Nuba no vende vacaciones en Benidorm, pero consigue que las Fuerzas Aéreas argentinas movilicen dos aviones Hércules para transportar a sus clientes y cuatro veleros hasta la Antártida. Así es el negocio de los viajes de lujo de Francisco Balaguer, el director general de la agencia, quien ha abierto una sucursal en Palma. La décima del país. La primera oficina de esta empresa de "sastrería", como él dice, se inauguró en el barrio pijo de Salamanca, en Madrid. Este detalle da idea de quién es su público objetivo: empresas y particulares con al menos 5.000 euros en el bolsillo para gastarse en una tregua. Abstenerse nuevos ricos amantes de los oropeles. "No ofrecemos el lujo de los dorados, sino hoteles boutique y lugares magníficos", precisa Balaguer.

Se diría que en la tienda, de diseño victoriano, encajada en la calle Cataluña, despachan billetes para trenes humeantes. Que también. "Para un regalo de cumpleaños pusimos en marcha una locomotora de vapor de 1830. Nos llevamos al mayor experto de Europa en este tipo de máquinas, un alto directivo de Renfe", cuenta Balaguer como quien cuenta un cuento.

Del Serengeti al Ngorongoro

Pero no todos los viajes requieren intervenciones tan extremas. Nuba no trabaja con mayoristas ni con intermediarios, dice su director general. Contratan directamente con los proveedores locales e hilvanan la aventura a la medida. Su catálogo, impreso primorosamente, contiene sólo 56 destinos. Abrimos el folleto al azar. Tanzania. La sabana desde el aire. Consiste en un safari de lujo en todoterreno y avioneta por los parques nacionales de Tarangire, Serengeti, Lago Manyara y el área de conservación de Ngorongoro. Se duerme en hoteles, campamentos y cabañas de cinco estrellas. Su precio ronda los 5.500 euros por persona en régimen de alojamiento y desayuno sin contar el importe del billete de avión. Puede parecer caro, pero el viajero se olvida de las maletas. Un coche aparece a la puerta de su casa el día de la partida, alguien carga el equipaje en el maletero y conduce a los clientes hasta el aeropuerto. Al llegar al destino les aguarda un guía y durante las vacaciones un empleado de Nuba en España llama para saber si se ha producido algún contratiempo. Este es el servicio que ofrecen. El perfil del usuario responde al de personas entre 30 y 60 años, de nivel socioeconómico y cultural medio-alto, con poca disposición de tiempo y en busca de la exclusividad. Comercializan sensaciones, que el terreno que uno pisa no ha sido hollado. Abundan los matrimonios en luna de miel, las familias y parejas dinki –anteponen la ambición profesional o la comodidad a los hijos– y las empresas. Respecto a estas últimas, aglutinan el 40% del negocio. En muchas ocasiones se gastan un pastón en agasajar a buenos clientes. "Tenemos pequeñas y medianas empresas del ámbito tecnológico que, para motivar a grandes monstruos como Oracle, regalan viajes a su altura a los que no se puede poner precio. Sueños", relata Balaguer. En estos casos, el catálogo con 56 destinos no vale. Escapan del registro. "Es el momento de mayor creatividad. Un grupo de distribución nos pidió algo especial para un comprador. Nos pusimos en contacto con él y comprendimos que, ante todo, eran muy católico. Así que decidimos privatizar la Capilla Sixtina. Entraron de uno en uno. No había nadie más", narra.

Ya se sabe que no venderán viajes a Benidorm pero, ¿y a Mallorca? "Queremos abrir una red internacional en México, Brasil, Portugal y Suiza donde ofreceremos una España diferente. Nada de paquetes temáticos y montajes. Por ejemplo, los trayectos en Egipto los hacemos con un arqueólogo español que trabaja en el país. En África puedes conocer una tribu y comer con una familia", puntualiza. Pero si consigue vender esa España diferente es otra historia.

Al frente de la oficina de Palma está el empresario Miguel Gayà, que dejó la producción y comercialización de café hace tres años y buscó una franquicia compatible con su gusto por moverse alrededor del planeta. En esta ocasión, con recorridos hechos a la medida, como los trajes de alta costura.