Montserrat Casas Ametller (Hostalric, Girona, 1955) seguirá al mando de la Universitat hasta 2015, al no haber tenido rival en las elecciones rectorales del pasado miércoles. La jornada de comicios estuvo marcada por una gran abstención, especialmente por parte de los estudiantes.

—¿No le preocupa que sólo votara el 8% de la comunidad universitaria?

—En total, y tal y cómo esta en la normativa, la participación según el voto ponderado ha sido del 47 por ciento. En 2007 fue del 68,4%. Esta diferencia de participación no es por desinterés hacia la gestión de la universidad sino porque la gente no ha hecho el esfuerzo al haber sólo una candidatura.

— En el caso de los estudiantes sólo participó un 3,3%.

—Es una pena que este colectivo participe poco, pero es algo que sucede en todas las universidades. Antes de las elecciones habíamos programado reuniones con estudiantes y la participación fue por lo general muy baja.

—¿Habrá Medicina el curso que viene?

— Con los recursos que tiene ahora la Universitat no puede asumir este reto. Los nuevos planes de estudios de Relaciones Laborales ya lo estamos asumiendo con la buena voluntad de los profesores, porque nos faltan recursos. Los planes de estudio de Medicina están pendientes de verificación. Luego el Consell de Govern tendría que aprobarlo y después el Consell Social ha de ver si lo considera adecuado. Con este proyecto no se ha de correr, se ha de hacer un camino adecuado y con garantías de calidad.

— Si le diesen el dinero que costará Medicina y lo pudiese invertir en lo que quisiese, ¿en qué lo gastaría?

—La prioridad es culminar la adaptación a Bolonia, reorganizar los postgrados y hacer la escuela de doctorado, para lo que necesitamos recursos e infraestructura. También necesitamos infraestructura para hacer los nuevos planes de estudio que se consideren pertinentes.

—¿Nadie más se ha presentado a rector porque nadie quiere lidiar con esta etapa de recortes presupuestarios?

—Efectivamente, gestionar la Universitat con los recortes es complicado. Además, la financiación de la UIB ha sido baja desde siempre. Ahora con 57 millones de transferencia nominativa (lo que son 4.140 euros por estudiante) es un 1% más baja que en 2007. Y seguimos necesitando más recursos para adaptar Bolonia. Hemos hecho un gran esfuerzo para buscar recursos ajenos a la administración pública, pero igualmente necesitamos apoyo. Sabemos que es un momento complicado y hacemos un esfuerzo para ser eficientes, pero el esfuerzo tiene un límite.

—¿Qué se le ha quedado pendiente en su primer mandato?

—Nos sentimos orgullos de la implantación del Plan Bolonia, que falta culminar. También hemos apoyado la investigación individual, pero no se ha podido crear una plantilla estable de investigadores. Necesitamos recursos para la investigación, los investigadores de la UIB se lo merecen. También hemos trabajado en el reconocimiento de la labor del personal de administración y servicios y del profesorado, se han producido 36 promociones a cátedra, pero tenemos que seguir trabajando para mejor las condiciones de trabajo de todo el mundo, también queda por hacer en la sostenibilidad del campus y para aumentar la presencia de la UIB a nivel autonómico, nacional e internacional, y lograr el sello de Campus Excelencia Internacional, para poder aspirar a proyectos europeos de investigación.

—Uno de sus objetivos para esta etapa es que la UIB "se consolide como una de las mejores universidades del país", ¿cómo hacer eso sin dinero?

—No estamos mal posicionados. Somos la segunda universidad del país en cuanto a colaboraciones internacionales en publicaciones científicas. En actividad investigadora no estamos mal posicionados, tenemos un 30% más de citas que la media española. Lo que pasa es que el sistema es muy frágil, hace falta una política a más largo plazo. Hay investigadores que se van fuera a hacer becas post-doc y no vuelven. Tenemos 41 patentes y 14 empresas spin-off, somos una universidad eficiente, pero necesitamos recursos y no sólo para la investigación, también para la docencia y para poder atraer así a más estudiantes y a profesores y poder ofrecer nuevos estudios.

—Si la administración pública recorta el presupuesto, ¿la inversión privada se vuelve más necesaria que nunca? Los estudiantes recelan de la entrada de las empresas en la UIB.

— Hemos incrementado el número de cátedras, ahora tenemos 19. La Universitat es una institución que crea el 0,9% del PIB de Balears, crea puestos de trabajo y personas formadas que devuelven con sus impuestos más dinero al erario público. Por cada euro que se invierte en la UIB esta devuelve 3,7 euros. Cada vez más, la Universidad ha de estar integrada en la sociedad ya que contribuye a mantener el Estado de Bienestar. Es normal que la sociedad apoye a la Universitat, y también las instituciones privadas. El tejido económico ha de ver que si no tiene personal de alta cualificación no podrá competir en un mundo globalizado.

— ¿No le da pena tener que poner ´numerus clausus´ y dejar fuera a gente que quiere estudiar?

—Sí, pero una de las exigencias de Bolonia es que para los seminarios se hagan grupos pequeños y una atención más cercana al estudiante eso implica más infraestructuras y más recursos humanos y no podemos admitir a más alumnos si queremos garantizar una enseñanza de calidad. Por eso este año hemos puesto numerus clausus en siete estudios más.

—Merkel está llamando a nuestros profesionales cualificados, ¿los perderemos para siempre?

—Allí se irán y no volverán, porque difícilmente aquí podrán obtener estabilidad con esta cualificación personal. Es una oportunidad perdida.

– ¿Qué le diría al próximo inquilino del Consolat de Mar?

— Que piense que sin la Universitat Balears difícilmente podrá ser competitiva.