Una compañía aérea que opera en Mallorca permitió que un pasajero, que iba despistado, pudiera entrar en un avión con un billete y una tarjeta de embarque equivocadas. Ni el sistema informático, ni las empleadas del control de entrada al avión, ni el recuento que supuestamente deben realizar las azafatas para comprobar si el número de pasajeros que están sentados encajan con la lista de viajeros, fue suficiente para evitar este error. Al final, el cliente aterrizó a 600 kilómetros de su lugar de destino.

Esta extraña situación, que ha sido denunciada ante la Guardia Civil y ante Aena, ocurrió el pasado jueves en el aeropuerto de Palma. El pasajero había comprado un billete por internet y tenía previsto viajar a Bilbao. Desde allí se desplazaría después hasta La Rioja. Facturó su billete y se dirigió con tiempo suficiente a la sala de espera del aeropuerto de Son Sant Joan. Desde megafonía avisaron a los pasajeros que en breve se procedería al embarque. La compañía aérea embarcó prácticamente al mismo tiempo a los viajeros de dos aviones distintos que salían casi a la misma hora, pero a destinos distintos. El pasajero, en lugar de colocarse en la cola para entrar en el avión que se dirigía hacia Bilbao, se colocó en la otra de los viajeros que se desplazaban a Barcelona. Teóricamente este error debería haberse solventado en el control de pasajeros, porque el documento de embarque que llevaba en la mano no debería haberse aceptado.

El cliente de la compañía, que reconoce que no se fijó en el letrero que indicaba el número de vuelo y su destino, entregó a la azafata del control la tarjeta de embarque y su carnet de identidad. La empleada pasó el documento por el scáner que teóricamente está conectada al sistema informático de la compañía. A los segundos le devolvió el DNI al pasajero y le indicó que podía seguir. El sistema no había detectado que la tarjeta de embarque no correspondía al avión y un pasajero iba a entrar en el aparato para el que no tenía billete. El pasajero entró en la nave y comprobó que el asiento que le correspondía era el 1C. Se sentó en su asiento aguardando a que el aparato despegara.

De pronto apareció otro viajero, que este sí que sabía que se dirigía hacia Barcelona, y le llamó la atención al denunciante diciéndole que estaba ocupando su asiento. En efecto, había dos tarjetas con el mismo número de asiento. Era evidente que se había producido un error y que dos pasajeros no podían volar en el mismo asiento. Para resolver la situación se solicitó la mediación de la auxiliar de vuelo, quien comprobó las dos tarjetas de embarque y afirmó que se trataba de un problema informático. No se dio cuenta que no era un error informático, sino que un pasajero se había equivocado de vuelo. La auxiliar le preguntó si tenía algún inconveniente en cambiar de asiento y aceptó la propuesta. Hasta tres veces tuvo que levantarse de asiento para conseguir una butaca vacía.

El pasajero se acomodó. Le quedaba por delante una hora de vuelo. Cuando apenas había transcurrido un cuarto de hora la nave inició la maniobra de aterrizaje. El viajero se alarmó. Pidió explicaciones a la auxiliar quien le confirmó que el avión se dirigía a Barcelona, no a Bilbao. Al comentarle que se había equivocado de vuelo y que él debía dirigirse a Bilbao, la empleada se llevó las manos a la cabeza e hizo una exclamación en alemán.

Comandante

El pasajero esperó a que todos los otros clientes bajaran del avión y solicitó a otra azafata que quería hablar con el comandante. El responsable del avión salió al encuentro y se mostró extrañado por lo ocurrido. Incluso llegó a preguntarle cómo había podido subir a ese avión.

El pasajero fue conducido a la terminal del aeropuerto de El Prat de Barcelona y contactó con el stand de la compañía. Le atendió una empleada que intentó buscar una explicación sobre la cadena de errores que cuestionaba todo el protocolo de seguridad. Esta empleada también intentó buscar una conexión, tanto aérea como terrestre, para que el pasajero pudiera al final llegar a su destino.

La denuncia del afectado afirma que en el stand también se encontraba el encargado, que intentó zancadillear la propuesta de la otra empleada, que propuso desplazarse a otra terminal del aeropuerto para comprar en metálico un billete de tren para que pudiera desplazarse a su destino. El encargado no le dio permiso a su subordinada para desplazarse a la otra terminal, alegando que se trataba de un abandono del puesto de trabajo.

El pasajero encontró una solución telefónica. Llamó a un teléfono de la compañía y explicó su odisea aérea. Nada más colgar sonó el teléfono de la oficina de Barcelona. Cogió el teléfono el encargado y se supone que le llamaban desde la central. Cuando terminó la conversación se gestionó la compra del billete de tren. Al final el pasajero pudo llegar a su destino, eso sí, mucho más tarde de lo previsto.