Imagínense ante el reto de resolver un puzzle con las piezas de otro. Difícil, pero no se expriman más: están ustedes viendo a los responsables de programación de las compañías aéreas, que ayer afrontaban el desafío matemático de encajar en los planes de vuelo del domingo a los más de 35.000 pasajeros de los aviones cancelados el viernes y el sabado en Son Sant Joan. Los de ayer, más los de días anteriores: 40.000 almas pendientes de los cerebros de las aerolíneas, más exigidos que nunca.

Y con una dificultad añadida: todas las piezas estaban ayer fuera de sitio. Los aviones se habían quedado atascados donde las bajas masivas del viernes los dejaron, no donde se supone que debían estar ayer. Y lo mismo ocurría con las tripulaciones, que en algunos casos habían acabado aterrizando de un vuelo internacional en ciudades con aeropuertos alejados de las rutas de renombre. Salamanca hizo las veces de Madrid y Zaragoza sustituyó a Barcelona en dos días de locura que pasarán a la historia.

En esa esquizofrenía empiezan a entenderse los datos de pérdidas que ayer facilitaban con cuentagotas aerolíneas, agencias de viajes, holdings turísticos y cadenas hoteleras. Quédense con un caso antes de pasar al navajazo que la huelga ha asestado al conjunto de la economía: el de Globalia, compañía que abandera el turismo mallorquín con marcas como Air Europa, Travel Plan o Halcón Viajes, cuyo presidente, Juan José Hidalgo, lamentaba ayer las graves pérdidas que "han golpeado de lleno en todas las ramas de la compañía". ¿Y eso son muchos millones? Muchísimos: a falta de datos concretos, el caos aéreo de dos días habría engullido más de la mitad de los beneficios de 2009. De los de Globalia y de los de otros gigantes como Air Berlin, Iberia o los grandes touroperadores internacionales que trabajan en Mallorca.

Y eso con un cálculo conservador en el que las compañías aún no han computado los daños sobre futuras reservas. Porque el turismo balear suda frío pensando en los clientes de Navidad y, sobre todo, en las reservas ya desbaratadas para la próxima temporada. "No se puede aún cuantificar el impacto que ha causado en la imagen de esta isla y de España lo que ha ocurrido estos días, pero seguro que es terrible", coincidía ayer el director general de Air Berlin, Álvaro Middelmann, compañía que estos días se ha ganado el aplauso de sus clientes a costa de quemar los ingresos de muchas semanas en pagar reservas de hotel, autobuses, comidas y retrasos. "Solamente en Balears y Canarias hemos alojado a más de 5.000 clientes que estos días se quedaron atrapados", confesaba Middelmann.

Peor que el volcán

Por ahí empieza a entenderse la magnitud del palo. Porque el sablazo no ha sido solo para las aerolíneas. Turoperadores, agencias, cadenas hoteleras y hostelería también han recibido de lo lindo. Si se atiende al cálculo de la patronal nacional de las agencias de viaje (Aedave), el sector turístico habría dejado de ingresar 250 millones de euros. A ellos habría que sumar los alrededor de 100 millones que en las compañías temen haber pérdido en las devoluciones de billetes (600.000 pasajeros tirados en toda España), en el alojamiento temporal de afectados y en la programación de vuelos extra para sacar al país del lío. "Aún es pronto para cerrar un cifra exacta, pero será mucho, mucho dinero", confiesan fuentes de Iberia, aerolínea en la que apelan a los casi 20 millones que les costó una nube tóxica de menor impacto en las cuentas de las compañías españolas que la huelga de estos días. A medio camino de esas cifras se quedan en Spanair o Air Europa, con pérdidas que pueden rondar los 10 millones de euros.

Abogados a la carrera

De ahí la preocupación de los gestores del sector turístico, que confiesan que los gabinetes jurídicos de las empresas y de las patronales ya echan humo preparando demandas para recuperar en los tribunales lo que el caos les ha quitado. "El martes nos reuniremos para decidir a quién se demanda, pero desde luego alguien se va a tener que hacer responsable de los gastos y pérdidas causados. Nos hemos sentido responsables de nuestros pasajeros y en consecuencia hemos actuado, pero ahora reclamaremos porque la culpa de todo esto no es de las aerolíneas", resume Middelmann, al que aún le escuecen los 60 millones que perdió el sector con el volcán.

Porque llueve sobre mojado en este año de locura aérea que aún no ha acabado. "Nos va a salir caro a todos. Llevamos casi 24 horas rediseñando rutas y recolocando pasajeros y tripulaciones. Y todo en tiempo récord", explicaban ayer otras fuentes de Iberia, que como Air Berlin, Air Europa, Spanair y el resto de grandes han vivido dos días de teléfonos al rojo vivo y mostradores colapsados. Y lo mismo le pasaba a agencias como la mallorquina Viatges Massanella, cuyos propietarios describen lo ocurrido como una situación "única y terrible para la historia del turismo de Balears".

Tan única que las reclamaciones ante Consumo en Son Sant Joan superaban hasta ayer las 600. Y tan terrible que la empresa gestora del aeropuerto, AENA, se quedaba ayer sin hojas de reclamación para sus clientes, a los que mandaban a quejarse a Internet. Y las compañías bastante tenían con lo suyo. "La gente es comprensiva, pero esto es como hacer un crucigrama a ciegas", explicaba gráfica una de las trabajadoras de Spanair que estos días ha hecho horas extra para resolver un puzzle al que ayer aún le sobraban miles de piezas.