Habrá que rezar a Dios, a Mahoma o a Buda, si es que a este último se le reza, que no sé. Quizás haya que poner unas hojas druídicas de muérdago sobre el dintel de la puerta o un San Pancracio con perejil encima del canterano. Los más atrevidos podrán prometer que peregrinarán de rodillas a Lluc o con los zapatos llenos de garbanzos –mejor cocidos, según un viejo chiste– hasta la ermita de la Mare de Déu del Refugi en el Castell d´Alaró. Es posible que muchos ciudadanos jamás hayan votado al PP ni tengan intención de hacerlo en los próximos cinco siglos. Pese a todo, conviene que elijan su rito preferido y hagan algo, lo que sea, en pro de los triunfos de Bauzá y Rajoy en las próximas elecciones.

Quizás dentro de tres años la sanidad pública haya dejado de ser universal. Que, además de pagarla con nuestros impuestos, tengamos que sustentarla abonando un dinero adicional cada vez que vayamos al médico, acudamos a urgencias con una apendicitis o por la manutención durante el ingreso en un hospital. Ricard Abizanda, un médico intensivista que estuvo en Son Dureta hasta 1993, decía que la mejor medida que podía adoptarse con respecto a la cocina era clausurarla y que cada enfermo se apañara como pudiese. Sus argumentos se basaban en la calidad, escasa, del menú. Hoy es más probable que el cierre llegue por la vía de los recortes ¿Quién va a pagar cinco euros por unos platos de calidad dudosa pudiendo comer los elaborados en casa por la familia?

El deseo de que gane el Partido Popular las elecciones de 2015 –autonómicas– y de 2016 –generales– supera a la frustración momentánea que supone que las autopistas de la educación prometidas por José Ramón Bauzá –jamás Bauçà ni de palabra ni de letra– se hayan convertido en caminos de carro. Los alumnos que iban a tener una educación a la suiza, probablemente estén más cerca de recibirla a la biafreña. Sobre todo si nuestro president se somete cual vasallo atemorizado a todos los recortes que decreta el rey Mariano.

Callemos, como Bauzá, sobre el tijeretazo de 10.000 millones a la enseñanza y a la sanidad. Aplaudamos con fervor el rescate de Bankia. Es el banco de Rodrigo Rato, exministro de Aznar, y de José Luis de Olivas, expresidente efímero del PP en la Generalitat valenciana. Adoremos el gasto del mismo dinero que perderán nuestra salud y nuestra formación.

Si los casos de corrupción vuelven a azotar a los actuales gobernantes. O si se saltan la ley y no declaran en qué negocios andan metidos. O si colocan a dedo a amigos, amores y partidarios en la administración pública. Incluso en estas complejas circunstancias, habrá que suspirar por su continuidad.

¿Qué importa que durante la campaña electoral dijeran que no se iba a abaratar el despido?, ¿qué más da si la subida de impuestos era un gran error antes de que el PP decidiera comenzar la escalada de casi todos los impuestos conocidos y los que todavía están por descubrir? Aun así, deberemos desear con todas nuestras fuerzas que los conservadores salgan triunfantes de la reválida en las urnas.

¿Por qué resulta tan imprescindible una victoria del Partido Popular? Porque si Bauzá y Rajoy son expulsados del poder a las primeras de cambio significará que todos estamos mucho peor que ahora mismo. Porque para votar un cambio tendremos que haber alcanzado la cifra de los ocho millones de parados, o lo que es lo mismo, una tasa que supere el 30%. Tendremos millones de ciudadanos desahuciados de sus pisos porque no han podido pagar la hipoteca. Y cientos de miles con problemas para comer, o pagar la luz, o el suministro de agua. Porque estaremos aún más intervenidos y correremos el riesgo de que los totalitarismo al estilo de Francia –más sutil– o Grecia –a lo bruto– amplíen sus cuotas de presencia en la vida política española.

Si el PP pierde las próximas elecciones será porque la calidad de vida de los ciudadanos se ha deteriorado hasta límites inimaginables. Seamos egoístas y deseemos el éxito económico y, como consecuencia de él, el próximo triunfo de los populares.