"En Rusia una compra hostil tiene otro significado", titulaba la prensa internacional en agosto de 2000. Y tan hostil, pues Alexander Romanov, que acababa de ser nombrado director general de Kristall, la mayor productora de vodka de Rusia, se había presentado en la factoría de las afueras de Moscú respaldado por veinte hombres armados con metralletas y vestidos con ropas militares de camuflaje. Cuando llegó el director anterior, Vladimir Svirskly, no le permitieron pasar. Pocos días después acudió con su propio ejército privado. Los dos grupos permanecieron enfrentados, uno atrincherado en la fábrica y el otros en las oficinas, mientras los tribunales moscovitas dirimían el caso. El enfrentamiento se recrudeció dos años después, cuando Romanov volvió a intentar tomar al asalto la factoría y tuvo que salir a toda prisa tras recibir una amenaza de bomba.

Kristall no era una destilería cualquiera. Se trataba de la principal productora de vodka de Rusia, con un volumen anual de más de cinco millones de litros de licor y dueña de algunas de las marcas más prestigiosas del país. Según publicaron en su día medios como Abc News o The Moscow Times, el 51 por ciento de sus acciones pertenecían al gobierno ruso.

El conflicto había comenzado varios meses antes, en mayo de 2000, cuando el consejo de dirección eligió a Romanov como director general. Algunos miembros presentaron alegaciones ante los tribunales, que en julio dictaminaron que la designación no era válida y que Svirskly debía seguir como director. En agosto, aprovechando que Svirskly estaba ausente, Romanov tomó la fábrica apoyado por un pequeño ejército privado. Entonces manifestó que se estaba limitando a defender los intereses del Estado, máximo accionista de la empresa. Cuando Svirskly acudió con su propio grupo de guardias, se produjeron escenas de enorme tensión. Un grupo se hizo fuerte en la fábrica y el otro ocupó las oficinas. Para añadir más tensión, agentes de la Policía fiscal rusa allanaron también la fábrica con la intención de hacer un registro por el supuesto fraude. Los enfrentamientos, armados y en los tribunales, de la guerra del vodka se prolongaron durante varios años.