidos por esta arritmia maligna con denominación de origen es de 22 años, aunque en Pollença se han producido muertes súbitas en pacientes desde los trece a los cuarenta y tantos años. "Y muchos de los pacientes que han padecido estas arritmias no tuvieron ningún síntoma anteriormente", apunta Tomás Ripoll .

"Es una patología que no tiene cura, pero que sí se puede prevenir. ¿Cómo? Implantando un desfibrilador interno subcutáneo que detecte las arritmias y, mediante una descarga eléctrica, devuelva al corazón a sus latidos normales. Por eso estoy perfilando, junto a la dirección general de Salud Pública, un programa de detección precoz que permitiría diagnosticar prematuramente a los pacientes con un elevado riesgo e implantarles este desfibrilador", adelanta el jefe de cardiología del hospital de Son Llàtzer.

"No se trata de poner estos desfibriladores a medio Pollença, sino tan sólo a pacientes con unas indicaciones muy concretas. Estos aparatos cuestan cerca de 15.000 euros, pero no resulta muy ético hablar de dinero cuando está en juego una vida", sostiene Ripoll que, a falta de perfilar actuaciones preventivas con Salud Pública, sugiere rutinarias revisiones en las escuelas para la población susceptible de estar desarrollando esta malformación coronaria. Al fin y al cabo se trata de una mutación que solo se da entre gente autóctona del término municipal de Pollença. Es genética, lo que descarta factores alimenticios o ambientales, hecho que permitirá acotar mucho los sectores poblacionales con los que hay que mantenerse más vigilantes, concluye el cardiólogo.