La marcha de Jesús Murgui pone fin a una semana animadita, la que hoy acaba, políticamente hablando. Ha habido desde el gran golpe de guillotina, a un aluvión de actos de contrición. Y aunque no lo parezca, la dimisión en toda regla del obispo es pura política, el Vaticano es la cuna del maquiavelismo.

Empecemos quitándonos el sombrero. Jorge Fernández Díaz y María Teresa Palmer –el ejecutor de Rodríguez y la premiada– poniendo por las nubes al exdelegado del Gobierno, justo el día y la hora en que ofician el funeral político de don José María, de cuerpo presente. Ya puestos, el ministro del Interior hubiera podido explicar a cuento de qué se cargó al titán del PP, para luego rendirle tantos honores. Por cierto, los asesores de Fernández acertaron con su discurso, tocó los puntos clave y demostraron que sían que Palma no es La Palma de Gran Canaria, como suele ser habitual en estos casos. Fernández además utilizó el catalán en parte de su discurso, y eso que es un ministro de España ¿debió amonestarle después Bauzá, como al predicador de la misa de Sant Marçal?

Sigamos con el desfile. En un arrebato de sinceridad, Rafel Bosch dobla los papeles de su discurso en la ceremonia de graduación de la UIB y pide perdón públicamente por los recortes que cercenan el futuro formativo de las generaciones jóvenes de Balears. Los antiPP que copan el mundillo educativo, amén de los catalanistas, "se equivocan rotundamente" al convertir en objeto de su ira al conseller de Educación, en lugar de verle como un muro de contención, señala un moderado del PP. "Si al final Bauzá hace caso a Delgado y Javier Fons [la sombra del presidente] y termina por destituir a Bosch, que se vayan preparando, el talante de su sustituta difiere por completo. Las van a pasar canutas", advierte la fuente, y es de los que suelen tener información.

La foto del conseller marchándose compungido a su asiento compite por ser la imagen de la semana con la de Mateo Isern –el único político revelación de esta legislatura– agarrado al megáfono y dirigiéndose a los funcionarios rebotados en el zaguán de Cort. El alcalde palmesano es el único del triángulo de poder en Balears que viene de la empresa privada, por lo que de momento todavía toca con los pies en el suelo. Un liberal como Isern se atraganta con la subida de impuestos de Rajoy, y aunque entiende los recortes, echa en falta medidas reales de creación de empleo. Al contrario que muchos altos cargos del Bauzanismo, "que parece que no tienen sangre en las venas" –un exasesor de Matas dixit–, al alcalde y a Bosch les bullen las arterias al ver el panorama, por lo que viven una especie de contradicción interna que les mueve a tener arranques como los de estos días.

Para los veteranos del PP, con puestas en escena como el mea culpa ante el personal municipal indignado, "Mateo demuestra tener criterio propio y gana puntos". Pero cuidadín, que los próximos a Bauzá le mantienen la exclusiva: "Te recuerdo que el presidente también salió a dar la cara ante los discapacitados que nada más llegar al Govern se manifestaron delante del Parlamento, y aquello sí que fue duro". Uy, uy, uy, esto huele un poquito a envidia ¿no?

Y para acabar con el rosario de arrepentidos, el exconseller de Hacienda, Carles Manera. Reconocía ayer en este diario que fue una barbaridad "el presupuesto expansivo" que hizo para 2008, que terminó creciendo un 14%, y afirma que hoy no lo haría. También asume su parte de "fracaso como economista", al no enterarse de la crisis que venía. No sabemos si les consuela.

La próxima vez, ahórrense el paripé

Llegamos al bochornoso pleno del jueves en el Parlamento, antológico. Tanta discusión, para que al final PP y PSOE se pusieran de acuerdo y desbloquearan el conflicto por los pluses de los médicos. Por la mañana, la cosa pintaba malamente. El conseller de Presidencia, Antonio Gómez, se afanaba para facilitar un salvoconducto a los socialistas, de manera que la ley del PP que regulariza el cobro de los complementos pudiera salir adelante sin que se bañaran las manos de sangre. Pero el PSOE seguía empeñado en que los populares debían apoyar su texto alternativo, del que tampoco se sentían muy orgullosos; así resumía el parte de guerra un diputado de la bancada socialista: "La ley que presentamos nosotros es una mierda a secas; la del PP, una mierda pinchada en un palo. Así que mejor quedémonos con la nuestra".

A medida que la sesión se enquistaba, una diputada muy de izquierdas se mostraba avergonzada en los pasillos por lo que sucedía dentro del hemiciclo: "Y luego nos extrañamos de que la gente nos insulte ¿qué queremos que piense, al vernos hoy cómo nos apresuramos para que los médicos no se queden sin cobrar, mientras todos los demás colectivos tienen que aguantarse?"

El espíritu de conciliación del alcalde de Palma debe ser cosa de familia, solo así se explica la certera intervención del letrado oficial mayor de la Cámara, su hermano Lluís Isern, al reprender a Mabel Cabrer y Antonio Diéguez, para que se dejaran de "peleas personales, no podemos dar este espectáculo". Manda bemoles, que un alto funcionario tenga que poner sentido común a izquierda y derecha.

El único que se paseaba contento era José Ignacio Aguiló, como si todas esas palabrejas salvajes –rescate, intervención, saneamiento, maquillaje del déficit, créditos...– no fueran con Balears. Un diputado se quedó perplejo, al escuchar el mensaje tranquilizador del vicepresidente económico del Govern a los periodistas acuciados por las dudas sobre lo que se nos viene encima: "Lo estamos haciendo de puta madre", espetó Aguiló al reportero. Y tan pancho, como lo oyen.

En cuanto a Bauzá, suerte que el hombre tampoco pierde los nervios, aunque el clima crispado le impida disfrutar de hacer política. Más comedido que su segundo, el presi afirma convencido: "Saldremos de esta". Esperemos que acierte. De momento, ha pedido a todos los consellers que se olviden de vacaciones este verano, solo pueden cogerse unos pocos días de asueto en agosto, y al tajo. Hay que dar el callo ante la sufrida ciudadanía. Algo es algo.