Si Hacienda somos todos, en estas islas somos casi mil millones de euros al año más pobres. Ni uno, ni dos, ni cien: mil millones. Según datos de la Agencia Tributaria, la recesión ha pegado tan duro en Balears que las arcas públicas han pasado de recaudar 3.023 millones de euros en el último año de bonanza (2007) a recoger apenas 2.069 millones en el ejercicio más duro de la crisis (2009). Y ese retroceso, sumado al del 2008 del terremoto financiero y al de un 2010 golpeado en Mallorca por huelgas aeroportuarias y volcanes turísticos, deja una cifra para la historia: 2.179 millones menos de recaudación en tres años de tormenta económica y subidas de impuestos.

¿Muchos? Muchísimos. El desplome es tal que no tiene precedentes en las islas: nunca antes se había hundido el cobro de impuestos un 31%, como ocurrió en los tres años que pasaron entre el 2007 del ladrillo feliz y el 2010 del ladrillazo y el récord de paro. Y por ese agujero se resquebrajan las cuentas públicas, que han asumido el esfuerzo que requería arrancar una economía gripada justo cuando menos gasolina había en el depósito común.

Porque mil millones al año son tantos que equivalen al doble de lo que dice el Gobierno central que invertirá este año en Balears (454 millones). Suman una tercera parte del presupuesto del Govern. O más de lo que gastará la comunidad en Educación. Son casi tantos como se dedicarán a la sanidad y a las nóminas de quienes la atienden. O la comparación más odiosa: mil millones son cien veces lo que gasta al año Balears en formar a sus parados. Por no hablar de Matas, al que mil millones de euros (166.000 millones de las extintas pesetas) le darían para comprarse 300 palacetes y edificar diez Palma Arenas (comisiones y ascensores a ninguna parte incluidos).

Beneficios desaparecidos

Aunque lo peor no es para Hacienda: la sangría que en el fisco es drama, para las empresas es tragedia. O fingida tragedia. Dos datos lo dicen todo: en 2007 apoquinaron 663 millones correspondientes al impuesto que grava sus beneficios (el de Sociedades), una cantidad que el año pasado se redujo a 270 millones (un 59% menos). Es decir, los empresarios de esta isla ganaban y tributaban casi el triple en 2007. O dicho con mayor precisión: las empresas de las islas decían ganar el triple en 2007, cuando la crisis aún no había alimentado el resurgir de la economía sumergida. Que el desplome empresarial tiene sus paradojas: mientras los beneficios reconocidos por las empresas caían en barrena, crecía la recaudación en el impuesto más polémico de 2010, el IVA, el tributo del consumo y el consumidor, que tras la subida de tipo que aplicó el Gobierno disparó un 42% su aportación a las arcas públicas (aunque sigue por debajo de las cifras de 2007: 654 millones entonces, apenas 489 ahora).

Menos margen para el maquillaje fiscal que las empresas tienen las familias, que aprietan los dientes. Decir que una comunidad en la que el paro se ha disparado hasta las 126.000 personas es más pobre es subrayar lo obvio, pero es que así es. Lo deja claro la evolución del impuesto que mide la riqueza de los ciudadanos, el IRPF, que le pone cifras en euros a aquello de apretarse el cinturón: los 1.513 millones que captaba Hacienda por la renta allá por 2007, se redujeron a 1.243 millones en 2010. Los baleares son así un 17% más pobres. Y más que los españoles se resienten los extranjeros, entre los que se recauda un 42% menos. ¿Casualidad? Quizá, pero las dos caídas más acusadas de recaudación se producen en el impuesto sobre los beneficios de las empresas y entre los más castigados por el paro y el trabajo sumergido: los extranjeros.

No hay que hilar tan fino para encontrar explicación a una de las pocas vías de ingreso que han mejorado para Hacienda: los recargos por pagar tarde. Cuando en el año 2007 España era portada del Financial Times y The Wall Street Journal por lo que bautizaron como "milagro económico", el fisco y la Agencia Tributaria solo imponían 1,7 millones en intereses de demora a los contribuyentes poco puntuales de estas islas, un castigo al pagador tardío que se ha multiplicado por cuatro hasta los 7,3 millones. Que Hacienda somos todos, pero cuando no hay dinero cuesta mucho entenderlo.