"Habrá incendios cada vez más extensos, intensos y peligrosos". No es una amenaza. Ni siquiera una hipótesis. Es una certeza. Y quien la fórmula sabe bien de lo que habla. Es Luis Berbiela, jefe del Servicio de Gestión Forestal de la conselleria de Medio Ambiente del Govern balear, un ingeniero reputado y bregado que no pretende ser apocalíptico ni generar alarma innecesaria, solo dejar claro el futuro que se avecina. El que ve él. Del que advierten grupos ecologistas tan representativos como el GOB. El que dan por seguro los decanos de los ingenieros Forestales y los ingenieros de Montes de Balears. El mismo futuro que ya es pasado brutal en Australia, California, Chile, Galicia o Cataluña, donde los fuegos que hace décadas arrasaban bosquecillos para morir a los pies del menor cortafuegos hoy reducen a brasas comarcas enteras, sin detenerse ni ante urbanizaciones, autopistas y ríos caudalosos.

Así que la cosa es seria: el fuego será una amenaza mayor de lo que fue ayer mismo, cuando devoró 2.300 hectáreas de Tramuntana en 18 días de llamas sin cuartel. Y hay que prepararse para ello. Que esa es la clave del discurso de todos los citados, empezando por el propio Berbiela, contundente y detallista en la descripción de una situación que cree preciso manejar con crudeza. "Es que va a ser así. Habrá fuegos más peligrosos. Por eso debemos trabajar en la gestión del riesgo", insiste el responsable de planificar y coordinar la estrategia forestal para evitar lo inevitable. "Cuanto antes comprendamos el riesgo, mejor. Hay que convencerse de ello. Será así. Quien tenga una casa en el monte o cerca del bosque ha de saber ya que está en peligro, y que debe ponerse manos a la obra para mejorar su seguridad", recalca Berbiela, que repite constantemente la palabra "seguridad". Es su gran preocupación. Y su mensaje más potente. Que la amenaza sea una certeza, dice, no quiere decir que no haya nada que hacer, sino todo lo contrario: que todo lo que se haga es poco.

Y se explica, punto por punto. Con detalle y pausa. Haciendo gala de una memoria que destila cariño a los bosques. Habla de ayer y de hace tres siglos. De los olivos que ardieron y de cuando se plantaron. Del bosque que era y del que es. Y ahí aparece la primera clave de su pronóstico de incendios cada vez más extensos, intensos y peligrosos. Más extensos, dice, porque el bosque es más grande y menos discontinuo. Mucho más grande y mucho menos discontinuo. Berbiela ofrece un dato que quita el hipo: el bosque balear domina hoy 220.000 hectáreas, 80.000 más que hace apenas 60 años. 80.000 más: un 57% más de bosque.

De esa mayor extensión se deriva la menor discontinuidad: el abandono de los cultivos y de los bancales ha dado paso al crecimiento sin freno de un bosque cada vez más frondoso, un mar continuo que cuando salta la chispa es literalmente un pasto de llamas. "Es muy bueno ambientalmente tener más bosque. Nunca hubo tanto desde que llegó el hombre a la isla. Pero su gestión genera riesgos graves de incendios grandes".

Hay que talar más

A lomos de los riesgos, salta Berbiela, cual pavesa al viento de Tramuntana, a su segundo aviso. Habrá incendios más intensos. "Eso es porque no hay gestión de esa mayor masa forestal", resume. Y mete el dedo en la llaga: "Para una sociedad urbanita, el aprovechamiento sostenible del bosque es a veces una barbaridad. Vemos a un hombre con una motosierra talando un pino y pensamos que estamos ante un delito ecológico. Y no es así", reflexiona, apuntando al factor detonante de ese exceso de fronda: "No estamos rentabilizando el bosque". El ingeniero lo vuelve a ilustrar con datos, que nuevamente abren los ojos: "El bosque crece porque estamos talando mucho menos de lo que podemos. Del 100% de bosque de pinos que se puede usar cada año sin que se vea afectado, estamos talando un 3,5% de los pinos. Dicho de otro modo: podríamos talar un 96,5% más de pinos y el bosque sería el mismo. Y con la encina estamos en el 95%. O gestionamos nosotros el bosque o dejamos que nos lo gestione el fuego", recalca.

Solo que si el fuego manda, el riesgo crece. Y esa es la tercera y mayor preocupación del responsable de la gestión forestal del Govern. Habrá incendios más peligrosos. "Eso es porque cada vez hay más interfase urbano-forestal". Traducción autorizada: hay más casas sueltas por el monte. "Primero estaba la casa del abuelo, que vivía abajo, con los animales y los cultivos. A 300 metros se pusieron años más tarde los padres, que ya estaban tocando el monte y el bosque. Y ahora los nietos han puesto la casa en medio del bosque, pensando en un uso lúdico, de ocio. Eso ha cambiado mucho la situación, y más cuando la seguridad de las personas es lo más importante durante un incendio forestal".

Por eso Berbiela repite, recalca y concluye: "Los propietarios deben protegerse. Deben entender los riesgos". Al final, dice, la expansión humana en el monte es causa de incendios y puede convertirse de paso en la consecuencia más peligrosa de las llamas. "La vida no se recupera. Si los propietarios y el bosque no se protegen mutuamente, se ponen en peligro mutuamente".

Preparados para todo

¿Y qué se puede hacer ante esa combinación de incendio cierto y riesgo potencialmente letal? Pues mucho. Más de lo que gran parte de los vecinos saben. O están dispuestos a asumir: "Si quieres vivir en el bosque, necesitas establecer una franja de autoprotección. En esto también evolucionamos: antes no había extintores en los garajes y hoy los hay, aunque cuestan dinero; del mismo modo que antes no había cinturones de seguridad ni airbags en los coches, y hoy los hay, aunque cuestan dinero". Toca por tanto cuidar de uno mismo, como primer paso para cuidar de todos. "Hay que generar cultura del riesgo. Tienes que instalar quitachispas en tu barbacoa y en tu chimenea, preparar vías de acceso adecuadas para los servicios de extinción, poner zonas de bancales y cultivo que interrumpan el bosque, dejar una distancia de tres metros entre las copas que rodean tu casa, y otra de tres metros entre tu casa y los arboles más cercanos, al tiempo que controlas las copas de más de tres metros de alto cercanas a la casa. Cada caso es distinto, pero se pueden reducir un 25-30% los arbustos cercanos a la casa y hay que eliminar todo el combustible posible: que no haya depósitos de gasolina cerca de la casa, ni grupos eléctricos, ni madera suelta; hay que cuidar de los toldos, las lonas, los árboles que están por encima de la casa. Es muy bonito tener una rama pegando a la ventana, pero es igual de bonito a tres metros y es más seguro", resume Berbiela. Entrega de paso un folleto y un DVD que en siete minutos dejan clarísimo qué hacer para protegerse del fuego. "No se trata de crear un donut de desierto que rodee la casa, basta con reducir la densidad de combustible que hay alrededor y generar zonas que eviten que se propague el fuego".

Dos datos resumen a qué se refiere este experto, que coincide en su discurso con todos los consultados en las últimas semanas (ingenieros, ecologistas e incluso cargos políticos especializados en lucha contra el fuego y gestión forestal): de las 2.335 hectáreas que ardieron entre Andratx y Estellencs, 2.208 eran masa forestal. Bosque vivo, verde y continuo. Un perfecto pasto de llamas. Una amenaza cierta.