Beber y comer. Esa es la principal preocupación de los turistas que en esta época del año se acercan a las zonas turísticas más concurridas de la isla. Un sondeo a una treintena de personas desvela las principales inquietudes del viajero ´tipo´ y el tamaño de su cartera.

El gasto medio de las personas encuestadas asciende a 80 euros diarios, aunque hay personas que no están dispuestas a desembolsar más de 250 en un plazo de cinco días, pese a alojarse en un establecimiento en régimen de media pensión. En la mayoría de las ocasiones, más de la mitad del consumo lo materializan en su país de origen, donde adquieren el billete de avión y contratan el hotel y el coche de alquiler. En el caso de algunos visitantes que se trasladan a Mallorca en régimen de todo incluido, su presupuesto no supera los 360 euros para seis días. Blanca, de Madrid, es el ejemplo más evidente. Ella y sus amigos eligieron la isla para su viaje de fin de curso atraídos por un chollo: 160 euros en un hotel de tres estrellas con toda la comida y la bebida pagadas durante casi una semana. "Los 200 euros restantes los dedicaré a visitar Palma y a divertirme", explica.

No todos los ´all inclusive´ resultan tan económicos. Bertha y su marido han abonado 680 euros cada uno por su estancia de ocho días en Son Servera. "Para nosotros es muy importante saber cuánto nos vamos a gastar durante nuestras vacaciones. No queremos sobresaltos. Evidentemente, comeremos y cenaremos en el hotel salvo hoy [por el martes, día en el que se realiza la pregunta], que hemos venido a conocer Palma y el próximo viernes, que hemos contratado una excursión por la Serra de Tramuntana", afirma Bertha. "Si nos tenemos que tomar un café, comer un helado o comprar un regalo para la familia, lo haremos", afirma. "No somos tan tacaños", bromea.

De diez a 45 euros menos

Un estudio de los profesores de la UIB Joaquín Alegre y Llorenç Pou sobre el gasto del turista de todo incluido expone que su consumo fuera del hotel es 10 euros inferior que el del cliente alojado con pensión completa, 14 menos que el de media pensión y 45 menos que el que contrata solo desayuno. El informe de los expertos confirma que el viajero de la ´pulserita´ no solo recorta su dispendio en bares y restaurantes, sino también en diversiones y excursiones.

Los que no aplican la tijera en fiesta son los más jóvenes. Para ellos la juerga comienza a las diez y media de la mañana y finaliza cuando el cuerpo enarbola la bandera blanca. La lista de fiesteros es interminable, basta con dar un paseo por la Platja de Palma y, en menor medida, Magalluf. Jüpp Zundi, Giulio Di Carlo, Christen, Jay, Marco, Uwe, André... Ataviados con camisetas de sus equipos de fútbol favoritos y gafas de sol compradas a los vendedores ambulantes subsaharianos, viven con una botella pegada a la mano. No esconden sus pretensiones. "Las visitas culturales las dejaré para el siguiente viaje", se carcajea Uwe, encantado con la oferta nocturna de la Platja de Palma. En su bolsillo guarda 500 euros. "El 75% se irá a cerveza, que no es muy barata, y el resto, a comer, que no representa una prioridad", dice Uwe.

Los datos de la Encuesta de Gasto Turístico (EGATUR), publicada mensualmente por el Gobierno, sostienen que los extranjeros invierten en Mallorca una media de 106 euros al día, casi un 7% más que un año antes. Esta cantidad supera notablemente la mencionada por las personas que han participado en este reportaje. Una de las razones de esta disparidad puede estribar en que los de mayor poder adquisitivo, los mayores de 35 años, son más reacios a desvelar su presupuesto.

No es el caso del francés Nicolas Marechal, procedente de Burdeos. Él, su mujer y su niña de tres años se han dejado 1.300 euros en el hotel y en el vuelo. Cuentan con otros 2.000 euros para disfrutar de Mallorca. "Nosotros haremos cosas distintas al resto de la gente. Queremos conocer Palma a fondo. Acabamos de recorrer el Casal Solleric y la Fundación Joan Miró. Ayer comimos en una arrocería de un barrio que nos recomendaron y mañana nos vamos a Sóller en el tren. Si la niña fuera un poco más mayor, aprovecharíamos para hacer una excursión por la montaña", explica Nicolas Marechal.

En finca pero sin derroche

Otros, menos espléndidos, como Martin, su mujer y su hija, vienen con el dinero justo. Martin ha establecido un tope de 500 euros para los nueve días de vacaciones. Pocas alegrías se permitirá este alemán, que deambula por las calles de Ciutat contemplando los escaparates desde la calle, sin atreverse a entrar. Eso sí, se aloja en una finca "espectacular" en Petra, con un jardín inmenso y una piscina.

A pesar de la recuperación económica, los viajeros siguen conteniendo sus impulsos Ni excursiones, ni alquiler de vehículos ni comidas adicionales. "Llegan, incluso, a prescindir de la contratación de seguros de viaje", sostienen desde la Federación Española de Agencias de Viaje.

Según una reciente macroencuesta encargada por la Comisión Europea –´Actitudes en turismo´–, los ciudadanos del continente eliminarán de sus viajes los tratamientos de belleza y las compras, en este orden, si se ven obligados a ajustarse el cinturón.

Desde que se inició la crisis, los europeos han condensado su dispendio vacacional de forma abrumadora y la tendencia para la actual campaña se acentúa ligeramente, sobre todo, entre los británicos e irlandeses. Los bares y restaurantes mallorquines dependientes del mercado anglosajón acusarán esta situación con más intensidad. El 14% de los británicos y el 20% de los irlandeses disminuirá su consumo en clubes. De un modo muy parecido actuarán los visitantes franceses.

La satisfacción de los extranjeros alcanza puntuaciones muy altas en España. La media pone una nota de 8,5 sobre diez. Notable alto. Balears cosecha una de las puntuaciones más bajas (8,3) junto a Madrid y Andalucía, frente al sobresaliente que obtienen asturianos y navarros. La complacencia de los turistas extranjeros se sustenta, sobre todo, en la gastronomía, las infraestructuras y el entorno. Los franceses son los que más disfrutan con las viandas locales y los británicos con el ocio nocturno.

A día de hoy, lo más demandado es lo segundo. El alemán Jüpp Zundi lo tiene claro como el tequila que se acaba de echarse al coleto, y que secunda con una cerveza. "He venido a pasar cuatro días junto a mi equipo de fútbol –saca de la cartera una foto del grupo con la camiseta de los equipos inferiores del Borussia Dortmund–. Dispongo de 400 euros para gastar. El 50% lo dedicaré a los balnerarios y el resto a las discotecas", dice mientras sonríe de oreja a oreja. Sus compañeros suscriben sus palabras con una carcajada, mientras la dueña de una tienda de recuerdos tuerce el gesto. Su local, vacío, no entra en la lista de prioridades de la chiquillería que entra y sale de la playa.