La hermandad estética entre Matas y Nadal resulta incontestable y fabricada por el segundo. El único matiz ideológico entre ambos se cifra en que Nadal sí cree en el PP. Las investigaciones en curso demuestran que también fueron compañeros de viaje en el desprecio hacia los códigos. Actuaron confiados en que la ley iba a tratarles de la misma manera en que ellos trataron a la ley, como un engorro para domesticar a los seres inferiores del que estaban exentos.

Desde este prisma, resulta comprensible la consternación de ambos al contemplar cómo la justicia se empeña en aplicarles la misma legislación que al resto de la ciudadanía, cuando ellos sólo se creían al alcance de las leyes divinas. Nadal reclama la inocencia pero quiere devolver el dinero, al más puro estilo Rodrigo de Santos. También está a su alcance la devolución a la ciudadanía de la confianza en su clase política, sin más que abandonar esa actividad.

En cuanto a Matas, de ocupación desconocida, debería aprender de su abnegada esposa. Maite Areal fue una pionera del teletrabajo. Cobró 24 mil euros netos "por libre" sin lograr un solo cliente. Como premio a su efectividad, dobló su sueldo en el hotel de la cadena familiar de un alto cargo del PP.