"Odio fumar", así de contundente se mostró Kirsten Knudsen, una turista de Dinamarca que junto a su marido pasa unos días en la isla. Sabe que la ley antitabaco es un tema de actualidad. "Lo he leído en los periódicos", comenta. De hecho, ella y su marido se han pateado la ciudad en busca de un restaurante donde pudieran degustar los platos típicos mallorquines, pero libres de humo. "Es realmente difícil. Sólo hemos encontrado dos locales donde no se permita fumar. Es terrible", lamenta. Mientras disfrutaban del sol mallorquín en una terraza del Paseo Sagrera tomando un tentempié, Kirsten alaba la intención del Gobierno de querer prohibir el tabaco en espacios públicos. "Es una muy buena idea". Sabía que bares y restaurantes han puesto el grito en el cielo porque consideran que el veto al tabaco les llevará a la ruina. Por experiencia tanto en su país como en otros que enumera uno tras otro (Francia, Escandinavia, Italia, Alemania...), tranquiliza al empresariado: "No pasará nada. Todo seguirá igual porque no perderán clientes". Mientras pasean por Antoni Maura buscando un sitio para comer, Ole Chistensen y Karen, compatriotas de Kirsten, detallan que en Dinamarca algunos restaurantes han habilitado un pequeña sala para que los clientes puedan encender su cigarrillo. "En el interior de los restaurantes no se puede fumar, pero fuera y en los pubs se permite", comenta Karen.

Liza Kjellberg, de Suecia, entiende el enfado de los restauradores porque en su país también se rebotaron ante el veto al tabaco. Después se ha demostrado, cuenta, que tal prohibición no ha provocado ninguna ruina en el sector. Es más, "ha tenido un efecto positivo porque mucha gente ha dejado de fumar", resalta. En Alemania, explican los turistas Issan y Katharina Baz, los empresarios de la restauración no se molestaron con la prohibición del tabaco. Explican que algunos locales disponen de un pequeño jardín interior para que entre plato y plato los comensales disfruten de un cigarrillo.

Mientras que en Suecia, Alemania o Dinamarca la prohibición de fumar está más que implantada en la rutina de los ciudadanos, Austria aún vive su periodo de adaptación. "Hay cierta confusión", reconoce Silvia Wyskemann porque sólo hace un año que se ha puesto en marcha. Como aquí, los empresarios no están interesados en aplicar la normativa. Sin embargo, algunos han habilitado mesas fuera del local para que los fumadores disfruten de su cigarrillo.

Acostumbrados a estar libres de humo en sus países, ¿realmente es una molestia para los turistas comer en un restaurante contaminado por la nicotina? Hay de todo. Pauline Cummins, fumadora, reconoce que no es agradable estar comiendo mientras otros clientes tienen el cigarro encendido. Su marido, Tony, no es fumador pero no le molesta degustar un plato autóctono con el humo procedente de otras mesas. En la misma línea se postula el inglés Antony Dynmore. Con la experiencia de los turistas procedentes de países que vetan el tabaco en espacios públicos, los restauradores pueden estar tranquilos porque no se arruinarán. Acabarán adaptándose.