El crustáceo conocido en las islas como cigala (Scyllarides latus) y que responde al nombre de cigarra de mar en castellano, ha sido objeto de un reciente estudio en aguas de Cabrera para intentar aclarar algunas de las sombras que todavía envuelven a este especie muy desconocida.

De la investigación, desarrollada conjuntamente por la dirección general de Pesca del Govern y del Centro Oceanográfico de Balears y denominada proyecto Latus por el nombre científico de la especie, se han extraído algunas novedosas conclusiones sobre este crustáceo poco conocido fuera de las islas y muy apreciado gastronómicamente en ellas.

Antoni Grau, jefe de recursos marinos de la dirección general de Pesca, explica que "este crustáceo se dio por prácticamente desaparecido en los años ochenta aunque, de manera imprevista, volvió a aparecer en la década de los noventa. En la actualidad hay una importante población de ellos en las reservas marinas".

Y es que una de las conclusiones del proyecto Latus es que la cigala se mueve muy poco. "Apenas se mueven de sitio. Viven en los techos de sus grutas marinas y los ejemplares que hemos marcado en Cabrera siempre han aparecido en el mismo sitio. Por eso hemos concluido que esta especie, que aparece en primavera y desaparece misteriosamente a finales del verano, lo que hace probablemente es ocultarse aún más adentro en sus cuevas, hibernar en cierta manera", explica Grau.

El jefe de recursos marinos de la dirección general de Pesca señala que esta característica tiene una ventaja y un inconveniente: "Si haces una reserva marina en una zona donde habite el crustáceo lo estarás protegiendo muy bien porque apenas se mueve de sitio. Como inconveniente, si los pescadores furtivos encuentran una zona de cría, probablemente arramblarán sin remedio con todos sus ejemplares".

La cigala, como todos los crustáceos, está vedada para la pesca recreativa, tan sólo pueden pescarlos los profesionales. En la lonja de Palma se comercializan entre 400 y 1.000 kilos de este marisco cada año, algo difícil de comprender teniendo en cuenta su habitual presencia en las cartas de los restaurantes más exclusivos. Grau explica que, debido a su práctica desaparición en los ochenta, los pescadores tradicionales dejaron de usar las artes necesarias para pescarlos.

"Hoy en día se producen algunas capturas accidentales con artes de trasmallo dedicadas a otras especies como la sepia", apunta Grau, que atribuye la proliferación de cigalas en algunos restaurantes especializados a la actividad de los pescadores furtivos. "Siete de cada diez cigalas presentes en los restaurantes de la isla proceden de la pesca ilegal. Aunque es una actividad muy difícil de erradicar porque no puedes diferenciar a un ejemplar de otro y el propietario del restaurante te mostrará una factura que demuestra su adquisición", se lamenta el jefe de recursos marinos.

El precio de la cigala puede parecer desorbitante en estos momentos de crisis. El kilo, en lonja de pescado, se paga entre 50 y 60 euros. Y si se adquiere en mercado, puede oscilar entre los 70 y 80 euros. En un restaurante, el kilo de cigala para una caldereta se paga entre 110 y 120 euros. Todo un artículo de lujo, superior incluso a la famosa langosta. "El problema para la supervivencia de la cigala es el furtivismo, por eso se ha dictado una orden que regula su pesca y que contempla sanciones muy elevadas para su captura ilegal", concluye Antoni Grau.