Pese a la importancia del cargo que ostenta en el gobierno del Vaticano –primer miembro de la Compañía de Jesús que ostenta el cargo de secretario en la moderna Inquisición y español de mayor rango en la curia vaticana–, el jesuita mallorquín Luis Ladaria (Manacor, 1944) se niega a hablar del trabajo que realiza en Roma y elude con soltura cualquier cuestión polémica. Se ha desplazado hasta su casa, Mallorca, para participar en los actos de conmemoración por el 450 aniversario del colegio de Montesión, la escuela jesuita más antigua del mundo. "Ubicada en el mismo lugar", matiza el arzobispo Ladaria.

—450 años del colegio Montesión. ¿Un buen motivo para desplazarse a Mallorca para presidir la misa conmemorativa y los actos organizados por la Asociación de Antiguos Alumnos?

—Sí. Se cumplen 450 años del colegio de Montesión, que es la escuela jesuita más antigua del mundo aunque, eso sí, ubicada en el mismo lugar. Más antiguo era el colegio Gregoriano de Roma al que sustituyó la Universidad Gregoriana en la que impartí clases, pero ésta última estaba ubicada en un lugar distinto al del colegio original.

—En la misa se va a recordar a todos los antiguos alumnos y profesores del colegio hoy ya desaparecidos. ¿De qué profesores guarda un recuerdo más grato de su etapa como estudiante?

—No querría nombrar a algunos y olvidarme de otros. No obstante, tengo un grato recuerdo del profesor don Miguel Ferrer, recientemente fallecido. Y de don Miguel Nicolau, que sigue entre nosotros y hoy participará en los actos conmemorativos del colegio (este entrevista se realizó a primera hora de la mañana de ayer, antes del comienzo de los eventos programados). Entre los jesuitas no puedo olvidar al padre Federico Serra.

—¿Y al hermano Prades?

—Yo apenas tuve contacto académico con él porque comencé los estudios en Montesión en Bachillerato, y el hermano Prades se ocupaba de los cursos de los más pequeños. Pero sin lugar a dudas es una institución en el colegio del que hay que resaltar su cercanía y simpatía hacia todo el mundo.

—¿Y a qué alumnos que estudiaron con usted recuerda?

—Al también jesuita Javier Monserrat (profesor de Psicología en la Universidad Autónoma de Madrid), que acudirá a los actos programados para hoy (por ayer). Es un buen amigo. Entre los alumnos que cursaron estudios conmigo también estaba Fernando Alzamora, presidente de Sa Nostra.

—Es conocida su brillantez como estudiante. ¿Fue príncipe de Montesión?

—Sí, fui príncipe de mi promoción (1960) y el regulador (segundo en el escalafón de cada promoción) fue el arquitecto y ex director general de carreteras Gabriel Le Senne.

—El colegio ha formado a muchas personas que luego, de una manera u otra, han descollado entre la sociedad mallorquina. ¿Qué diferencia a la educación en un colegio jesuita de la del resto?

—En el caso concreto del colegio de Montesión se imponía a los alumnos una sana exigencia y una buena disciplina. También es muy importante la cercanía que mostraban los profesores hacia sus alumnos.

—¿Es cierto que su vocación nació en este colegio?

—Sí, es evidente. Mi vocación se despertó durante los estudios que cursé en Montesión.

—Pero antes de coger los hábitos su padre quiso que tuviera unos estudios civiles...

—Dejemos de lado lo de los deseos de mi padre, sobre lo que no quiero entrar. Lo cierto es que estudié Derecho en Madrid.

—¿No estuvo tentado de ejercer tras estos estudios de Derecho?

—La verdad es que no. No me motivaron para dedicarme a la abogacía o a cualquier otra profesión relacionada con el Derecho.

—¿Qué respuesta espera a los actos conmemorativos de este 450 aniversario?

—Una gran participación por parte de los antiguos alumnos y de sus familiares. Y que la cosa no quede sólo en un ejercicio de recuerdo del pasado, que se aproveche para resaltar la labor presente y futura de este colegio jesuita.

—¿Ve posible otros 450 años más de Montesión?

—(Risas) Es muy difícil poder profetizar algo así. Espero que sí, sería algo muy bonito.

—Los cremadilllos de Miquel des Forn también participan en el homenaje...

—(Risas) Sí, Miquel es un compañero muy cercano a los antiguos alumnos. Es otra institución del colegio y se ha encargado de alimentar a muchas generaciones de alumnos con sus cremadillos y otras exquisiteces de su horno.

—¿Viene mucho por Mallorca? ¿La encuentra cambiada?

—Vengo bastante a menudo. La última vez que estuve fue en Navidades, para visitar a mi familia. ¿Cambiada? No mucho. Pero yo me suelo mover por los mismos ambientes de siempre que básicamente siguen igual.

—Vive permanentemente en Roma, ¿desde cuándo?

—Desde hace veintiséis años pero, repito, vengo bastante a menudo y no pierdo el contacto.

—¿Percibe desde el Vaticano los cambios y los problemas que se están dando últimamente en la sociedad española?

—En la sociedad española, como en todas partes, hay problemas. También los cambios se dan a nivel global. Y no puede decirse que todos los cambios sean negativos. También los hay que tienen efectos positivos.

—¿Qué opinión le merecen iniciativas como el matrimonio entre homosexuales o la ampliación de la ley del aborto promovidas en las últimas legislaturas socialistas?

—No quiero entrar a valorar esos asuntos. He venido aquí a celebrar el aniversario del colegio de Montesión.

—¿Cuál es la función principal de la Congregación para la Doctrina de la Fe ?

—Promover la recta fe de la Iglesia. Pero, repito, no quiero hablar de nada que tenga que ver con el trabajo que desarrollo en Roma. Cualquier declaración en este sentido tiene mucha repercusión que quiero evitar. Para ostentar este cargo hay que hacer gala de una gran prudencia.

—En Balears se han denunciado recientemente dos presuntos casos de abusos sexuales a menores por parte de religiosos. ¿Tiene esas investigaciones sobre su mesa?

—No puedo ni quiero hablar de estas cuestiones.

—Está bien. ¿Qué recuerdo más grato guarda de su estancia en Montesión?

—Las excursiones que hacíamos con los padres jesuitas.

—¿Alguna en concreto?

—Todas. Las que hicimos a Llucmajor, Cura, a la Serra...