Hasta 45 pacientes del servicio de hemodiálisis del hospital comarcal de Manacor tuvieron que ser derivados los pasados 8, 9 y 10 de junio al hospital de Son Dureta y la Policlínica Miramar por un fallo en la planta de aguas de la maquinaria del centro comarcal, según confirmó el hospital de Llevant. El tratamiento de diálisis para los pacientes con insuficiencia renal requiere de un agua muy pura que no contenga endotoxinas que pueden provocar a los enfermos infecciones graves que pueden perjudicar seriamente su salud.

Los fallos en la indispensable planta de agua del hospital comarcal son recurrentes y se vienen produciendo, al menos, desde el año 2005. Y los requerimientos de los profesionales sanitarios de una nueva planta de tratamiento de agua a la administración sanitaria han sido desoídos.

Una planta de aguas para los tratamientos de dialisis cuesta, según precios consultados en el mercado, entre 60.000 y 90.000 euros. Un coste no demasiado oneroso para evitar el trastorno que padecieron la semana pasada los 45 pacientes que tuvieron que ser derivados a centros sanitarios lejanos de sus domicilios para, después de estar conectados durante tres o cuatro horas a una máquina, ser devueltos a sus hogares en un transporte sanitario que se ralentiza en demasía.

La explicación del hospital de Manacor sobre el cierre temporal del servicio de diálisis fue que la "eficiencia de la planta de ósmosis bajó debido a la dureza del agua de la red pública. Por eso se decidió pararla para revisar los sistemas, cambiar filtros y, al mismo tiempo, aprovechar para hacer otras mejoras en el sistema de tratamiento. Una vez hechas estas comprobaciones, con el resultado de las analíticas correspondientes, se reestableció el servicio".

Manuela de la Vega, presidenta de la asociación para la lucha contra las enfermedades del riñón (ALCER) en Balears, reveló que un joven de Manacor que tuvo que ser derivado al hospital de Son Dureta para ser sometido a diálisis durante el parón del servicio de su centro sanitario, terminó la sesión a las dos de la madrugada y que, por la lentitud del transporte sanitario, no llegó a su domicilio hasta las seis de la mañana. "Y, sinceramente, después de una diálisis no te queda el cuerpo para estos recorridos turísticos en que a menudo se convierten el traslado de los enfermos", criticó.

De la Vega señaló que el jefe del servicio de Nefrología del hospital de Manacor, Jordi Calls, le había comentado en alguna ocasión que llevaba reivindicando desde hace muchos años –"al menos desde 2005", recordó– una solución al problema del agua en el centro sanitario. "Me dijo que las máquinas de diálisis eran muy buenas y modernas pero que siempre petaban por el agua", rememoró. El doctor Calls se limitó a responder que el ultimo caso fue un problema puntual ya solucionado.

Por su parte, el presidente de la Sociedad Balear de Nefrología y jefe del servicio en Son Llàtzer, el doctor Joan Buades Fuster, sin entrar a valorar el caso del hospital de Manacor que dijo desconocer, señaló que el agua que se utiliza en los tratamientos de hemodiálisis "tiene que ser extremadamente pura. Una contaminación mínima del líquido puede ocasionar en el enfermo inflamación crónica, desnutrición y arterioesclerosis y otros síntomas que pueden pasar desapercibidos. Por el contrario, una contaminación más severa del agua originaría en el enfermo escalofríos y fiebre. En Son Llàtzer hacemos desinfecciones semanales de la planta del agua. Es un tema del que me ocupo personalmente".