Este mundo no está preparado para los ciudadanos ejemplares, en serio. Cuanto mejor te portas con las diferentes administraciones, más aviesas se vuelven en tu contra, está en su naturaleza. Entre las infinitas maneras de socavar la paciencia y el bolsillo del ciudadano de pro que se han inventado últimamente, me quedo con el aparcamiento del hospital de referencia de Palma, de momento un referente en cuanto a tocamiento de las narices de los usuarios y de sus propios trabajadores. El estacionamiento de Son Espases es como una sesión continua de Benny Hill, una comedia de situación donde en cualquier momento te esperas ver cómo sale corriendo en paños menores el conseller de Salud Vicenç Thomàs, (el paganini), perseguido por Florentino Pérez (el concesionario) y risas enlatadas de fondo, y una banda sonora de ring ring caja, vamos, una eterna broma tronchante para la plantilla y los visitantes. Algo tan básico como dejar el coche y apoquinar, y largarte cuanto antes a seguir con tus asuntos se ha convertido en una puñetera vicisitud. Un día no te cierran la barrera, otro día no te la abren, y el tercero te cobran cuando pasabas por allí en tu jornada libre paseando al perro porque llevas en el bolsillo una supertarjeta con un chip, y la inteligencia artificial que gestiona todo el tinglado se ha vuelto loca. Loca a su favor, claro, que para eso es inteligencia.

El viernes, el tronchante sistema informático del aparcamiento de Son Espases se dedicó a realizar cargos de dos euros por emplear su instalación a personal sanitario que había viajado en autobús, y a gente que llegaba al tajo compartiendo coche con unos compañeros. Genial. Así aprenderán a no ser tan "sostenibles", que de esa manera las multinacionales no van a cuadrar el balance. Casualmente, el modernísimo artefacto penalizó a los usuarios más esmerados y conscientes, a los que apuestan por el transporte público y la eficiencia energética, y el "piensa en verde". Así optarán por ir cada uno en su vehículo particular, que viene a costar lo mismo, no se vaya a acabar el negocio suculento de la concesionaria. Es posible que en algún momento se plantease cobrar sólo a quienes no llevasen encima el carné del Real Madrid, o sólo a las rubias, o sólo a los fiscales anticorrupción, pero finalmente se optó por los ahorradores y los ecologistas, pura sensatez.

Pues eso, que me fascina ese engendro informático de nueva generación que te despluma sin ser de tu propia familia política, ni tu representante en las Cortes, ni tu contable. Me lo imagino, por ejemplo, en manos de la Conferencia Episcopal, en plan cepillo electrónico, o de la vicepresidenta económica, que tampoco llega a fin de mes. ¿En qué ley se ampara que Perico de los Palotes te puede requisar tu dinero sin necesidad siquiera de demostrar que has pasado delante de un lector de chips o códigos de barras, o comprado un bien o servicio? ¿En la de Protección de Datos, o en la del Buen Gobierno? ¿Piensan ampliar su radio de acción a otros ámbitos, como la ORA? Y todo este desmadre sin haber siquiera accedido al recinto hospitalario. Que ése es otro cantar, también muy moderno.