¿Recuerda aquellos días en los que en las comidas familiares y las cenas de amigotes se hablaba sí o sí de que había que comprar piso? Haga memoria, que fue anteayer: eran tiempos en los que la teoría vigente dictaba que la vivienda era una ganga por la simple y poco argumentada razón de que los precios "nunca" iban a bajar. Y lo que nunca va a bajar, solo puede subir. Y si solo puede subir, el que no compra está loco. Estaba loco. Cuando aquella fiebre se apoderó del país corría el año 2006, y los precios habían puesto rumbo a sus máximos, que llegaron pronto, a mediados de 2007. Eran los últimos días de Matas y su Palma Arena, fecha en la que el Gobierno ZP se afanaba en asegurar que la crisis que se veía venir en el mundo pasaría de largo por España. ¿Cómo iba a haber crisis si los precios de la vivienda se demostraban infalibles al alza? Acababan de quedar atrás los últimos años de precios asequibles, el 2004 y 2005 que vieron al primer Zapatero, el del "no nos falles", el bienestar social y los derechos civiles. Pues bien: la vivienda en Mallorca ha vuelto al 2005. Cuesta de media 2.039 euros por metro cuadrado, un 15,5% menos que al calor de la euforia inmobiliaria de 2007 (2.411 llegó a ser el precio medio).

Tan meteórica fue la subida que han tenido que pasar cuatro años de la peor crisis financiera y el mayor pinchazo inmobiliario para que los precios de la vivienda retrocedan a los de mediados del año 2005. El mismo fenómeno, pero acentuado, se da con los pisos y hogares de menos de dos años de antigüedad, que, tras devaluarse un 17% desde los máximos de 2008 (2.675 euros), está en 2.205, de vuelta al año 2005. Aunque habrá notado que, pese a que los precios están en 2005, ni en las comidas familiares ni en las cenas de amigotes se percibe ya la necesidad imperiosa de comprar.

Más bien al contrario. Ni sobra el dinero, ni parece el momento para meterlo en ladrillos. Con subidas de tipos de interés a la vuelta de la esquina y las deducciones a la compra de vivienda ya en los libros de historia, el sector inmobiliario vuelve a desinflarse. Es un globo pinchado y desinflado: así de crudo lo pintan en el sector, que en el inicio de 2011 ha perdido el escaso fuelle que cogió en el tramo final de 2010 con los últimos días de la desgravación por comprar piso. El resultado es demoledor: la vivienda en Mallorca está en precios del año 2005, y pese a ello hay que irse hasta el año 1997 para encontrar peores cifras de venta.

Lo dicen las series históricas del Ministerio de Fomento y Vivienda y lo corroboran quienes pelean cada día para salir adelante entre ladrillos por poner y pisos que enseñar: "La verdad es que la compraventa está muy parada. Está tan mal que nosotros hemos decidido cesar la actividad", cuenta Miquel Mulet, de la Inmobiliaria Abad, ahora cerrada a la espera de tiempos mejores. Mientras llegan, en su empresa siguen tirando con otros negocios. "Supimos diversificamos. Ahora tenemos un comercio de productos baleares y además alquilamos locales comerciales en el centro, y la verdad que el alquiler va muy muy bien, la verdad", confiesa Mulet, consciente de que la misma irrupción de grandes multinacionales de la moda que ahoga al comercio tradicional está permitiendo salir a flote a las inmobiliarias que en su día invirtieron en locales.

Porque los pisos no dan. El caso de Abad es paradigmático, aunque ni mucho menos único. Desde que empezó la crisis han cerrado 4.000 oficinas inmobiliarias, han quebrado o desaparecido 40 redes de compraventa y se han ido al garete 15.000 empleos directos en toda España, según datos de Tormo & Asociados. Y Mallorca no ha escapado a la debacle que ha adelgazado al sector que no hace tanto lideraba la economía.

La vivienda de calidad se vende

Aunque la crisis va por barrios: el desastre de ventas en pisos de nivel medio y bajo no es tan acusado en pisos de nivel alto. "En vivienda de segunda mano de calidad, se han reajustado los precios, pero no estamos parados: hay un movimiento suave y, con esfuerzo, se cierran operaciones", explica Luis Orta, de Palau Reial, que pese a los nubarrones se declara más optimista que meses atrás. Es el único de los consultados. Y tiene explicación que así sea: el negocio principal de Palau Reial es la venta de pisos de caché, con el valor añadido de la ubicación privilegiada o la calidad exacerbada, un segmento al que acuden clientes poco o nada dependientes del crédito bancario.

Porque las inmobiliarias que dependen de las ventas vía hipoteca siguen con los dientes apretados. "Los bancos siguen poco dispuestos. Ha sido un mal invierno, no se ve alegría en el sector. Vamos cerrando operaciones pequeñitas, pero casi todas con clientes alemanes. ¿Por qué? Porque los bancos solo están dando créditos a quienes tienen ya dinero ahorrado, y los españoles están peor que los alemanes", aclara Domingo Chaparro, de Perera & Partner, que asegura que el cliente mallorquín "busca fundamentalmente alquiler".

Querer y no poder

¿Quiere eso decir que los mallorquines ya no quieren comprar? Pues no: según el Barómetro Inmobiliario 2010, el 71% de las personas que buscan piso prefieren la compra sobre el alquiler. Pero no les da el presupuesto. Lo expone con rotundidad uno de los consultores inmobiliarios que más claro hablan, José Luis Ruiz, autor del libro Adiós, ladrillo, adiós: "Para la mayoría de la gente no es buen momento para comprar, porque directamente no puede", zanja, antes de defender lo que el sector no quiere ni oír: hay que bajar más los precios de los pisos. ¿Cuánto más? Mucho más: según Ruiz (que maneja tesis parecidas a las del conseller de Vivienda del Govern), los pisos deberían volver a 2001. Es decir: en Mallorca se han abaratado casi un 20%, y aún le quedaría otro 30% por caer.

¿Caerán? Las inmobiliarias le dirán que no. Y menos en zonas privilegiadas. Los promotores, presididos en Balears por Biel Oliver, insistirán en casi lo mismo: los precios han bajado todo lo que tenían que bajar. Sobre todo en vivienda nueva. "El mercado de segunda mano aún puede tener recorrido a la baja, pero la construcción nueva no va a bajar más. El stock de vivienda nueva está en cifras cercanas a lo normal, por debajo de 4.000. Los promotores ya han digerido el exceso de vivienda y ahora no van a bajar los precios", aclara Oliver, que asienta su razonamiento en un argumento de peso: la construcción está parada, por lo que lo único que se puede comprar es lo que ya está hecho.

Las cifras le dan la razón. Y explican al tiempo el drama que vive el mercado laboral: no hay precedentes en una estadística que empezó a medirse en el año 1991 de un ejercicio en el que se iniciaran menos viviendas que en 2010. El año pasado Balears solo puso en marcha la contrucción de 1.894 hogares. Para que se hagan una idea, el anterior mínimo es de 1993, también en crisis, solo que entonces se iniciaron mil viviendas más de las empezadas en 2010. Y por ahí se muere el mercado laboral de unas islas que llegaron a entregar en el año 2007 un total de 12.162 pisos nuevos. A ese ritmo no había paro en la construcción. Claro que a ese ritmo Balears pasó de tener 504.000 viviendas construidas en 2001 a cerrar la primera década del siglo XXI con 597.500: 93.000 casas más en diez años, los del boom inmobiliario, los de la fiebre del ladrillo en la que no comprar era locura. ¿Recuerda?