Joan Majó fue ministro de Industria durante el segundo Gobierno de Felipe González y ha ocupado la dirección general de la Corporación Catalana de Radio y Televisión. Mañana impartirá una conferencia en las Jornadas IDI organizadas por la conselleria de Industria.

–¿Qué sensación tiene una persona que ha sido ministro de España ante el cúmulo de casos de corrupción y el desprestigio de la clase política que se están registrando?

–Duele muchísimo. Afortunadamente, los primeros años de Gobierno socialista no se vieron afectados por estos temas, aunque en la fase final surgieron casos como el de Roldán. Lo que está sucediendo ahora es la perversión de la política, con la llegada de personas que buscan enriquecerse en puestos de servicio público.

–Llama la atención tanto la extensión del problema como la altura de los cargos imputados.

–Si un funcionario de un Ayuntamiento es corrupto, es grave. Si el corrupto es el alcalde, mucho peor. Pero cuando es el presidente de una Comunidad Autónoma... Los que están arriba del todo deberían ser los primeros en denunciar y expulsar a los corruptos, pero cuando la corrupción afecta a la cabeza, ya no hay solución. En mi opinión, no deberían de ser los Tribunales los que persigan estos casos, sino los propios partidos políticos, pero tienen miedo de perder credibilidad. Sucede algo similar que con los casos de pederastia en la Iglesia. Creo que si la denuncia surge de dentro, no se pierde credibilidad ante los ciudadanos, sino que se gana.

–¿Estos casos dificultan la recuperación económica?

–La corrupción no es la responsable de que la economía vaya mal o bien, pero genera un desengaño hacia los políticos, y eso es peligroso. Además, favorece el que se imponga la idea de que todo vale, la chapuza económica, la evasión fiscal... Con este ejemplo, algunos piensan que "si todos roban, por qué yo no".

–Usted estará en Palma el jueves para hablar de la innovación en un marco de crisis económica. ¿Los empresarios están en condiciones financieras de afrontar ahora estos retos?

–A menudo se identifica innovación con la gran tecnología, pero eso no es lo que todas las empresas necesitan. Para innovar no hace falta sólo dinero, sino creatividad . Yo planteo este concepto como una mejora de la eficacia y de la competitividad. Y en el caso de una economía de servicios como la balear, con un claro referente: mejorar la satisfacción del cliente, que es el que decide si vuelve o no a un destino turístico.

–Sin embargo, en los últimos años parece haber predominado la apuesta por la mano de obra barata y de menor cualificación.

–Es un error. Un mal servicio puede aceptarse en áreas geográficas del Tercer Mundo, pero no en un país desarrollado como España. Además, debería huirse del turismo de botellón. Es necesario dejar de apostar por el número de visitantes para pasar a hacerlo por el gasto que éstos realizan, porque así se reduce también la congestión y la degradación del medio ambiente.

–¿El sector turístico está en mejores condiciones para afrontar la crisis que otras actividades?

–Sin ninguna duda. Pero la cuestión es no limitarse a explotar el clima, sino incluir en la oferta otras cosas que puedan ser atractivas para los visitantes, más allá de las playas y las discotecas. Y en este aspecto, en Mallorca se están haciendo algunas cosas muy interesantes.

–¿Y para cuándo la recuperación?

–El último año y medio ha sido muy duro, pero sin que estemos ya en una fase ascendente, creo sinceramente que hemos tocado fondo. Es cierto que se ha generado una gran desconfianza porque no sabíamos a donde íbamos, pero ahora es la oportunidad de que las empresas más innovadoras sean las primeras en recuperarse, pese a que este proceso va a ser lento.

–¿Por el camino se ha perdido la confianza en nuestros dirigentes, y especialmente en el presidente José Luis Rodríguez Zapatero?

–Lo que ha influido más ha sido la desorientación que hemos vivido, y no exclusivamente por parte del Gobierno. Para empezar, se hizo un diagnóstico no acertado de lo que estaba sucediendo. Por ejemplo, nos pasamos los primeros seis meses hablando de crisis financiera cuando en España ésta no ha existido. En realidad, nuestro problema era un crecimiento económico exagerado y en la mala dirección, hacia lo inmobiliario. Y lo que se hace bajo el prisma de la especulación, termina explotando. Ahora hay que llevar el crecimiento económico hacia otras actividades, y buscar la forma de recolocar a todas aquellas personas que ya no podrán volver a tener trabajo en la construcción.

–Usted estuvo al frente de la radio y televisión catalana. ¿Una comunidad como la balear, con sólo un millón de habitantes, necesita una televisión autonómica como IB3 y otra de Mallorca?

–En España padecemos un sobredimensionamiento de las cadenas televisivas, tanto públicas como privadas. No tiene demasiado sentido pasar de los cuatro o cinco canales gratuitos que teníamos a 30 o 40, porque no han aumentado los recursos públicos y privados, como en el caso del mercado publicitario, para sustentarlas, así que lo que sucede es que su calidad baja muchísimo. Vamos a ver un proceso de fusión de empresas televisivas y una reducción de las públicas. En el caso de Balears, ese exceso es evidente.