Internet ha pillado a los padres desprevenidos y el sexo a través de la red es algo que no tratan con sus hijos, aunque sea una práctica cada vez más extendida. Así lo señaló ayer en la Universitat Rafael Ballester, profesor de Psicología de la Personalidad, Evaluación y Tratamientos Psicológicos, quién habló de la necesidad de una buena educación para quedarse sólo con la parte positiva del cibersexo.

– ¿Qué se entiende por cibersexo?

– El uso de la red con fines sexuales. Abarca un espectro muy amplio: buscar imágenes pornográficas o eróticas, chatear, buscar agencias de prostitución, fantasear y hacerte cambiar de identidad para flirtear con otra persona, mantener una relación sexual a través de una webcam... Con cierta prevalencia empiezan a los 14 años, y con 15 años el porcentaje de uso está cerca del 30%, y tenemos cada vez casos más tempranos, de nueve, diez, once años... La práctica más habitual depende mucho del género. Los chicos suelen buscar páginas más pornográficas, y las chicas chatean, es la parte más social del cibersexo.

– ¿Qué riesgos entraña eso para un menor?

– Un 80% de los chicos de 17 años lo usan y afortunadamente no todos ellos tienen traumas, pero existen riesgos, sobre todo entre los jóvenes que no tienen una buena base de educación sexual. Ellos se creen que lo que ven en internet es la sexualidad real: una felación a un caballo, sexo en grupo sadomasoquista... Tienen una visión muy poco realista y eso es un peligro. Otro tipo de peligro es que sean captados por pederastas. También está el riesgo del trauma que te genere ver imágenes para las que no estás preparado y el peligro de la adicción.

– ¿Cómo concienciarles de eso?

– Educando. Los padres tienen que alertarles,

de una forma realista, no mojigata. Meterse con ellos, ver qué se pueden encontrar, señalarles si es realista o no... No criminalizar. El consumo saludable de pornografía no es malo, da ideas, desarrolla un mundo de fantasías... Hay que hacerles ver que las imágenes pornográficas sólo son una forma de ver la sexualidad.

– ¿Cómo van a controlar los padres a sus hijos en la red si los niños les dan mil vueltas?

– La gran mayoría de los padres considera que en internet ellos no tienen nada qué decir. En general muy pocos hablan de sexualidad con sus hijos, y menos todavía se meten a navegar con ellos y enseñarles los riesgos, muchas veces porque ellos mismos los desconocen. Lo que sí pueden hacer los padres es hablar con ellos de sexo. Porque una causa para iniciarse en el cibersexo es la curiosidad. Y se encuentran con una visión distorsionada.

– ¿Por culpa del cibersexo aterrizan en la sexualidad antes de tiempo?

– Sí, pero no sólo por el cibersexo. Vivimos en una sociedad muy sexualizada, en las vallas, en las revistas para jóvenes... se vende pseudopornografía, erotismo. Todo eso hace que el sexo no empiece en una etapa adulta. Niños cada vez más pequeños se ven en ese mundo y por maduración psicológica no están preparados para ver qué les puede hacer daño, qué les sienta bien o mal, no saben decir que no...

– ¿Cómo convencer a una chica de que no suba una foto provocativa suya si es lo que ve en todas partes?

– No se lo puedes prohibir, pero puedes reflexionar. Muchas veces no son conscientes de que esa foto puede abrirla cualquiera en cualquier lugar del mundo y utilizarla para cualquier cosa. También hay que hablar con ellos de la intimidad, plantearles: ¿qué ganas exponiendo así tu intimidad? Las modas son difíciles de contrarrestar, pero tras esta conversación lo harán unos meses y luego lo dejarán.

– Pero si los padres también exponen su intimidad en Facebook y otras redes, ¿cómo les van a hacer esa reflexión?

– Es hipocresía. Lo hacen los padres, la televisión... es poner momentos íntimos en proyección y ganar mucha audiencia. ¿Qué estamos criticando si es lo que los adultos han promocionado? Tenemos unos adolescentes mejores de los que nos merecemos. Les reprochamos cosas que nosotros hemos hecho o hacemos.

– ¿La escuela también debería enseñar sobre el uso de internet?

– Sí, y no sólo sobre internet, también sobre los móviles y sobre la necesidad de estar siempre conectado. A lo mejor, además de la intimidad, también ha muerto la soledad, la capacidad de estar con uno mismo y recapacitar.