Hágase el crédito, que diría el divino Matas. Razones hay para ello. Los test de estrés financiero que el viernes desnudaron las vergüenzas de toda la banca europea aleccionan contra la tradicional desconfianza del mallorquín en lo propio: dos entidades nacidas y alimentadas en la isla destacan entre lo más granado de la banca europea. Son Banca March y Caixa Pollença, firmas de pequeño tamaño que han reaccionado como titanes a los exámenes con los que el Comité de Supervisores Bancarios Europeos trató de medir la salud del sistema financiero.

Para ello diseñaron tres escenarios de riesgo, a cual más feo. El más agresivo, un horizonte negro casi imposible (0,5% de probabilidad) en el que los precios de la vivienda ya construida caerían otro 28% y el suelo se depreciaría un 60%, se llevaría por delante a cinco cajas españolas (las que tienen ratio de solvencia por debajo del 6% en la tabla que acompaña a este análisis). Pero no a Caixa Pollença. La entidad más pequeña del país es grande en seguridad. Tanto es así que destaca como la caja menos expuesta al desmoronamiento de la economía del ladrillo: en el peor de los escenarios Caixa Colonya se vería privada por culpa del sector inmobiliario del 15% de sus activos, una tasa que solo mejora en España el BBVA.

Y todavía mejor le iría a Banca March, que navegaría como nadie incluso en el maremoto financiero más enconado. Su solvencia es tal que el desplome inmobiliario brutal e improbable diseñado por el Banco de España apenas haría mella en la entidad: sometida al máximo estrés vería pasar su solidez (marcada en el ratio Tier 1) del 19,7% actual a un 19%, tasa tan buena que en el escenario más temido le serviría para duplicar en solvencia al banco más potente, vigoroso y rentable de Europa, el Santander (la entidad presidida por Emilio Botín se quedaría en ese supuesto con un Tier 1 del 10%, que no le impediría ganar casi 11.000 millones para convertirse con el BBVA en los únicos bancos capaces de ganar dinero en caso de hecatombe).

A la luz de los test de estrés, las finanzas mallorquinas pueden sacar pecho incluso por Sa Nostra. No por sus números (malos), sino por el acierto de su fusión fría con un socio de la solvencia de Cajamurcia, que evita a la entidad balear el suspenso claro en los exámenes europeos que habría cosechado en solitario. Tanto es así que Sa Nostra se quedó al borde del cate incluso pese a ir de la mano de sus tres nuevos socios (además de la citada Cajamurcia, Caixa Penedès y CajaGranada): el ratio de solvencia del 7% (apenas un punto por encima del suspenso) que tendría el grupo en ese escenario negro solo es posible gracias a los 916 millones en ayudas que les ha concedido el Banco de España tras su fusión. Sin ese saco de euros, la solvencia en el escenario más negativo se habría quedado en un 4,9%, más que suficiente como para poner en duda la supervivencia del negocio.

Todo por el ladrillo. Porque una caída inmobiliaria del rango improbable del peor escenario le causaría a Sa Nostra y sus socios un agujero de 3.852 millones, el séptimo más grueso del sistema español. Aunque en la comparación también se encuentran motivos para felicitar a Sa Nostra por su fusión a la baja, una de las mejores operaciones que ha hecho en años, como demuestra que Banca Cívica (el grupo en el que estuvo a punto de integrarse antes de firmar con los murcianos) esté entre los suspensos más claros.

Pero la mejor noticia está por producirse. La reclamaba la ministra de Economía este fin de semana, cuando instaba a la banca a aparcar la desconfianza y restablecer el crédito. Solvencia hay para ello. Sobre todo en esta Mallorca campeona de las finanzas.