El hundimiento de Orizonia sirve de argumento para el próximo libro del exvendedor de bonos y periodista financiero Michael Lewis. Como en sus otros relatos, estaría salpimentado de ´grandes cojonudos´ y expertos en el póquer del mentiroso. Para lograr el éxito, la obra requiere de unos pardillos codiciosos -Bankia, Société Générale y resto de prestamistas- y unos cuantos paganos -los trabajadores y el Estado que se hace cargo de las copas rotas-.

En este gran juego de casino perpetrado en 2006 se empleó un artificio financiero, como las hipotecas basura, los CDS, los CDO y toda esa casquería especuladora que ha arruinado a la población. En este caso se recurrió a una operación de Leveraged Buy Out (LBO). La partida se desarrolla así: unos fondos de inversión (Carlyle, Vista e ICG) entregan 900 millones a la familia Fluxá a cambio de Orizonia y el dinero de la compra, procedente de los bancos, lo devuelve en módicas cuotas la empresa adquirida. "Los fondos de capital riesgo se encargan de gestionar y organizar la operación, sobre todo en el caso de sociedades no cotizadas o familiares [la antigua Viajes Iberia, por ejemplo], asumiendo, al final, la empresa adquirida todo el endeudamiento", explica el Banco de España en un informe rubricado por la supervisora María-Cruz Manzano. En este documento, el órgano supervisor español concluye que en 2006 la mayoría de entidades financieras encuestadas por la autoridad monetaria de la Eurozona participaba en LBO por "la rentabilidad del negocio".

El Banco de España establece un paralelismo muy curioso entre los Leveraged Buy Out y los CDO, ese derivado de las hipotecas basura que hizo saltar el casino. En un ejercicio de perspicacia, el Banco de España afirma en 2007 que los riesgos asumidos por las entidades "son reducidos". Que pregunten a Bankia.