No le molesta tomar un café mientras su compañía bebe una cerveza. No le molesta porque sabe que el alcoholismo es una enfermedad y ya la comprende. Además ha aprendido a convivir con el alcohol, "una droga de las más duras". Hablamos con Mica Cañellas, un alcohólico rehabilitado desde hace siete años y que ha fundado la asociación Las ovejas de Mica. Es una enfermedad que no se cura, pero de la que se puede salir. Una enfermedad muy presente en la sociedad. Se atreve a decir que "en cada familia, hay un miembro que padece alcoholismo".

—¿Qué le llevó a fundar Las ovejas de Mica?

—Soy alcohólico rehabilitado e hice un programa terapéutico de deshabituación, que duró dos años. Cuando terminé quise comprometerme con esta causa para recordarme que soy alcohólico. Empecé con una página en Facebook para hablar del tema con amigos, luego pasé a publicar un titular cada mañana y los usuarios solo podían hablar del tema propuesto. Por ejemplo, un día se trataba el síndrome de abstinencia, otro la familia... ya llevó 700 días. Sin darme cuenta esta "terapia virtual" cogió mucha fuerza. Actualmente tengo 1.162 usuarios agregados y unas 5.000 visitas diarias porque la página se puede consultar sin estar apuntado, sin poner el nombre.

—¿El anonimato es una ventaja?

— Médicos y psicólogos me comentaron que la terapia virtual es muy cómoda porque la gente escribe desde el anonimato y es una ayuda para aquellos que tienen vergüenza de asistir a una terapia presencial. Creo que es la única que se ofrece en España.

—¿Y desde Facebook surgió la asociación?

—Sí, quise darle forma jurídica a la iniciativa y surgió la Asociación Las ovejas de Mica para ofrecer seminarios, talleres, sensibilización, terapias grupales... El viernes inauguramos sobre las ochos de la tarde nuestra sede en Palma, en la calle Femenies. El centro cuenta con dos psicólogas, una doctora, un profesor de actividades físicas y tres alcohólicos rehabilitados, además de voluntarios que relatarán su experiencia. Se trata de un centro no profesional de autoayuda. La doctora no hará diagnósticos. La función de los profesionales es informar, orientar y derivar. Será un espacio de bienestar integral, donde se hablará de todo: soledad, ansiedad, tristeza, autoestima... Paralelamente se realizará un programa de deshabituación alcohólica para que los usuarios aprendan a tener una conducta no alcohólica. Es gratuito pero la única condición es que los asistentes estén desintoxicados. La desintoxicación es un tema sanitario, la deshabituación se lleva a cabo a base de una terapia grupal donde los asistentes tiene un efecto de espejo: se ven reflejados en otras personas con el mismo problema.

—¿Qué ventajas tiene que sean alcohólicos recuperados quienes ayuden a los enfermos?

—El alcoholismo es una enfermedad crónica y siempre te acuerdas que eres un enfermo. Cada día haciendo la terapia del Facebook, recuerdo mi enfermedad.

—¿No tiene cura?

—Te recuperas pero no se cura. Hay muchas etiquetas como la de exalcohólico, la realidad es que llevas una vida normal pero nunca más puedes beber una gota de alcohol. Es muy gratificante ver que gente que llega como tú hace años y poder concienciarles de que el alcoholismo no es un vicio, es una enfermedad que requiere tratamiento. Es importante aprender a convivir en una sociedad tan permisiva con esta droga.

—¿Es cómo otra droga?

—Equiparo el alcohol al resto de drogas. Es más, creo que es de las más duras. Lo digo por propia experiencia, el síndrome de abstinencia, el mono es tan duro como cualquier otra y la dependencia es muy fuerte. Pero al estar legalizada y utilizarla como arma de socialización, la gente minimiza esta droga.

—¿No se cura pero se consigue salir?

—Sí. Quiero mandar un mensaje de optimismo. Del alcoholismo se sale. Trabajándolo y con un buen tratamiento, una persona consigue salir. La voluntad es importante pero también hay que comprender la enfermedad. Puedes tener mucha fuerza de voluntad y abstenerte a tomar alcohol pero si no comprendes la enfermedad no te curarás. Tienes que estar a gusto sin beber, llevar una vida normal sin el alcohol.

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