El panorama se ve "muy negro". Más allá de las cifras de parados, que hoy conocimos por la EPA, -la tasa de paro en el archipiélago se sitúa en el 28,56% en el primer trimestre del año, lo que supone un total de 169.000 desempleados- están las historias de personas que sufren en su propia piel esta lacra de la sociedad. Y la esperanza es lo último que se pierde, pero cuesta mucho imaginar que la situación mejorará pronto, según la gente sin trabajo en Palma.

Un jueves al mediodía, en la oficina del SOIB de la calle Mateu Enric Lladó, el desfile de parados que van y vienen es constante, aunque ya no se vean las aglomeraciones de otros tiempos, la razón es que la sistematización de los trámites y las citas previas ayudan a que todo fluya de mejor manera. Sin embargo, el ánimo de la gente es tan gris como este día lluvioso en Ciutat.

A las puertas del edificio, una mujer de cabello corto y entrecano se enciende un cigarro. A. M. tiene 43 años y nació en Cáceres, pero vive en la isla desde hace ocho años. Está esperanto su cita con la orientadora laboral que le "explicará cómo se prepara un buen currículum y a buscar trabajo a través de internet". Tiene dos hijos de 19 y 16 años; el más joven estudia y la mayor "se está sacando el carné de conducir para empezar a buscar un curro". Su situación no es nada fácil al ser madre soltera y recibir solo una ayuda. "Todavía la mitad de los hoteles están cerrados porque están obligados a hacer obras", explica sobre la dificultad de encontrar empleo. Ella confía en que volverán a llamarla del hotel donde le hicieron un contrato temporal el verano pasado, pero preferiría "conseguir cualquier cosa" antes de junio.

Tener más de 40 años es un factor "muy negativo" para la gente que se queda sin empleo en estos tiempos. Es lo que asegura Silvia G,. que lleva apenas tres meses en paro desde que perdió su trabajo como auxiliar de seguridad. "La situación está cada vez peor, y eso que estamos ya en temporada alta", señala con decepción la también monitora de natación que busca cada día alguna oferta "en internet, en periódicos, por amigos; pero no llego ni a las entrevistas".

Ser joven tampoco parece ser una ventaja. Cristina, de 26 años, espera el turno para presentar sus papeles para cobrar el subsidio de desempleo después de haber finalizado su contrato en una panadería. Su marido de 32 años, también en paro, dice que la solución es que "el Gobierno dé ayudas al empresario para generar trabajo y a los jóvenes para poder abrir un negocio, porque todos son apuros". Además, se pregunta indignado: ¿Los que tenemos 30 no somos jóvenes?". Tampoco cree que el panorama cambie pronto: "Ahora están recogiendo las fichas del Monopoly, como digo yo, dentro de cuatro o cinco años puede ser que haya más trabajo. Nos quitarán derechos y luego a empezar de nuevo", es lo que piensa del futuro económico.

"Veo todo muy negro. No hay camino cuando en un país desarrollado como España no hay consumo y sube el paro", afirma Carlos P., de 53 años, y sin empleo desde 2011. "Trabajé 35 años en régimen general y cuando me quedé en paro me puse una pequeña tienda textil que tuve que cerrar a los seis meses". Su perspectiva es que "a la larga tendremos que trabajar más barato, los salarios caerán mucho más para que venga el dinero aquí", reflexiona. Carlos, como cada uno de los entrevistados, no se muestra muy optimista, pero intentará "sobrevivir como pueda".