En 2010 el servicio médico de Son Sant Joan, gestionado por USP Clínica Palmaplanas, atendió 2.200 urgencias. En lo que va de año, ya han tratado a 1.300 personas. Félix Kink y el resto del equipo son los responsables de atender las emergencias médicas de los 12.000 trabajadores que en diferentes turnos curran en el aeropuerto además de las posibles incidencias de los millones de pasajeros que cada año transitan por las terminales. Tienen anécdotas para dar y regalar: "Nunca sabes con qué te vas a encontrar".

–¿Qué equipo conforma el servicio de atención médica de Son Sant Joan?

–Hay atención 24 horas con un médico, una enfermera y un conductor de la UVI móvil. En total somos siete médicos, cinco enfermeras y cuatro conductores.

– ¿Qué tipo de urgencia es más frecuente?

– Ahora en verano hay muchos desmayos, aquí en facturación o en aviones, que aterrizan con gente que se ha desmayado durante el vuelo. Hay muchas caídas y también muchos borrachos. Hay 22 millones de pasajeros, dividido por 365 días son una población de 60.000 personas al día, más los trabajadores. Atendemos desde una faringitis hasta una hemorragia cerebral, hay de todo.

– ¿Tratan a muchos trabajadores?

–Sí, hay accidentes laborales. La dolencia más frecuente entre los trabajadores es la lumbalgia de cargar maletas y mucho peso.

–¿Dónde está la consulta?

–Tenemos una en la planta de facturación y otra abajo más grande, que es donde estamos nosotros normalmente, en una sala de estar. Ahí es donde se aparca la UVI móvil con la que hacemos las salidas a los aviones y por todo el aeropuerto.

–¿Se encuentran con casos de turistas que van tan borrachos que no puedan volar?

–Normalmente, ahora llegan más borrachos. Beben alcohol durante el vuelo y luego casi no pueden ni salir del avión, subimos y están tumbados en el pasillo.

–¿Tienen problemas con los idiomas?

– Yo soy de Austria y en el equipo tenemos una mezcla. Hay también gente que habla holandés, francés, casi todos hablan inglés... Lo que no hablamos es ruso, que quizás en el futuro será importante. Si hace falta intentamos buscar a alguien de las compañías que nos traduzcan.

–¿Cuál es su papel cuando se activan protocolos especiales como con la gripe A?

–Hay protocolos cuando se sospecha que una persona viene con una enfermedad infecciosa. Tenemos que ponernos en contacto con Sanidad exterior y seguir unos pasos. No pasa con frecuencia. Cuando se activa, el avión queda cerrado y nadie puede entrar ni salir. Desde que estoy aquí sólo ha pasado una vez, cuando todo el mundo estaba nervioso con lo de la gripe A, pero al final era una gripe normal.

–El aeropuerto es enorme. ¿Cómo lo hacen para llegar a tiempo?

–Tenemos la UVI móvil e intentamos ir siempre a todos los sitios con ella. Tenemos un cochecito eléctrico, pero allí no tenemos de todo. En la UVI tenemos desde el desfibrilador hasta la bomba, todo. El último mes el tiempo de respuesta ha sido de cuatro minutos y medio.

–¿Qué es lo más grave con lo que se han topado?

–Exitus, gente que muere aquí. Este año han muerto tres.

–¿Cuántos puntos de soporte vital con desfibriladores hay en todo el recinto?

–Hay 18. Nosotros de vez en cuando los utilizamos, pero la idea es que cualquier persona que pase y vea a alguien inconsciente puede abrirlo. En ese momento saltan las alarmas en nuestra consulta y en seguridad. Por suerte, se ha tenido que usar muy pocas veces.

–Una de las urgencias más frecuentes son las caídas, ¿por qué se cae tanto la gente en el aeropuerto?

– Van con prisa, están cansados o borrachos, suben del autobús o bajan, o son mayores y no ven bien, niños que se caen de los carritos... Una vez pusieron a una niña en uno de los carritos pequeños con las piernas colgando entre las barras, se le hincharon y no podía salir. Tuvo que venir un herrero y cortar el carrito para sacarla. Con los niños pasa también que acaban de salir del avión, están jugando mientras esperan las maletas, hiperactivos, y chocan... Atendemos a muchos niños.

– ¿Qué hacer ante un ataque de ansiedad?

– Hay muchos. Lo primero es explicarles que es una crisis de ansiedad. Los síntomas son como de infarto, problemas de corazón, para respirar... Cuando ves que es una crisis de ansiedad y se lo dices se tranquilizan. Sino también se pueden dar tranquilizantes.

– ¿Hay gente con ataques tan graves que se queden sin volar?

– Sí, a veces nos llaman porque creen que a uno le ha dado un infarto. Y subimos al avión y le han dado oxígeno, que en una crisis de ansiedad es lo peor que pueden hacer y encontramos a los pacientes con calambres, porque no es un infarto sino una crisis de ansiedad. Pero claro, siempre dicen que no pueden respirar y se piensan que es algo más grave.

– ¿Recuerda algún episodio gracioso?

–Algo que pasa de vez en cuando son los brotes psicóticos. Son personas que están bajo tratamientos y cuando vienen de vacaciones toman mucho alcohol y no se toman la medicación y tienen un brote. Un día, una chica empezó a correr desnuda por los terminales y la Guardia Civil y todos corriendo detrás de ella. Hace poco atendí a uno que decía que era Dios. No quería dar su tarjeta de embarque porque decía "¿No me escuchas? Soy Dios, no lo necesito".

– ¿Alguna anécdota más?

– A un compañero una vez le trajeron un perro para reanimarlo. Somos médicos de personas, pero, bueno, hacemos lo que podemos. [La enfermera Pilar Sandoval interviene para añadir otro episodio curioso: "Algún matrimonio ha venido con el hombre ebrio y la mujer le ha dicho ´ahí te quedas´ y se ha subido al avión y nos lo ha dejado aquí como un paquete"].

– ¿Se parece un poco su labor a la de un médico de pueblo de esos que están para todo?

– Sí, pero la idea es que somos medicina de urgencia. No queremos que venga gente con una faringitis de hace tres días.

– ¿Las consultas se pagan?

– No, este es un servicio que ofrece el aeropuerto para pasajeros y trabajadores que en el momento que estén aquí necesiten atención médica.