Los contribuyentes mallorquines descubrieron en qué consistía el Ibatur cuando sus responsables presentaron, como gastos oficiales, los tiques de entrada y consumiciones en el prostíbulo moscovita Rasputín. El escrito correspondiente fue firmado por el conseller Joan Flaquer –viajero a Moscú–, ingresado en el Parlament por la vicepresidenta Rosa Estarás, y corresponde a una expedición liderada por el president Jaume Matas. Los hechos se produjeron a principios de 2004. Lejos de servir como escarmiento, fueron el detonante de la utilización del Instituto citado, durante los tres años siguientes, como la síntesis del pozo sin fondo y del fondo de reptiles del último Govern del PP. La burla a la ciudadanía se consumó con la destitución fabulada de Juan Carlos Alía al frente del tinglado, para franquearle posteriormente el acceso por otro portalón. El sarcasmo se redondea con la querella de la fiscalía contra Raimundo Alabern, colocado al frente del Ibatur para regenerarlo de abusos pretéritos.

Para saber si la tónica corrupta del Ibatur se ha propagado al actual Govern, habrá que aguardar a futuros vendavales de la fiscalía anticorrupción. De momento, la fundación Balears Insostenible resume el concepto autónomo de Matas. Su estrategia consistía en atomizar el derroche a través de una miriada de instituciones que eluden los órganos de control, por motivos que hoy resultan obvios. Ha aflorado asimismo la gigantesca estafa que se esconde tras el concepto de promoción turística. Tampoco en este capítulo hay un solo indicio que apunte a un cambio de tendencia con el actual ejecutivo. Balears era la única comunidad del mundo que se atrevía a pagarle 600.000 pesetas diarias en tiempos de prosperidad a Michael Douglas –a cambio, por cierto, de la sede de la fundación Insostenible–. Actualmente, le abona un millón de pesetas diarias a Rafael Nadal, mientras recorta el sueldo a médicos y profesores.

En Operación Pasarela, la fiscalía ha implantado el modelo afgano de persecución de la corrupción. Al igual que han hecho las tropas norteamericanas en Marjah o en Kandahar, se anuncia la intervención policial con sobrada antelación. Podría hablarse de una temeridad que facilita la ocultación de pruebas, salvo que la mayoría de escándalos desenterrados pecan suplementariamente de exhibicionismo. No se necesita ningún código penal para sentir repugnancia por la entrega de ochocientos millones de pesetas de dinero público para la organización de un torneo de golf, de minúsculo impacto promocional. Esa cantidad era aventada con luces de neón, al estilo de la ópera de Calatrava. Así en la corrupción como en el palacete –la palabra que los dirigentes de la IB3 de Antich se jactan de no haber pronunciado jamás, y así se lo recuerdan a Matas para congraciarse con él–, el anterior Govern deseaba que sus conciudadanos supieran cuáles eran sus criterios de despilfarro. Las presuntas malversaciones debían inspirar el pasmo y el miedo de la ciudadanía.

Las agencias publicitarias de élite han sido canales habituales del anterior ejecutivo –ver Palma Arena– para orquestar gestiones fraudulentas, pero su atractivo simbólico no supera a la petulancia engreída de sus ejecutivos. Dada su ausencia de carisma, el peso de Operación Pasarela ha de recaer por fuerza sobre Pula, que es el balneario del Govern Matas, su ciudad de vacaciones. Los dirigentes más excelsos del actual PP podían simular allí que sabían jugar a pádel y otras disciplinas de alto riesgo.

La cabeza visible de Pula es Romeo Sala, un gran amigo de Jaume Cladera –conseller de Gabriel Cañellas y accionista del Real Mallorca en la iniciativa de Llorenç Serra Ferrer–. El dicharachero empresario responde al patrón del pícaro simpático. Sería un personaje anacrónico en una sociedad evolucionada, pero encaja a la perfección en la concepción estética de Matas, de quien sin duda merece el título de ideólogo de cabecera.

Otro personaje singular en los desagües ahora investigados es Pau Collado, el director de Balears Insostenible y líder de los jóvenes empresarios. Presumía de sus visitas al sanctasanctórum ministerial de Mariano Rajoy, nunca excesivamente ocupado. Compartían con el entonces hombre fuerte de Aznar los puros habanos que le traían de Cuba. Retrata al ejecutivo moderno que invariablemente caía atrapado en las redes de Matas. Aporta otro eslabón en la estirpe de adalides del neoliberalismo con sueldos públicos. Imputado de lujo en el caso Gürtel, la presencia de su fundación en Operación Pasarela supone un cierto desdoro en un currículum tan esmeradamente alimentado.

Mallorca descubrirá, con la doble operación ahora iniciada, cómo se financian las campañas electorales y el coste para el contribuyente de fotografiarse junto a la supuesta tenista Kournikova –nunca ha ganado un torneo de relieve, y sólo identificaría Mallorca tras una sesión de Wikipedia–. Su equivalente para el actual ejecutivo es la opulenta Maria Grazia Cucinotta, examinada en otra feria por las miradas absortas del poliimputado Miquel Nadal y el president Antich.

La continuidad en la oscura promoción turística viene avalada por la curiosa nota oficial emitida por la agencia publicitaria Clave. En ella se resaltan dos trabajos para el Govern progresista –"los anuncios de Rafael Nadal, la campaña de la ecotasa"– y no se especifica ni uno solo para el PP, colaboración que justifica la investigación en curso. El PSOE no podrá decir que nadie le advirtió de las consecuencias de una investigación judicial.

Operación pasarela confluye con el palacete de Matas en el afloramiento de la estirpe de los grandes desconocidos de la presunta corrupción de Balears. Componen una baraja de personajes que han reptado desde un resguardado segundo plano, a cambio de trabajos sucios excelentemente remunerados y sin arriesgarse al veredicto de las urnas. A modo de consuelo epidérmico, no hay gran diferencia entre el Ibatur y la Agencia Valenciana de Turismo, feudo de el Bigotes. Se desenmascara así la patraña de las ferias turísticas y demás acontecimientos ligados al alcantarillado de la financiación ilegal y las comisiones. Se levanta primero el bosque, y después se le dota de arbolado.

La Operación Pasarela enfrenta a Mallorca con la orgullosa zafiedad de su clase política. Bastaría consignar que la sociedad carece de motivos para enorgullecerse, resulta más dramático que no tenga ninguna garantía de que la situación haya mejorado con el seísmo electoral de 2007. Antes al contrario, los investigados por Operación Pasarela reúnen las condiciones y el currículum que el Govern Antich considera idóneos para concederles la medalla de oro de la Comunidad. Si el ejecutivo autonómico actúa con la celeridad suficiente en la condecoración, quizás pueda anticiparse al acceso a la esfera penal de los protagonistas más destacados.