La isla que importa basura de toda Europa para generar electricidad en su central exporta tanto su madera sana como su bosque quemado a una isla italiana para que genere energía limpia. Suena absurdo. Incluso estúpido. Pero así es. Y hay razones técnicas y políticas para ello. Lo explican quienes saben de esto: los ingenieros especializados en darle forma al monte, sus colegas formados en aprovechar y cuidar la masa forestal, y los técnicos que han hecho de la eficiencia energética un modo de vida, a quienes se unen en el debate los pocos empresarios que se atreven a generar energía en una isla atrasada como ninguna en materia de renovables. Se trata de la misma Mallorca que, pese a su dependencia energética, se dedica a vender y exportar a precio de saldo la biomasa de unos bosques que arden estos días como gasolina porque no es rentable cuidarlos para aprovecharlos.

El debate suena complejo. Y lo es. Empieza con un inmenso consenso que da paso a una descarnada guerra de intereses. El consenso: Mallorca no puede seguir así. No es admisible que con insistencia machacona y regularidad pasmosa se queme cada década la misma zona de Artà. Como no es aceptable que se repita una vez cada diez años un incendio de 2.300 hectáreas como el de Andratx, provocado por la imprudencia de quien tiró brasas de barbacoa en el bosque, sí, pero también por la política negligente que la isla arrastra durante décadas en las que no se ha adecentado una masa forestal que hoy crece salvaje. Tanto que el monte arbolado balear ha pasado en 60 años de expansión descontrolada de ocupar 140.000 hectáreas a pintar de verde y rama 220.000. Un pulmón más grande, sí, solo que inflado hasta el límite de estallido letal.

A ese diagnóstico de consenso que insta a reaccionar ya, sigue una solución también de saludable y unánime acuerdo: la seguridad presente y futura del monte pasa por rentabilizar el bosque. Que suena bonito, pero no es tan sencillo convertir la poesía en prosa. Por eso Mallorca lleva cuarenta años sin hacerlo, denuncia el decano de los ingenieros de Montes, Oriol Domenech, al que respaldan tanto el líder de los ingenieros forestales, Francisco Grimalt, como el jefe del servicio de Gestión Forestal del Govern, Luis Berbiela.

El bosque, lamentan los ingenieros, ha quedado abandonado a su suerte por una sociedad que ya no se calienta con carbón y leña, ni encuentra aliciente económico en los pequeños cultivos que permiten la Tramuntana y los pocos parajes que han resistido a la piqueta inmobiliaria y hotelera. La misma sociedad mallorquina, recuerdan, que da la espalda al bosque del que se declara enamorada pero reacciona airada cuando se plantean talas sistemáticas y selectivas, imprescindibles para evitar que el verde sea un pasto interminable de llamas. Como ocurrió en Andratx. "Si no somos capaces de rentabilizar el bosque lo ocurrido se repetirá. La gestión forestal se planifica a largo plazo, no a cuatro años vista", avisa Grimalt. Y más contundente es Berbiela, que advierte de que la situación ha llegado a un extremo tal que la isla puede estar segura de que "habrá incendios más extensos, intensos y peligrosos".

El lobby eléctrico

Así que hay prisa. Al grano: ¿Cómo rentabilizamos el bosque? Sigue el consenso, que quienes saben tienden a ponerse de acuerdo en lo esencial: el dinero para cuidar el monte saldrá de explotar la biomasa, es decir, los restos vegetales que el propio bosque va dejando en su ciclo de vida y muerte, y la madera, árboles, ramas y arbustos que hay que talar y arrancar de las lomas si se quiere disfrutar de un paisaje menos vulnerable a incendios brutales como el de Andratx.

¿Y cómo se aprovecha el bosque? Y sobre todo: ¿Por qué no se ha hecho antes de que Mallorca sufriera el peor incendio de su historia conocida? Aquí empiezan las tortas. Chocan intereses económicos, vecinales y políticos, pervertidos, entreverados y retorcidos en una reforma energética reciente, cincelada al servicio de unos y en perjuicio de otros. Unos: las grandes eléctricas. Otros: todos los demás, que lamentan que la revolución energética impulsada en España por el Gobierno Rajoy haya acabado de apuntillar las energías renovables en favor de las otras, las de siempre, las de los gigantes de la luz nacional, privatizada hace ya casi dos décadas e inmersa en una galopada que ha elevado un 65% el precio de la electricidad en cinco años. "Estamos muy disgustados", confirma Alfredo Arias, decano de los ingenieros industriales baleares, un colectivo apasionado por esas renovables que ahora zancadillean el Gobierno y su ministro de Industria.

¿Qué ha ocurrido que moleste tanto a los ingenieros que más pelean por la energía limpia? Pues que la reforma Rajoy cercena las primas que estimulaban la apuesta por las renovables, haciendo que de repente dejen de ser rentables plantas de biomasa como las que serían precisas para obtener electricidad limpia con las ramas sobrantes y los tocones quemados. "Tuvimos reuniones con Ochogavía (director de Energía del Govern), con el objetivo de hablar de renovables y de plantas de biomasa. Ochogavía está trabajando mucho y ese sensible a la situación, pero esto viene del Gobierno en Madrid, que está hundiendo las renovables. Nosotros creemos en ellas, y vemos que, después de decir durante años que aquí no hay biomasa suficiente para una planta, resulta que hemos exportado ya 2.000 toneladas [salieron de Alcúdia a Cerdeña esta semana] y que antes de final de año saldrán otras 2.000 más", lamenta Arias, que se queda corto: contando lo que ha vendido Menorca [otro barco de más de 1.500 toneladas] y lo que ya se había sacado de Mallorca, Balears exporta 7.000 toneladas de biomasa al año.

Mientras tanto, importa basura para quemarla en las instalaciones de Tirme. ¿No sería posible adaptar la planta de Tirme para usar biomasa, en vez de dedicarse a fundir los residuos más tóxicos y contaminantes de media Europa? "Es adaptable al 100%", dice Berbiela, ingeniero del Govern, al que respaldan Arias y los portavoces de Tirme, que matizan: es posible, pero no rentable. "Sin prima [pública para renovables], no. ¿Por qué se está exportando a Italia? Porque allí siguen primando la biomasa, y aquí acabamos de decidir dejar de hacerlo. Y de todas formas, cuando había primas tampoco se creó ninguna planta de biomasa aquí".

¿Es rentable la biomasa?

Así que en Tirme estarían dispuestos a adaptarse para aprovechar el monte, pero no le ven rentabilidad presente a la operación, a la que encuentran además un inmenso pero: recoger biomasa de los bosques (es decir, talar y cuidar el monte) y después trasladarla a las plantas para ser tratada "supone un coste enorme". Mayor que el valor de la energía generada.

Aunque hay alternativas, dicen tanto en Tirme como fuera de ella. La primera, que el bosque y su biomasa sobrante lleguen a coste cero a las plantas de procesamiento, ventaja que de hecho ya disfruta Tirme, pero de forma poco eficiente: recibe material gratuito de algunos ayuntamientos, y lo mezcla con residuos más contaminantes para acelerar la combustión. Por eso, el coste cero podría interesar a Tirme, pero sigue sin darle rentabilidad a los propietarios del monte, que nuevamente carecerían de recursos para desbrozar el bosque y prepararlo para las llamas. Salvo que ese "coste cero" en el proceso de traslado de la biomasa incluyese algún tipo de prima para los vecinos, que, por cierto, ya costean de su bolsillo el mantenimiento de un bosque al que no pueden sacar partido de casi ningún modo.

¿Quién paga por el monte?

El conflicto está pues servido. Y sobran frentes. ¿Quién paga para que las centrales de biomasa sean rentables? Nadie quiere. ¿Pierden dinero los propietarios? Es lo que pasa hoy, y ya vieron el fuego que siguió al abandono. ¿Lo pierden entonces instalaciones como Tirme? Pues no se conoce empresa que haya nacido para perder dinero. ¿Llega pues el dinero de las arcas públicas? El Gobierno acaba de cargarse las primas de las renovables, para alegría de esas gigantescas eléctricas que a tantos exministros y expresidentes españoles de PP y PSOE emplean. ¿Podría poner esa subvención o prima el Govern? Quizá, pero eso supondría crear tasas e impuestos ambientales como los que los empresarios y la oposición política acaban de dinamitarle al president Bauzá. ¿Estarían por ejemplo los hoteleros a contribuir con impuestos al mantenimiento y protección de ese reclamo turístico inigualable que es el patrimonio natural de la Tramuntana o de parques como el de Llevant? Ni lo piensen: sobran precedentes para saber que la respuesta del sector que más se lucra con el paisaje mallorquín es "no". ¿Podría plantearse abaratar el coste de gestión de la biomasa (recogida en el monte y traslado a las plantas) utilizando, por ejemplo, a personas que estén percibiendo alguna prestación por desempleo? Lo sugiere uno de los especialistas que debaten en estas líneas (no lo arrojaremos a los leones), pero cuesta imaginar un Gobierno que se atreva siquiera a insinuarlo.

Callejón sin salida. ¿O no?

Se llega así a un callejón sin salida del que hay que salir cómo sea: es preciso rentabilizar el monte con biomasa si se quiere salvar el bosque de futuros incendios pavorosos, pero resulta que la biomasa no es rentable. ¿O sí? Pues hay un camino por explorar. Algunos lo están recorriendo en solitario. Y a él apuntan tanto el jefe de Gestión Forestal del Govern, como los decanos de los ingenieros y los propios empresarios implicados: en vez de quemar la biomasa para convertirla en electricidad, es rentable tratarla para que se use como combustible en las calderas de los hogares e industrias. Tirme podría hacerlo en sus instalaciones, aunque "sería como utilizar un Ferrari para ir por un camino muy lento y bacheado", ilustran ellos, en referencia a la costosísima tecnología instalada, pensada para tratar de forma segura residuos extremadamente contaminantes.

Menos pretensiones tienen en Quercus Energy, empresa emergente y ejemplar que es la única que hoy rentabiliza la biomasa de Mallorca. La convierte en astillas que alimentan calderas de hoteles, edificios públicos e industrias de todo pelo, con un ahorro en gasto de combustible "de entre el 30% y el 40%", explica su gerente y cofundadora, Elena Martínez. "La biomasa de este modo es rentable. Estamos procesando mil toneladas al año y hay margen para más", abunda. También lo intentan en una de las joyas más brillantes del tejido empresarial mallorquín, Sampol Ingeniería. La firma puntera lleva años buscando aliados públicos para estimular con biomasa las renovables de la islas, con proyectos como el que impulsa con el ayuntamiento ibicenco de Sant Antoni. Pero son quijotes luchando con molinos, como apunta el hecho de que Balears no use para generar energía limpia ni una de cada diez toneladas de biomasa. El resto se van a Cerdeña. De isla a isla, en un viaje motivado por las primas a las energías ecológicas que Italia da y España niega. Y esa es la primera chispa que incendia Mallorca.