"Todo un despropósito". Así define el juez Castro la contabilidad de la familia Matas, a la que están dedicados algunos de los pasajes más ácidos del auto que desde ayer pone al ex president del Govern balear a un paso de la cárcel. Sencillamente, para Castro el descuadre es de tal magnitud que no resulta creíble ni aún siendo condescendiente. Y el juez no lo es, como demuestra al describir la receta que permite a los Matas multiplicar su patrimonio de forma casi milagrosa: "Conscientes de que los ingresos declarados [por el matrimonio Matas-Areal], aún siendo altos, no daban para tanto, se pretende armonizar el desfase recurriendo, de una parte, a aparentar más ingresos y, de otra, a convertir los gastos en opacos".

Y aparentando por un lado los euros que se esconden por el otro se explica el juez Castro operaciones como la que convierte a Maite Areal en empleada de dos empresarios a los que ofrece un "rendimiento cero". Cobra, pero ni trabaja en la oficina ni lo hace fuera de ella, resume Castro. Tanto es así que el juez subraya en el fundamento decimotercero de su auto que los propios contratadores han reconocido que el salario de la esposa de Matas se pagaba en "consideración al cargo que su marido ocupaba". Se llega así al delito de cohecho, al que el juez apela como simple "dádiva", en el único arranque de condescendencia de un auto contundente que se vuelve implacable cuando la prosa judicial entra de lleno en la forma de vida de los Matas, descrita como de "absoluto derroche y ostentación".

Para el juez ese "tren de vida" de ritmo desaforado queda perfectamente reflejado en el inmueble que se ha convertido en ícono de las aún presuntas corruptelas que rodean la multimillonaria construcción del Palma Arena: el palacete de la calle Sant Feliu, 2,5 millones de mansión de lujo de 475 metros cuadrados que para el responsable de la instrucción del sumario retratan el derroche y ostentación de los Matas, "plasmado en mobiliario y decoración de muy alto precio, electrodomésticos de ultima generación, televisores de innovador diseño que, facturados a través de extraños conductos, con increíbles compensaciones y mediante facturas de mostrador alcanzan los 80.000 euros, recurrentes visitas a joyerías y tiendas de moda y todo un sinfín de etcéteras", escribe Castro, antes de lanzarse a desarmar la estructura contable "imposible" que permite que a los Matas les llegue más lejos el brazo que la manga.

Para ello se ven obligados a malabarismos como el que, según el juez, llevó a la esposa del ex president a pagar a los proveedores de la reforma del palacete mediante "sobres con abultadas sumas de dinero sin el libramiento de factura alguna" –en negro– y "con el insistente consejo de que guarden silencio sobre tales entregas". Aunque solo temporalmente, según recuerda Castro, que afirma en el auto que dos años después, cuando la instrucción judicial ya estaba en marcha, la propia Maite Areal llegó a acumular el "descaro" preciso para pedir a los proveedores que le devolvieran los sobres y le hiciesen facturas que le ayudasen a "amañar pruebas" y "desvirtuar los elementos incriminatorios".

La "ilusión" de Maite Areal

"Todo un despropósito", sintetiza Castro, que dedica especial atención a los esfuerzos de Matas, su esposa, su cuñado y uno de sus supuestos testaferros (Bartolomé Reus) para ocultar que la familia del ex president posee un lujoso piso en el centro de Madrid "mediante una burda e inútil estrategia". Tan "burda e inútil" que lleva al juez a calificar las explicaciones ofrecidas por unos y otros de "burla a este juzgado a los ciudadanos". Se refiere concretamente al hecho de que el supuesto testaferro afirme que, aunque el piso es suyo, se llegó a aparentar ante "vecinos y porteros" que era de Matas y su mujer por lo "apenada" que ella estaba y "la ilusión" que le hacía tenerlo.

"No se entiende cómo se le ha podido ocurrir argumentar de esa manera", concluye Castro, que tiene la "seguridad absoluta" de que el piso madrileño es de los Matas. "Y con los antecedentes que se tienen no hacen falta derroches imaginativos para saber por qué lo ocultaron", concluye José Castro, poco dispuesto a desligar el enriquecimiento imposible del ex presidente del aluvión de irregularidades y corruptelas que el juez documenta en su investigación del Palma Arena.