El proyecto de investigación científica EPIMHAR desarrollado a lo largo de los últimos tres años (2008-2010) en aguas de Cabrera está en su fase final y los resultados que arroje se convertirán en unos instrumentos muy valiosos para la preservación y gestión de la especie marina más emblemática de Balears y la más codiciada tanto a nivel comercial como gastronómico: el mero.

De momento, a la espera de que en el mes de agosto concluya este estudio financiado por el organismo autónomo de Parques Nacionales y en el que han participado el Centro Oceanográfico de Balears y la dirección general de Pesca, ya se han extraído algunas conclusiones del trabajo de campo realizado durante las temporadas estivales de los últimos tres años.

En primer lugar, se ha observado una elevada densidad de meros en varias zonas de reserva integral en el interior del archipiélago. La población de ejemplares de esta especie se encuentra en muy buen estado, con una estructura de población dimensionada y recuperada en la que ha sido posible hallar ejemplares de gran tramaño que no suelen frecuentar zonas alejadas de las reservas acotadas.

"En cierta manera es lógico", apunta la directora general de Pesca, Patricia Arbona, "porque hemos trabajado en unas zonas donde no pueden faenar los pescadores que disponen de licencia para hacerlo dentro del parque nacional".

En Cabrera, explica, pueden faenar hasta siete embarcaciones de artes tradicionales que ancestralmente lo han venido haciendo en estas aguas. Tres de las licencias se sortean cada semana en la cofradía de pescadores de la Colònia de Sant Jordi, una le corresponde a la de Palma, otra a la cofradía de Santanyí y la última a la de Portocolom. Pero nunca en las tres o cuatro áreas del parque nacional declaradas reservas integrales.

Asimismo, en las conclusiones provisionales se ha observado que los ejemplares alcanzan un mayor tamaño a mayor profundidad. La movilidad de esta especie es baja y se muestran muy territoriales especialmente durante el verano, coincidiendo con su época de reproducción.

"Durante la campaña se ha llegado a capturar un ejemplar de 78 centímetros y de entre veinticinco y treinta kilos de peso. Y no resulta extraño. Este especie puede llegar a medir 120 centímetros", apunta la directora general de Pesca.

Arbona revela que han sido dos los métodos para capturar a los ejemplares antes de marcarlos. El primero, a través de un volantín manipulado por un submarinista delante del propio ejemplar hasta que pica y puede ser izado para su medición y marcaje. El segundo, menos traumático para los pescados, el gambí, una nasa tradicional mallorquina que permite al mero introducirse en ella, pero no volver salir.

"Este último año el artesano catalán que nos hacía estas artes las ha perfeccionado de tal manera que las ha hecho mucho más efectivas y apenas ha habido que recurrir al volantín", se congratula Arbona.

La directora general valora estos estudios coparticipados que permiten a su departamento gestionar los recursos pesqueros sustentando las decisiones en criterios científicos.

"El mero alcanza su madurez sexual cuando llega a medir aproximadamente 45 centímetros, que es la talla mínima exigida hoy en día para pescarlo. Quizá sería necesario aumentar un poco esta talla porque no está claro que ya sean maduros sexualmente con estas dimensiones. Pero esto habrá que determinarlo todavía con estudios rigurosos. El mero puede cambiar su sexo femenino a masculino en función de la desaparición del macho dominante, aunque sólo durante su madurez sexual. Y lo que sí parece demostrado es que en lugares donde las poblaciones están más explotadas por la pesca, los ejemplares cambian antes de sexo", concluye la directora general.