"Con la corrupción, tolerancia cero". Esa frase salió de la boca de Jaume Matas en diciembre de 2006, cuando en el Parlament balear, y todavía al frente del Ejecutivo autonómico, intentaba alejar de su persona las sombras del denominado caso Andratx. "No pierdan el norte. Hay que saber quiénes son los malos. Yo no lo soy", espetó a la oposición tres años antes de su reconocimiento ante un juez de que cometió fraude fiscal durante el desempeño de sus cargos de ministro de Medio Ambiente y president de Balears, y de que se le haya retirado el pasaporte ante el riesgo de que se pueda dar a la fuga.

Jaume Matas hizo gala de la honorabilidad de su gestión a lo largo de toda su carrera política. Su primera toma de posesión como president balear, realizada bajo la mirada impasible del entonces ministro de Administraciones Públicas, Mariano Rajoy, incluyó la promesa de realizar una gestión "cuyos pilares serán el trabajo, el dialogo y la absoluta transparencia". Tres meses después volvía a presumir de la "transparencia y la ética que aplicamos a la acción de gobierno", un argumento que seguía esgrimiendo dos lustros después.

Su andadura a través de diferentes cargos de responsabilidad en la Administración se inició al acceder a la dirección general de Presupuestos del Govern, desde la que se fijaba el destino de los fondos que sus conciudadanos abonaban a la Hacienda pública, para en 1993 ascender a conseller de Economía. Desde este cargo reclamó ante el Estado que se cedieran a la Comunitat Autònoma más competencias en materia de inspección para aumentar los esfuerzos contra un fraude fiscal en el que él acabaría cayendo.

Al poco tiempo de hacerse con las riendas de ese departamento autonómico, reivindicaba el papel del político, cuya actividad consideraba "injustamente valorada" y ello "a pesar de los posibles casos de corrupción", sobre los que recordaba lo dicho "por Aranguren: no son los políticos los corruptos, sino que es la sociedad la que está enferma". Esa frase adquiere ahora un valor especial y suena a bofetada contra la ciudadanía isleña.

En 1996, a punto de ser nombrado president del Govern en sustitución de Cristòfol Soler y en plena investigación judicial contra Gabriel Cañellas, sus declaraciones sobre la necesidad de asumir responsabilidades políticas por parte de este último distaban mucho de mostrar firmeza. Así, defendía que "las cuestiones judiciales han de dirimirse en los tribunales; hasta que no haya una resolución, no entraré en estos casos", para añadir que "desde el momento en que los hechos estén probados y las sentencias emitidas, los órganos del partido han de tomar las decisiones que consideren oportunas".

Del mismo modo, y con sólo tres meses en la Presidencia del Govern, no ocultaba su negativa a la creación de comisiones de investigación en el Parlament. Matas argumentaba entonces que este rechazo no era contradictorio con la política transparente y ética, y que la exigencia de esas comisiones por parte de la oposición respondían "a una utilización demagógica, interesada y absolutamente politizada de un instrumento que esta propia hipocresía está echando a perder", al tiempo que acusaba a "determinados partidos" de "crear un clima generalizado de crispación, de confusión y de caos. El mensaje es: todos los políticos son corruptos". Y no dudaba en rechazar esa acusación: "Tengo problemas para encontrar gente que se dedique a la política, y eso me duele. Tienen miedo".

Aplicándose el dicho de que para dar lecciones, primero hay que dar ejemplo, en octubre de 2006 decidió convertirse él mismo en referente de gestión transparente, e hizo públicas lo que aparentemente eran sus declaraciones de la renta de 2003, 2004 y 2005 –algunos técnicos advirtieron que podrían tratarse de los borradores que remite la Agencia Tributaria, y no de lo declarado por Matas–, en las que constaban unos ingresos anuales de 125.334, 138.044 y 100.535 euros respectivamente. Pero dejó que fuera su propio partido el que presentara esos documentos, haciéndole cómplice del engaño, en una maniobra que se produjo después de que el PP bloqueara en el Parlament una propuesta del PSOE para crear una unidad de inspección especializada en el enriquecimiento de los políticos.

Sus capacidades premonitorias tampoco parecen ser su fuerte, pese a que en 1999, pocos días antes de perder por primera vez el cargo frente a Francesc Antich, aseguraba que "me quedan muchas fotos por hacerme", afirmación que el tiempo ha confirmado. Por contra, tres años antes había señalado su aspiración a ser recordado como "un ciudadano de Balears que intentó trabajar honestamente y responsablemente".