Rafael Perera ignora el domicilio de su cliente Jaume Matas, supuestamente en Estados Unidos. El abogado y portavoz dispone apenas de un número de teléfono móvil, a través del cual se vehicula el lamento de un político en fuga que hoy se siente tratado como un capo. Cuesta seleccionar el tratamiento adecuado para el presidente de un partido y de un Govern que ya acumulan diez condenas por corrupción –dos de ellas para UM, que gestionaba el Consell con 16 votos títeres del PP–, y que tienen pendientes varias decenas más en delitos ya confesados por sus autores. Es difícil encontrar un título correcto para el primer líder autonómico que vio como uno de sus directores generales –de Ordenación del Territorio, nada menos– era detenido en su propio despacho. Hace falta imaginación para referirse al político que recibió un sábado por la tarde en sus dependencias del Consolat de la Mar a un alcalde de Andratx que sería detenido un día y medio más tarde, edil que ya acumula dos sentencias adversas. Cómo referirse al campeón electoral de 2003, cuyo jefe de campaña celebró el triunfo pagando con la visa oficial sus gastos en prostíbulos. Molt Honorable puede resultar una valoración inapropiada o prematura para quien seleccionó con tan escaso tiento a sus colaboradores. Aparte queda la imputación directa contra su persona, también por presunta corrupción.

La inagotable catarata de escándalos habrá sorprendido a una parte de la población, pero más difícilmente a los lectores de DIARIO de MALLORCA. Una retrospectiva de las portadas de este periódico en torno a la gestión de Matas no sólo confirma su valor individual de diagnóstico. Sumadas, adquieren la condición vectorial de pronóstico. De hecho, el dilatado anticipo de casos –Bitel o Mapau en el primer mandato, Rasputín o Andratx o Turisme Jove o Palma Arena en el segundo– veta el refugio de la perplejidad a los dirigentes del PP balear. Pueden alegar que su líder les prohibió terminantemente la lectura de esta cabecera, pero sólo le obedecían con un ojo.

La línea de continuidad y degeneración entre Bitel –recepción de correos clave de la oposición en el despacho de Matas, desviados por una empresa que presidía Rosa Estarás– y el palacete se divisa hoy con claridad, pero fue trazada por los titulares de este periódico en medio de una árida soledad. El consenso mediático enaltecía por aquellas fechas al president como un baluarte de la ética y el mejor gestor del mundo. Si la validez de estos enunciados perdura, cuesta entender por qué tan marciales pronunciamientos ralean hoy en los medios, por no hablar de quienes han pasado a mantener todo lo contrario con idénticos bríos. Por fortuna, la verdad no se decide por el número de sus seguidores.

La atmósfera enaltecedora viene encarnada por ejemplo en el juez y ex abogado Antonio Montserrat, catapultado por el PP al Consejo General del Poder Judicial con posterioridad a su instrucción de Operación Mapau, la campaña de obtención de votos de emigrantes argentinos para los populares con fondos públicos, auspiciada desde el Consolat. El singular jurista –frecuente interlocutor de Matas durante su primera etapa en el poder– declaraba en una tertulia radiofónica que las críticas al líder providencial de Balears emanaban de "quienes sólo saben dar coces". Son palabras previas a su asunción del escándalo en que estaba implicado Matas, aunque detallan el tono de una investigación sobre el Govern en la que cargó en autos contra este diario, delatando así su auténtica obsesión. Las "coces" togadas también subrayan el cambio de la magistratura en el abordaje de la corrupción. Por recurrir al lenguaje técnico del eminente letrado, sólo una coz reuniría la contundencia requerida para despertar al PP balear de su corrupta somnolencia, antes de que fuera demasiado tarde.

Matas reaccionó contra las informaciones con su pueril autoritarismo. Transmitió el ucase –cumplido a rajatabla por sus correligionarios– de boicotear cualquier iniciativa de este diario. Perera fue uno de los pocos que se saltaron un llamativo bloqueo, porque haber servido a las órdenes de Matas supone hoy una contraindicación para prosperar en el seno del PP balear.

En la campaña hostil contra este diario propugnada por Matas colaboró con entusiasmo la neonata IB3, cuya política informativa ordenaban el president y su inseparable Estarás en un festín secreto en el hotel Son Vida. Sólo unos años después, la mayor acusación que podría dirigirse contra este periódico sería la de haberse quedado corto, porque ni la fabulación más quijotesca permitía intuir la magnitud del saqueo en curso.

Entre las secuelas del aislamiento, sobresale la dificultad para encontrar fotografías de los imputados del PP en actos con la marca de este diario, frente a quienes han tenido que zafarse de los abrazos peligrosos mediante el Photoshop. A menudo, tanto en las conferencias del Club DIARIO de MALLORCA como en la entrega de los Premios Importantes, la asistencia aumentaba "porque da gusto saber que no vas a encontrarte con políticos que sólo persiguen la foto".

Algún jefe de prensa o de propaganda –hoy también imputado, lo cual explica su férreo comportamiento– bloqueaba físicamente el acceso de redactores de este diario a conversaciones de Matas con la prensa, en escenarios públicos como la sala de autoridades de Son Sant Joan. Visto el resultado electoral de 2007 y el paradero desconocido en que se halla el ex president, por no hablar de Rosa Estarás, la inversión pecuniaria en los pseudoperiodistas de cámara redunda hoy en la esterilidad. O en el gasto injustificable, dados los criterios estrictos que aplica el Tribunal Superior tras su aggiornamento a la realidad de la corrupción descrita durante años por este diario.

Según es habitual desde que se mataba al mensajero, el PP de Matas se confundió de enemigo. En lugar de atacar la corrupción –y el palacete simboliza el porqué de su abstención al respecto–, arremetió contra el intermediario. En alguna ocasión, estuvo a punto de ocurrir físicamente. Tras la victoria electoral de 2003 que significaba el reingreso del ganador en el Consolat a rastras, dado que suspiraba por permanecer en el gobierno de Aznar, los autocares triunfales con José María Rodríguez a bordo se proponían la toma de esta redacción. Medio en serio, medio en broma. La euforia justifica los excesos, pero el diario sigue aquí y el padrino político de Rodrigo de Santos y confidente de Eugenio Hidalgo se muestra hoy más ponderado.

Rodríguez ha ganado la presidencia del PP de Palma al grito de que la corrupción –que obedecía a una hipotética interpretación mentirosa de este diario– avergüenza a los militantes de su partido. El ex conseller de Matas promueve códigos éticos, aunque sea a condición de que no incomoden a los corruptos de su partido. Las portadas de este periódico le hubieran ahorrado tiempo, quizás no supo leerlas correctamente.

La nómina de informaciones aparecidas en estas páginas compartían a menudo la brusquedad de los hechos que describían. ¿Cómo relatar con suavidad que una expedición capitaneada por Matas carga las facturas de una visita a un burdel moscovita a los ciudadanos, y tiene después la desfachatez de presentar esas facturas del Rasputín ante el Parlament? Estarás ejercía de cancerbera, pero el titular más contundente de este diario palidece frente a las palabras que la eurodiputada –fugada definitivamente a Bruselas el mismo día en que un alto cargo de su Govern la acusaba de falsificar actas del Palma Arena– ha dirigido a lo largo de los dos últimos años contra Matas y Rodríguez. La redención por la pena.

Matas no escatimó artillería. Bajo su presidencia, el PP denunció a este diario ante la fiscalía, por las informaciones sobre la Operación Mapau diseñada de su puño y letra. Los datos nunca han sido rebatidos –excepto a coces– y la iniciativa fue efímera. Se saldó con el archivo por parte del ministerio público. El ingente esfuerzo del ex president, que hubiera hallado mejor destino en la vigilancia de sus subordinados ladrones, se complementaba con el protocolario estrangulamiento publicitario. Aquí es obligado confesar que ninguna institución ni empresa puede presumir de disfrutar de una situación económica más desahogada que el exiliado de lujo imputado por presunta corrupción.

Entre 2003 y 2007, la denuncia de los excesos del Govern era una labor próxima a la resistencia. La infalible hemeroteca demuestra que esa tarea fue asumida con deportividad y sin victimismo por este diario. A cambio, el un día todopoderoso Matas se proclama hoy mártir de una conspiración. Hubo conjura y la encabezaba él, en su doble calidad de presidente del Govern y del PP. Bajo su mandato, ambos adquirieron rango de plaga, que lleva el escándalo de Balears dos veces por semana a los medios estatales. ¿Están embarcados todos ellos en una monstruosa confabulación?

Mientras se solaza en Estados Unidos, Matas ha condenado a Balears a la "pena de telediario". Sus infatigables campañas contra este periódico se contemplan retrospectivamente como actuaciones preventivas que confirman las informaciones. Se resumen en el mantra "no volverás a trabajar en Mallorca", que impulsaba al responsable de un estudio de grabación a hurtar el nombre de su empresa en un disco de canciones críticas con el ex president. Por desgracia para el ex ministro, el miedo sólo funciona a medias.

Matas sigue dañando al PP. La lista de conspiradores contra su persona debe ir encabezada por la calle Génova. Como afirma uno de los jerarcas del PP estatal, "lo de Matas es mucho más grave que lo de Camps". O en un escalón más alto del propio partido, "Matas todavía logrará que nos avergoncemos mucho más". Reconfortante pero tardío, porque Rajoy minimizaba las informaciones de corrupción ante periodistas mallorquines, cuando era vicepresidente de Aznar. El drama estruendoso y todavía no asimilado del ex president es que la animadversión contra su persona surge de la derecha. Empezando por la denuncia judicial, procedente de votantes acérrimos de su partido a quienes defraudó. Por perder, no por enriquecerse.

La actualidad está demasiado ocupada para tramar venganzas, pero el celo de Matas en la persecución de este diario obliga a una revisión de los datos aportados. Su reacción desde el Consolat no autentifica las informaciones, pero revela que era consciente de la veracidad de las incógnitas sobre su gestión. Con perspectiva, debía reírse de la timidez de las portadas, frente a los abismales descubrimientos posteriores y a los escándalos que nunca aflorarán. Pudo encauzar tanta ira desenfocada hacia la intercepción de los corruptos, pero no consta que destituyera a uno solo. No desentonaban del conjunto.

Mapau y Bitel, los escándalos del primer trienio en el Consolat –de 1996 a 1999– tenían por misión la perpetuación en el poder. La corrupción económica arranca en 2003, cuando los ilusos y tiralevitas se jactaban de que "Jaume es otro hombre, ha cambiado en Madrid". Para entender por qué el reproche de los casos primitivos se circunscribió a lo social y a lo electoral, baste recordar la frase célebre de un juez de instrucción durante la supuesta investigación, "¿está usted dudando de la honorabilidad de un ministro?" Por tanto, y según sentencia, se pueden espiar los correos oficiales porque son públicos, sin especificar si esa liberalidad se extiende al ojeo de la correspondencia de los magistrados.

A lo largo de esta década, DIARIO de MALLORCA ha puesto a prueba la fidelidad de sus lectores. El partido presidido por Matas mostró una creatividad incesante en el diseño de variedades corruptas. Prostíbulos homo y heterosexuales pagados con fondos públicos, oficinas fantasma autoalquiladas por los altos cargos que las ocupaban, grabaciones de compraventa de alcaldes, arrendamiento de edificios inutilizables a prohombres hoteleros, latas de Cola-Cao, dieta de langosta y, como colofón, doscientos millones de pesetas por una ridícula maqueta retornable –el juguete, no el dinero– de la opereta de Calatrava. Al informar de los escándalos antes de que adquirieran carta de naturaleza judicial, al describir las negociaciones de rapiña para repartirse los alrededores de Son Espases o publicar la foto de un policía municipal de Andratx que iba a cambiar Mallorca al denunciar a Hidalgo, era más sencillo creer que el periódico se había vuelto loco.

Mientras pugnaban por amordazar a este diario, el Govern y el PP de Matas cubrieron todo el espectro de la corrupción, desde la minúscula hasta la grandilocuente, que convirtió la adjudicación del hospital de referencia en una puja pública con intereses subterráneos. En otra prueba de la pujanza del eslogan, una aportación léxica estuvo a punto de ensombrecer una década de investigación. Se limitaba a una palabra mágica, palacete. Incluso era incorrecta, porque la mansión de Sant Feliu es algo más y algo menos que un palacete.

Tras la adquisición del inmueble, Matas se puso en contacto con los medios para relatar una alambicada y hoy insostenible operación de compraventa. Antes que justificarse, deseaba alardear de su adquisición, demostrar a Mallorca que ya era un vulgar aristócrata. Sin embargo, el germen corrosivo del palacete, con su aire festivo y desenfadado, acabó siendo letal para sus previsiones de eternizarse en medio del charco de corrupción ahora sentenciado. El palacete también fue descrito por primera vez en este diario, pero esa historia sigue inacabada.