Gabriel Cañellas accedió a la presidencia del Govern en 1983. Sus primeros años fueron cualquier cosa menos plácidos. Los casos de corruptelas comenzaron a salpicarle a los pocos meses de instalarse en el Consolat de la Mar. Los periódicos hablaban de Zeus, de Torcal, de forrajeras, de olivareras... En un medio de la competencia se le bautizó como Tractorman después de posar para Diario de Mallorca a lomos de un tractor en su finca de s´Alqueria d´Avall.

Las meteduras de pata del cañellismo original preocuparon a los dirigentes de Madrid. La mayor parte del poder central, autonómico y municipal estaba en manos de los socialistas. Para el PP era imprescindible transmitir una buena imagen de gobierno. Fraga estaba muy preocupado. La solución fue mandar a Balears a un joven, aunque sobradamente preparado, de Navalmoral de la Mata (Cáceres).

Llegó Fernando Lozano y tomó las riendas de la situación. Desde la dirección general de presidencia marcaba la agenda de Cañellas, lo que tenía que decir y lo que debía hacer. Los periodistas que pululaban por el Consolat de la Mar se asombraban al ver como aquel joven de barba rubia tomaba del brazo al venerable president –su pelo blanco le hacía parecer mayor de lo que era–, le arrastraba a un rincón y le susurraba instrucciones al oído.

El aterrizaje del ex fiscal indomable, Ignacio Gordillo, recuerda la aparatosa presencia de Lozano en el Consolat de la Mar. El ahora abogado defensor del PP llegaba, en teoría, para ejercer la acusación particular del partido en el caso Palma Arena. Todos sabíamos que, en realidad su objetivo era liar la madeja. Enredar con pruebas absurdas, alimentar teorías de la conspiración y dilatar el proceso en el tiempo con el objetivo de que se diluyera como un azucarillo en una taza de café. El juez Castro comprendió la jugada y en tres días rechazó la presencia de los populares en el caso, al menos en la posición pretendida. "El Partido Popular de Balears tiene innegable derecho a defenderse de las imputaciones que sobre él puedan recaer, pero ocupando el lugar que le corresponde, que es el de posible responsable civil subsidiario y para hacer frente a las derivaciones indemnizatorias que puedan declararse en su contra", escribe el magistrado en su auto de rechazo.

Liquidado, al menos temporalmente, el aspecto formal que motivó la presencia de Gordillo en Mallorca, queda un segundo aspecto que a cualquier militante del PP debería llamarle la atención. El ex fiscal parece haber venido, como Lozano en los años ochenta, para marcar la línea política del partido. El miércoles dijo en Palma que el objetivo de su nuevo cargo es defender la "honorabilidad, credibilidad y la imagen del PP", y añadió que "en el momento en el que se descubra que cualquier afiliado o simpatizante ha cometido la más mínima irregularidad", se le expulsará "inmediatamente".

O lo que es lo mismo, le ha dicho al presidente del PP balear cómo actuar políticamente. Y le ha señalado que debe hacerlo justamente de la forma contraria en la que ha obrado hasta este momento. Según el abogado y estratega político conservador, hay que echar sin dilación a los correligionarios que hayan cometido la más mínima irregularidad.

José Ramón Bauzá no ha sido capaz de echar ni al evasor fiscal confeso Jaume Matas. Ni a Josep Juan Cardona, enfangado hasta el cuello por los testimonios ante el juez. Ni a Juan Carlos Alía. Ni a Raimundo Alabern. En ningún caso ha actuado con la energía que ahora le exige el enviado de Madrid. Siempre esperó a que los imputados se fueran voluntariamente del partido. Por cierto, nunca se ha hecho pública una carta de renuncia. Simplemente el secretario general ha dicho que marchaban voluntariamente.

¿Se ha excedido el ex fiscal indomable en sus atribuciones?, ¿ha transmitido un mensaje de Madrid?, ¿es una instrucción vacua de cara a la galería? y, lo más importante ¿actuará Bauzá con energía? Quienes le tratan, lo dudan.

Por cierto, no sé si conocen el final de la historia de Fernando Lozano. A los pocos meses, Cañellas dejó de escuchar al intruso llegado de fuera. Al principio mantuvo su cargo político, pero con el tiempo pasó a ocupar plaza de funcionario y se diluyó en el marasmo administrativo. Cañellas se eternizó en el partido y el Govern y se convirtió en el "ejemplo" de cómo el PP gobernaría España.

Vivir para ver cómo la historia se repite inexorablemente.