Se esperaban miles de manifestantes contra la Infanta Cristina, pero los "grupos hostiles" que temían los cuerpos policiales brillaron por su ausencia. A las ocho de la mañana las calles que rodean los juzgados de Vía Alemania ya estaban tomadas por el inmenso operativo policial dispuesto para proteger a la hija del Rey. Los cientos de periodistas pululaban de un lado a otro enseñando sus credenciales y DNI para poder penetrar la "zona del filtro". Sin embargo, solo unas pocas personas comenzaban a apostarse detrás de las vallas que cortaban el acceso a las calles lindantes.

Ciudadanos en contra de las prospecciones petrolíferas en Baleares fueron los primeros en desplegar su gran pancarta pidiendo la dimisión del ministro Soria. Los activistas recién llegados de Ibiza quisieron aprovechar la declaración de la Infanta ante el juez Castro para pedir que se frenen los sondeos sísmicos y, de paso, recoger firmas para presentar alegaciones contra este proyecto "que amenaza nuestras islas".

Antes de las diez de la mañana, hora a la que entró doña Cristina por la famosa rampa, las banderas republicanas teñían las avenidas.

Las camisetas verdes de la lucha docente también relucían entre el primer centenar de personas.

Media hora después apareció en escena un gran grupo de trabajadores afectados por el ERE de Coca Cola y el cierre de la planta embotelladora en Palma.

En un día en el que medios de todo el mundo han estado pendientes de la declaración histórica, se unieron así antimonárquicos y colectivos afectados por conflictos que no encuentran salida en Baleares, todos indignados por la corrupción que nos rodea.

Pancartas, disfraces, pitos, bocinas, chorizos... la creatividad de muchos hizo gala en la pacífica protesta que se montó frente a las dependencias judiciales.

"Ciudadanos, nos están robando, despertad", se paseaba María Elena entre los manifestantes con su pancarta. La mujer, viuda y con dos hijos, cree que "ahora es el momento de movernos, salir de nuestras casas y exigir Justicia". Cree que "estamos anestesiados, que nos duele y por eso no nos quejamos". Por eso insiste: "Hay que salir, los cambios vienen cuando lo hacemos. Tenemos que ayudarnos entre los que estamos mal y cada día hay gente que lo pasa peor". La mujer dice que es necesario "ayudarnos entre todos, no echar las culpas porque en realidad es nuestra culpa no haber vigilado y dejar que hicieran lo que hicieron".

Manifestantes contra la "represión" en la Educación, también alzaron su voz. "Estamos aquí porque tenemos un Estado y unos gobernantes que nos roban mientras recortan en la educación y en la sanidad", decía una maestra que también afirmaba: "No apuestan por lo que es importante y que son los niños; ellos serán los gobernantes del futuro".

"Estoy aquí porque estoy en contra de la monarquía. Nadie les ha votado, es una herencia del franquismo, creo que es un argumento de suficiente peso", señalaba un joven con la camiseta verde de la plataforma Crida: "El padre de esta mujer es el heredero de Franco y los ciudadanos no tenemos sus derechos y privilegios de esta gente que representa la casta política y de la nobleza".

Entre los cientos de manifestantes, un padre con su pequeña en los brazos se unía a la concentración. "Hemos venido aquí porque, desde mi punto de vista, parece mentira que tengamos una monarquía que viene de donde viene, ahí está la historia para demostrarlo... esta es la gota que colmó el vaso", se indignaba. "La corrupción tiene que parar, ya está bien, es suficiente", añadía.

Y mientras la gente coreaba "queremos un pisito como el del principito" o "Marivent, casal popular", entre otros muchos lemas, activistas contra las prospecciones recogían firmas: "Estamos convencidos de que si nos unimos, este proyecto se puede parar, lo que tenemos que hacer es la máxima presión posible para proteger nuestra naturaleza".

Con el cuello envuelto en una bufanda del color de la República, Rafaela avisaba: "El que esté a favor de la monarquía que la pague. Yo como estoy en contra no quiero que mi dinero sea para la familia real, quiero que vaya para evitar los desahucios y la gente que lo está pasando mal".

El fervor de la mayoría duró hasta pasada la una de la tarde. Medio centenar resistió hasta el final de la tarde en una jornada donde la manifestación de los indignados no fue peligrosa para nadie. Ni siquiera un personaje muy extraño con vestido rojo y una máscara de gorila verde logró asustar a los incontables policías que fueron los verdaderos dueños de la calle.