No habrá imagen pública de la histórica declaración que protagonizará hoy la infanta Cristina, pero tampoco es complicado describir la escena. La hija del Rey ocupará la parte central de una modesta sala de vistas, que estará presidida, en forma de retrato, por la imagen de su padre. El monarca está siempre presente, no solo en este espacio, sino en todas las salas judiciales, entre otras razones, porque los jueces administran justicia en nombre del Rey. Esta sala, situada en la segunda planta, no es un espacio extraño para los duques de Palma. Iñaki Urdangarin la conoce perfectamente. Hace ahora casi dos años estuvo declarando durante todo un fin de semana. En dos días permaneció más de 20 horas contestando a las preguntas de Castro. Llenó la mesa de botellines de agua, mientras contestaba al juez y le intentaba convencer de que era inocente, aunque casi nadie le creyó. La Infanta no va a estar tanto tiempo. Se sentará en la misma silla que estuvo su marido, junto a una modesta mesa con una pantalla de ordenador. Al fondo, la imagen de su padre. Frente a ella el juez Castro, que ha sido quien ha decidido, en contra de la opinión del fiscal y de la abogacía del Estado, que debe ser imputada por delito fiscal y blanqueo de dinero. Es la primera vez que Castro afronta una declaración en la instrucción del caso Nóos con tanta oposición. Esta situación no asusta al juez, que en los últimos días ha estado preparando la batería de preguntas que le planteará a la duquesa para que explique, no solo sus maniobras tributarias en Aizoon, sino su trayectoria relacionada con el instituto Nóos.

La Sala F del edificio de los juzgados de Palma es una de las más amplias. En el estrado el espacio es limitado, pero al fondo se han colocado más bancos de lo habitual porque se espera la presencia de unos 40 abogados. El juez no ha limitado la presencia de letrados, aunque todos ellos han de estar personados en la causa. Muy pocos le harán preguntas a la Infanta, aunque podrían hacerlo, porque el supuesto delito fiscal en nada afecta a los intereses de sus clientes. Cerca de la Infanta, en concreto a su izquierda, se colocará la defensa. Un equipo de cuatro letrados, encabezados por Roca y Silva, lleva días preparando esta declaración. Los consejos que le han dado son claros: respuestas cortas, claras y contundentes. La Infanta no solo debe defender su inocencia, tiene que convencer al juez de que no ha cometido ningún delito. La defensa apenas intervendrá en el interrogatorio, salvo que sea necesario aclarar alguna respuesta. El fiscal Anticorrupción, Pedro Horrach, hará preguntas, pero no serán muchas. A las dos acusaciones populares doña Cristina ni siquiera les va a contestar. El Rey, mientras tanto, se convertirá en el testigo mudo de esta cita histórica.