Veinticuatro de marzo por la mañana. El juez José Castro empieza a tomar declaración al ex presidente Jaume Matas:

–"Buenos días señor, ¿va usted a declarar, o se acoge a su derecho de no hacerlo?".

–"Yo quiero declarar, pero antes quiero hacer una introducción... unos matices... He venido a colaborar con la Justicia...

–"No, señor Matas, no haga matices, aquí estamos para otra cosa. Usted va a declarar, dice, ¿no?"

–"Sí, sí señoría, pero es que después de quince meses de intentar estar aquí para explicarme, tenía muchas ganas..."

–"No, no, señor mío, no estamos aquí para entrar en diálogos..."

–"Es que llevo tanto tiempo esperando colaborar, que quería empezar mi intervención recordándolo. Verá, en el año 2000 me voy a Madrid...

–"Señor Matas, le quiero escuchar, pero en respuestas que tengan que ver con lo que se le pregunta. No me interesan los discursos, si usted hubiera pedido venir a declarar antes, lo hubiéramos podido concertar, pero nunca lo hizo formalmente, sí en los medios de comunicación".

–"Sí, señor juez, pero es que yo quería antes decir que..."

–"No me pretenda convertir en convidado de piedra en mi propia sala. Responda o no, pero no entre en diálogo".

· A Jaume Matas le llevó tiempo entender que estaba en un juzgado y no ante una simple comisión de investigación entre políticos, y en la que su partido tuviera mayoría absoluta. Desde el inicio hasta el final de su comparecencia, se comportó como si interviniera desde la tribuna del Parlamento balear y él continuara siendo el presidente de la Comunidad, en un debate con la oposición. Sólo que topó con un hueso duro de roer, el magistrado Castro, que a lo largo de las interminables quince horas de interrogatorio le puso los puntos sobre las íes. Conscientemente o no, el Matas político intentó catapultar al Matas imputado.

Cuando los investigadores le preguntaron por el piso madrileño, cuya compra inició pero de la que –sólo en teoría– luego desistió, recordó que por aquel entonces era "ministro de España", y justificó así su cambio de opinión: "Aznar me pidió por el bien de los baleares que me fuera de Madrid, y en Mallorca gané por mayoría absoluta y por voluntad de todos los baleares".

En más de una ocasión, al ex presidente le gustó que juez, fiscales y letrados supieran cómo el empresariado caía rendido a sus pies. Preguntado por sus contratos con el grupo Barceló y otros, presumió de ser un relaciones públicas sin parangón: "Me usan para abrir puertas, porque yo abro muchas puertas".

· Claro que luego parecía percatarse de que tal vez no era momento ni lugar para que un ex presidente de Govern se jactara de esos vínculos. Tal vez por ello, remachó ante su señoría en un par de ocasiones que nada más ostentar el cargo, cortó de raíz con los señores del dinero –"soy el primero que rompe con los empresarios, no tengo relación con ninguno, para no tener problemas"–. Eso mismo sucedió, según su versión, con el doctor Bartolomé Beltrán, su presunto testaferro en adquisiciones artísticas: "Yo fui quién rompió la relación", aseguró, al acceder al Consolat.

Con sus respuestas, Jaume Matas se erige siempre en el líder que lleva la iniciativa –"yo fui", "yo decidí"–. Los demás, aunque fueran sus propios compañeros de partido, sólo cumplían sus órdenes. Al inquirirle por la contratación irregular del periodista de El Mundo Antonio Alemany para que le escribiera sus discursos, se escuda en que el expediente fue responsabilidad de su ex vicepresidenta Rosa Estarás, para acto seguido ponerla por las nubes –"es la mejor, mi mayor garantía de rectitud, pondría la mano en el fuego por ella..."–.

· Con su verborrea, sacó de quicio al magistrado: "Señor Matas, no me cante las excelencias de la señora Estarás, está usted aquí para dar explicaciones, ¡y el expediente este es una ilegalidad!".

Cuando se sentía acorralado, marcaba una clara línea entre él, que era el presidente, y el resto del organigrama de su Govern, ya fueran consellers, directores generales o funcionarios. Una muestra de su altivez quedó patente en el rifirrafe que mantuvo el ex presidente con la acusadora particular en nombre de la Comunidad Autónoma, María Ángeles Berrocal. Ésta intentaba hacerle ver que "absolutamente todos" los anteriores declarantes, ya fueran testigos o imputados, "incluidos los consellers Joan Flaquer, Rosa Puig o la vicepresidenta Estarás, y los proveedores de la obra del Palma Arena, todos" manifestaron que "las dos personas que manejaban los hilos de la obra en nombre del presidente eran Pepote Ballester y Jorge Moisés [ex gerente del consorcio encargado de la construcción]. ¿No llegó esto a sus oídos?".

Afloró el Jaume Matas en estado puro: "Vamos, si un gerente puede hablar en nombre del presidente ¡apaga y vámonos! El bedel també pot ser amic del cosí del president!", espetó el ex político del PP en catalán, denotando su indignación.

Se le preguntó acto seguido por el testimonio de Jane King, mano derecha de Estarás en el anterior Govern del PP. Matas ya no la tiene en consideración, desde que se convirtiera en la primera ´arrepentida´ del caso que ha pactado con la Fiscalía Anticorrupción una rebaja de condena a cambio de confesar lo que sabe de la trama. "Dijo que le avisó personalmente de que se disparaba el sobrecoste de la obra, pero usted hizo caso omiso", le recordó a Matas la abogada del Govern. "Falso, yo no necesitaba hablar con esta señora, tenía vedado el acceso a mí, ella misma lo ha dicho".

· "¿Qué tengo yo que ver en esto, señoría?" Fue un de las frases recurrentes de Matas ante las acusaciones del magistrado. Castro le recordaba constantemente que él era el máximo responsable del Ejecutivo, presidía además la fundación encargada de levantar el fastuoso velódromo y resulta imposible que sus subordinados hubieran actuado "saltándose a la torera toda la legalidad" sin su consentimiento. Daba igual. Matas no sabe nada, no recuerda nada, él sólo marcaba las directrices políticas, y a partir de ahí, como un dios dirigiéndose a los mortales, su ya famoso "¡há-ga-se!". Como si olvidara que estaba sentado enfrente de un juez, y no ante el portavoz del partido rival, se limitó a asumir "en todo caso, responsabilidades políticas". Castro le recordó que lo que se dirime no es eso, sino algo mucho más grave para sus propios intereses.

Si en el nombre de Matas se cometieron delitos, él se desentiende. Sólo que tal vez en este Juicio final –que será más pronto que tarde–, puede que se vuelvan las tornas y el ex presidente toque, por fin, con los pies en el suelo.