Alfonso XIII viajó a Mallorca en abril de 1904 acompañado de Antonio Maura. En el programa se anunció una visita al Círculo Mallorquín. La entidad atravesaba un mal momento económico y se abrió un debate entre los socios sobre cómo agasajar al monarca sin acabar en la ruina. La discusión era enconada y amenazaba con meterse en un callejón sin salida hasta que uno de los dirigentes del Círculo intervino con una frase que ha hecho historia: "Se hará lo que se deba y se deberá lo que se haga". Una sentencia digna de ser estudiada en el Foro de Davos, en el Fondo Monetario Internacional y en el Club Bildeberg.

Los sesudos congresistas socialistas y populares que han pactado la reforma de la Constitución para limitar el déficit han errado el tiro. Su farragoso artículo 135 es papel mojado porque las administraciones harán malabarismos con los números para engañarse a sí mismas y a todos nosotros. ¿No vienen haciéndolo desde hace décadas?, ¿no descubrimos con cada relevo de gobierno que el agujero, la deuda o el déficit es mayor del que nos habían dicho?, ¿no engañaban los griegos a la UE sobre la auténtica dimensión de su descalabro económico?, ¿cree alguien que una mera cita en la Carta Magna solucionará el problema?, ¿cuántos de sus artículos se incumplen cada día?

Si este artículo 135 se hubiera limitado a reproducir con fidelidad la frase del ilustre miembro del Círculo Mallorquín hubiese reunido dos virtudes: la claridad expositiva y la exactitud expresiva. "Hacer lo que se debe y deber lo que se hace"

El problema del déficit público es que los gobiernos municipales, autonómicos y municipales no siempre hacen lo que deben y, en cambio, sí deben –y muchísimo– por proyectos que no era necesario hacer.

Todos aceptamos que una familia se endeude para formar su hogar, siempre que los ingresos que maneja le permitan afrontar los recibos mensuales de la deuda y los gastos básicos de supervivencia. Pero nos parece absurdo –y peligroso– firmar un empréstito que ahogue la economía doméstica para asistir a cenas de lujo o comprar el último modelo de televisor de plasma para sustituir el adquirido hace apenas dos meses.

Del mismo modo, pocos economistas pondrían en solfa la conveniencia de endeudarse para afrontar infraestructuras que aporten un valor añadido a la comunidad o para hacer frente a los destrozos de una catástrofe. El problema es que gran parte del endeudamiento español, en todos sus niveles, obedece a gastos suntuarios que hubieran podido evitarse o posponerse.

El ejemplo de Balears puede ser de una gran utilidad para diferenciar la deuda necesaria de la propia de descerebrados. Hemos gastado 120 millones de euros en un metro que solo tiene una décima parte de los usuarios necesarios para que sea rentable. Estábamos construyendo una línea de tren hasta Artà en la que, además de desconocer la demanda que tendría, íbamos a utilizar unos trenes distintos e incompatibles con el resto de la red. Tenemos una estación con diez andenes pese a que el tráfico justifica, siendo generosos, tres o cuatro. Construimos un Palma Arena por más de cien millones de euros para un evento muy puntual y sin conocer qué usos tendría en el futuro. Optamos por pagar un alquiler de escándalo durante décadas para construir un nuevo hospital en Son Espases después de haber aprobado una reforma de Son Dureta mucho más económica. Levantamos Son Moix para la Universiada pensando en que después sería el campo de futbol del Mallorca y ahora resulta que el club quiere regresar al Fortí. Sembramos, destruimos y volvimos a sembrar el Parc de les Estacions... Los ejemplos serían inagotables y en todos ellos hay una carencia: el sentido común.

Por cierto, la fiesta que el Círculo Mallorquín dedicó a Alfonso XIII fue ostentosa. "Esta sociedad –escribió la prensa– ha hecho un verdadero derroche de riqueza y de lujo". El acto obligó a la sociedad a endeudarse en 25.000 pesetas de la época. Aunque establecer una relación causa-efecto resulte absurdo, lo cierto es que década tras década la entidad entró en decadencia y perdió hasta su sede, convertida hoy en Parlament de les Illes Balears.