Me tomo un café, lo pago y además dejo pagado otro. El dueño lo apunta en una pizarra. Días más tarde, una persona con problemas económicos entra en el bar y pregunta: "Jefe, ¿hay algún café pendiente para mí?". Y la respuesta es sí. De esta forma, esos ciudadanos para los que cada céntimo cuenta pueden tomarse un café aunque no puedan pagarlo. Y no sólo un café: algunos locales ya han extendido la propuesta a los bocadillos y a productos básicos como la harina, el pan o los huevos.

La idea de los Cafés Pendientes nació nada menos que en el siglo XVII en Nápoles. Hoy, la crisis económica ha resucitado la iniciativa del caffe sospenso, una expresión que en Italia volvió a popularizarse a partir de 2008 y que ahora ha llegado a nuestro país. En Mallorca de momento se han adherido cuatro negocios, tal y como puede observarse en el mapa de la web cafespendientes.es impulsada y coordinada por un joven catalán.

En España, participan más de 40 locales, que se distinguen por lucir el correspondiente distintivo de la red y por tener expuesto el número de cafés que tienen pendientes. Las redes sociales están jugando un papel clave en la difusión de la campaña. Los participantes mallorquines señalan que cada vez más personas dejan cosas pagadas, pero que aún hay un par de obstáculos: que la medida es aún muy nueva y desconocida y que la gente tiene vergüenza de entrar a pedir.

Parados de larga duración

Lo explica el pionero en la isla: Toni Rotger, propietario de la cafetería 55 de la Avenida Argentina de Palma, que se sumó hace cuatro meses al plan y que ayer tenía ocho cafés pendientes. Rotger señala que normalmente entran a pedir cuando no hay nadie, o que piden y se arrinconan. "Y suele ser gente de paso, no del barrio", describe este hombre que asegura que la mayoría son hombres y que el perfil abarca desde vagabundos que viven en la calle hasta ex miembros de la clase media que llevan demasiado tiempo en el paro y ya no perciben ningún tipo de subsidio. "Algunos te quieren explicar porqué tienen que pedir un café pagado por otro", apunta.

Antes de sumarse al programa, hacía tiempo que muchos ciudadanos entraban al bar para ver si les podían invitar a algo de comer o de beber. "Y algunos los puedes invitar, pero cuando ya entran 20 a pedirte algo gratis, pues no puedes invitarlos a todos", razona. Ahora en su bar también se pueden dejar bocadillos pendientes. Él también hace su aportación, ya que para estos casos ha puesto precios más reducidos : el café con leche pendiente cuesta un euro y el bocata, dos.

Jesús Checa, del bar Sa Picada, ubicado en Sa Bassa de Manacor, se colgó el sello de la red de cafés pendientes hace un par de meses después de que su hijo se lo explicara y le animara a unirse. Ayer por la mañana tenían tres consumiciones pagadas y a la espera de ser servidas. A su local también se pasaba mucha gente pidiendo bocadillos. Ahora ofrece cafés, bocatas y refrescos pendientes y asegura que la cosa va bien ya que "poco a poco la gente va conociéndolo y animándose". De momento, son más los que pagan que los que piden. Y los que lo hacen "es porque realmente lo necesitan".

Maria Antònia Cerdà, al frente de la pastelería y cafetería Bo-Bons de Santa Maria se animó a participar ya que sabía que en el pueblo "hay vecinos que lo están pasando muy mal, aunque no se diga". Además de cafés, en su local pueden dejarse pendientes productos básicos como pan, huevos y harina. "Al menos que puedan hacer un bocadillo para los niños", resume. Normalmente cada día hay alguien que deja algo pendiente, pero como mucho una vez a la semana entra alguien a pedir. Cerdà ratifica que la vergüenza es uno de los obstáculos: "Y sobre todo en un pueblo", subraya la pastelera, que por eso quiere ponerse en contacto con la asistente social del ayuntamiento y también con ONGs de la zona. Confía en que la iniciativa prosperará.

En el restaurante Can Blau de Puigpunyent hace poco más de un mes que tienen su pizarra con sus cafés ya pagados. Su propietario, Ángel Mateu, considera que ésta es una buena manera de ofrecer ayuda "a los que la necesitan y ya no la encuentran por ningún lado". Además cree mejor este donativo ´en especias´ que dar dinero ya que "no sabes en qué se lo van a gastar". Asegura que han entrado personas en su establecimiento para pedir dinero y que él les ha ofrecido un bocadillo y lo han rechazado. "Este sistema es más práctico y directo", aplaude.

Solidaridad y confianza

La clave de esta iniciativa es, obviamente, la solidaridad, pero también es un sistema fundamentado en la confianza. Lo ideal además es que los bares y cafeterías que quieran sumarse al programa se adhieran a la red articulada a través de la web cafés pendientes.es , que luzcan el correspondiente sello y que tengan en un lugar a la vista el número de consumiciones que tienen pendientes.

Aquel primer napolitano que en el siglo XVII decidió dejar un café pagado para que otro ciudadano pudiera disfrutarlo jamás se imaginó que cientos de años más tarde su idea se convertiría en toda una red solidaria que llegaría a Europa y Sudamérica. Hoy incluso se puede participar sin desplazarse al bar puesto que ya existen hasta los cafés pendientes on line. Nuevos tiempos, nuevos solidaridad.