Los mallorquines odiamos los pinos. Igual alguno no se había dado cuenta, pero, en general y aunque sea en el fondo del subconsciente, en la mente de los isleños vive un sentimiento de animadversión contra esta especie de árbol. ¿Por qué? Porque ensucia, porque puede perjudicar la salud de las personas, porque provoca incendios forestales, porque ´degenera´ el paisaje y, sobre todo, porque es... foraster.

Un grupo de investigación de la Universitat se ha dedicado a recopilar las diferentes connotaciones negativas que los mallorquines atribuimos a los pinos, apoyándonos muchas veces en ideas erróneas, en unas creencias que están tan extendidas que damos cómo ciertas. El trabajo realizado por el grupo Educació i Ciutadania busca además el porqué de esas creencias, analizando cómo se trata el tema de los bosques baleares en los diferentes libros de texto.

"Culpables, inútiles excepto para cuatro jilgueros". Esa es la opinión de los payeses hacia los pinos; opinión que estos investigadores recogieron en un primer estudio elaborado en 1997. Y es que, según concluyó el informe, los hombres del campo mallorquín sólo valoran los bosques que se pueden aprovechar. Pero no sólo los payeses odian los pinos.

Aunque había indicios, los investigadores Jaume Sureda, Rubén Comas y Albert Catalán quisieron comprobar de nuevo la mala fama de este árbol y pidieron ayuda a los miembros de la Xarxa Forestal de Balears, red constituida por personas de distintos ámbitos (agrícola, turismo, enseñanza...) que trabajan con un objetivo común: mantener los valores de los espacios forestales.

A los miembros de esta red se les pidió qué evidencias tenían ellos sobre esta animadversión, qué habían oído comentar a los paseantes de a pie. Prácticamente todos los que contestaron aportaron algún testimonio "deformado o erróneo" sobre el pino.

El más popular: "No son autóctonos". "Son forasters". "Son una especie invasora". "Icona los trajo". "Se introdujeron por la necesidad de madera". El pino, según estos testimonios, tiene la culpa hasta "de los daños del temporal de 2001", porque invadió la estación de otras especies "más provechosas para el ecosistema balear". Otro es más contundente: "El paisaje con el pino se degenera". Esta falsa creencia nace de las teorías de los geobotánicos, que no dejan lugar para el pino cuando hablan del ecosistema idílico (´vegetación clímax´) de las islas.

Otro idea muy extendida es que los malvados pinos no dejan crecer a las bienamadas encinas, algo que los isleños no están dispuestos a perdonar. Se dice que "donde hay un pino no crece nada más". Algunos puntualizan que es porque "emite una sustancia tóxica en las raíces que envenena el suelo". Creyendo que esto es cierto, no es raro que alguno diga que la gestión debería basarse "únicamente" en eliminar los pinos de los bosques de encina y que "todas" las repoblaciones deberían hacerse "con especies diferentes a los pinos".

Y es que el pino no es el demonio, pero casi. De hecho, los isleños creen que estos ejemplares son los culpables de que los bosques estén "sucios", una idea está que un miembro de la Xarxa pone en su lugar al decir que "la naturaleza no es ni limpia ni sucia (...) lo que no estamos acostumbrados a que cada especie ocupe su lugar en el ecosistema y parece que hay demasiada suciedad".

"Son como pólvora". Los pinos no tiran colillas encendidas por la ventana del coche ni se ponen a quemar rastrojos en agosto, pero para muchos (payeses y propietarios de fincas en su mayoría) son los culpables de los incendios forestales. Por si fuera poco, los pinos además traen procesionaria, una plaga que puede afectar a la salud de las personas (asma, urticaria...). Y encima, sus raíces estropean el pavimento y los paseos. Lo mejor es talar el arbol y sanseacabó, insinúan algunos.

Comas, Catalán y Sureda estudiaron cómo se trata el tema en los libros de texto, para ver si es en el instituto donde nacen estas ideas anti-pino. La primera conclusión tras analizar ejemplares de las tres editoriales principales es que el tema del bosque, en general, apenas se trata. El pino aparece mencionado muy pocas veces como árbol típico mallorquín y cuando se le menta se asocia a palabras negativas como "desplazamiento", "imposición", "riesgo", "sequía". Por supuesto, para las encinas –"el bosque más característico del paisaje mediterráneo"– son todo buenas palabras: "Importancia", "propio", "potencia".

En dos de los volúmenes analizados el pino se pone a la altura del algarrobo y del acebuche (ullastre). En Santillana, se enumeran hasta cinco paisajes típicos (desde el carrizo o carritx hasta la vegetación dunar) y del pinar ni mención. En Vicens Vives hablan de que "el ser humano ha alterado mucho la vegetación" repoblando con pinos.

Visto lo visto (que el pino tiene la culpa hasta de la muerte de Manolete) los investigadores aconsejan que se realice una labor educativa para eliminar esas connotaciones negativas y muchas veces erróneas sobre un árbol que, guste o no, representa el 80% de las montañas isleñas. Y es que, concluye el estudio, nos pueden gustar las encinas, pero eso "no justifica el desprecio existente hacia los pinos", que nada nos han hecho.