Jaime comparte piso en Palma y tiene los brazos destrozados. Margalida también vive en Palma, aunque suma cuarenta años más que Jaime y oye perfectamente a gritos. Achaques de la edad. No los sufren aún Espina y Tomeu, dos robles en la treintena que hacen vida en Mallorca. Igual que Estela y su novio, una pareja de 38 y 26 años a la que la expresión "hacer vida" se le queda generosa. Porque Estela y su chico renquean con un subsidio del Estado. Es lo único que los separa de una vida en el arroyo: Papá Estado los alimenta.

A ellos y a al resto de los nombrados, que tienen dos rasgos en común: todos amanecen cada mañana en la isla y todos dependen del dinero público para salir adelante. Aunque de formas muy diferentes. Jaime cobra una pensión de invalidez, mientras Espina y Tomeu se dejan a diario la piel y el uniforme para proteger a los demás a cambio de un sueldo (bajo) en el Ejército y las Fuerzas de Seguridad. Margalida en cambio es pensionista. Pensionista y pobre, como Estela y su chico, que no tienen ni trabajo ni paro: malviven a expensas de la red de albergues y comedores del Govern y el Consell y de los 426 euros que aún cobra ella tras haber agotado el paro. Aún. Porque papá Estado y el Gobierno que lo gestiona han decidido dar matarile a la ayuda a partir de enero.

¿La explicación? Papá Estado y mamá Comunidad sufren tanto que ya nadie les fía. Por eso estiran lo que no tienen y sufren. Las cuentas no cuadran. Tomen nota de dos grandes cifras y piensen en ellas unos instantes: según datos de la Encuesta de Población Activa y de la Seguridad Social, en Balears cotizan 352.800 trabajadores y autónomos del sector privado, cuya actividad sostiene un engranaje público del que dependen los sueldos, pensiones, subsidios, becas y ayudas de integración de 386.386 personas de más de 16 años.

Sumados los funcionarios, son en total 426.039 cotizantes y sus empresas los que alimentan una red de servicios públicos que atiende a más de un millón de personas. Entre ellas están esos 352.800 que cobran del erario público, pero también 300.000 personas de más de 16 años que no trabajan porque no quieren (aunque pagan impuestos como todo hijo de vecino). De ahí los dolores reumáticos de un papá Estado de responsabilidad creciente pero músculo raquítico, nutrido como está por una economía menguante. Porque por cada trabajador del sector privado, hay una persona que vive o malvive del dinero público, y otra que vive por su cuenta y se beneficia del Estado de Bienestar, pero no produce.

Aunque lo peor no es la foto que describe a una sociedad a la que se le agrietan los pilares que la sostienen, sino los augurios de esa bola de cristal que son las tendencias, que marcan un aumento vertiginoso de la carga que asume el Estado y un descenso preocupante de la capacidad de las empresas privadas para generar empleo. Otros dos datos lo resumen de forma perfecta: mientras el número de cotizantes a la Seguridad Social caía un 8% en tres años de crisis, el número de funcionarios y trabajadores públicos de Balears engordaba un 35%. Y mientras el músculo del Estado se dotaba de 19.300 funcionarios y contratados públicos más para llegar a los 73.200 que ahora cuenta la EPA, la cola del paro en las islas crecía en 49.200 personas entre octubre de 2008 y octubre de 2010 (un 88% más, casi el doble).

O dicho todo seguido: 19.300 empleados públicos más, 49.200 parados más, 6.986 pensionistas más y 37.500 cotizantes privados y autónomos menos. Todo en tres años de una crisis que ahoga de tal modo las oportunidades que a Jaime los funcionarios que revisan su pensión de invalidez le recomendaron no moverse demasiado. "No puedo trabajar, pero me dijeron que no tuviera prisa, tal como están las cosas", confiesa. Y se conforma: tiene 49 años y una pensión de 680 euros que le da para un alquiler de 280 en un piso compartido con una pareja de jóvenes "en paro que no paran de gritarse". El resto lo gasta por migas. Poco a poco. Cada día un poco de fruta y el menú diario de 2,20 euros que paga por comer en el rincón más barato de Palma (una casa de comidas junto a Sindicat).

"Los jóvenes exageráis la crisis"

Por eso se queja en voz baja. Como Margalida, que bromea sobre sus problemas de oído y susurra: "No oigo mucho, pero cuando oía me molestaba la gente gritona", confiesa con la mirada confiada que dan 82 años de experiencia. "Ya solo le tengo miedo a la enfermedad, porque con hambre me crié. Y ahora me dan 340 euros de pensión con los que no tengo lujos pero salgo adelante. Tengo mi casa y como poco". Compra por unidades y al céntimo. Hoy una manzana, mañana dos naranjas, un día a la semana una caja de leche. "Los de ochenta estamos acostumbrados. Sois los jóvenes los que exageráis porque solo conocéis los años buenos".

El problema para el futuro de los los exagerados jóvenes es que los de la edad de Margalida son más cada mes que pasa. Desde 2008, cada año Balears ha sumado 2.500 pensionistas y 6.500 trabajadores públicos, al tiempo que perdía anualmente 12.300 cotizantes a la Seguridad Social. Por eso economistas del nivel de Guillem López Casasnovas y Antoni Riera hablan de la necesidad de redimensionar el Estado de Bienestar para salvar al país de una quiebra que sería la de todos. "No creo posible evitar más y mayores recortes de gasto público", dice López Casasnovas, que no obstante advierte: "En el ajuste hay que ser cuidadosos: no todos se beneficiaron del mismo modo de la situación anterior". Lo saben Jaime y Margalida. También Tomeu, Espina y los miles de funcionarios y trabajadores público de sueldo rebajado que hay en la isla. Y Estela y los más de 100.000 parados que la crisis legó a Balears. Ni unos ni otros hicieron caer a al sistema financiero, aunque ahora pagan por él. "Ahí reside la necesidad de hacer una política social inteligente", zanja Casasnovas.