Las prolongadas obras de reforma del hotel Mar i Pins y su apertura pospuesta en los últimos tres años habían despertado las suspicacias de algunos vecinos de Peguera. "Nadie hace reformas para tener el hotel cerrado. Lo que interesa siempre al dueño es abrir cuanto antes para amortizar pronto la inversión hecha", aseguraba ayer convencida una vecina de este nucleo turístico del municipio de Calvià.

Las sospechas de esta vecina se habían visto refrendadas con el espectacular despliegue de la Guardia Civil del pasado miércoles. El propietario del Mar i Pins y de la imponente mansión colindante, Alexander Romanov, y su esposa, Natalia Vinogradova, habían sido detenidos por su presunta relación con la Taganskaya, una mafia moscovita. El complejo hotelero y su deslumbrante casa formarían parte de este entramado para blanquear el dinero procedente de sus supuestas actividades criminales.

Materiales nobles

"Habían contratado gente y se han gastado mucho dinero en la reforma. No era normal que siguiera cerrado", prosiguió esta vecina de Peguera mientras fijaba los ojos en el precinto colocado en la puerta p0r la Guardia Civil.

Romanov no había tenido el menor reparo en correr con todos los gastos para demoler una parte del Mar i Pins y adecuar el establecimiento a la Ley de Costas. Tras la adquisición del hotel en 2010, el capo ruso hizo un derroche en la compra de todo tipo de materiales nobles para utilizarlos como elementos ornamentales.

Pese a los recortes en la construcción, tanto el establecimiento hotelero como la mansión donde residía Romanov contaban con una escalinata que les proporcionaba acceso directo a la playa.

Un vetusto hotel con una situación privilegiada en la costa mallorquina y una imperiosa necesidad de acometer reformas constituía un suculento reclamo para blanquear dinero de la Taganskaya.

"Lo han dejado muy bonito. La verdad es que lo han hecho con mucho gusto", recalcaban los dueños de una tienda de souvenirs situada en las proximidades del complejo de Peguera.

Si la suntuosa reforma del Mar i Pins y de la mansión aneja, habían causado auténtica sensación entre el vecindario de Peguera, el matrimonio compuesto por Alexander Romanov y Natalia Vinogradova no se caracterizaba precisamente por su don de gentes.

Su carácter reservado y hermético les había llevado a convertirse en unos perfectos desconocidos entre muchos de sus vecinos. "No sé quiénes son. Si me los encuentro por la calle no los conozco", apuntó ayer la propietaria de un comercio de las inmediaciones del complejo.

Un día después de la fase de explotación de la operación Dirieba, tras veinte meses de pesquisas, nada hacía vislumbrar ayer en Peguera que el miércoles se hubiera descabezado al presunto líder de una peligrosa mafia moscovita. Solo los carteles en los que se advertía de que había sido precintado por la Guardia Civil y la cinta atestiguaban que hubiera sido el escenario de un espectacular despliegue de agentes del Instituto Armado, con el rostro cubierto con pasamontañas, repartidos en decenas de coches .

La suntuosa residencia de los Romanov también se mostraba ayer en total quietud. Solo algunas personas, que paseaban ayer su perro por la zona, se acercaron curiosas a leer los carteles colocados allí por los investigadores.