Una de las mejores radiografías sobre la prostitución en Mallorca la proporciona Jaume Perelló (Palma, 1976), autor de artículos y estudios que desvelan una práctica muy extendida en la isla.

–Con las estadísticas en la mano, lo más probable es que los dos hayamos recurrido a la prostitución.

–Yo he ido bastante, pero por trabajo. Para nosotros, el cliente es el gran desconocido y el gran protegido. La sociedad criminaliza y estigmatiza a la mujer pero no dice nada del usuario.

–Berlusconi eleva el lenocinio a cuestión de Estado.

–Dice mucho de la visión de la sexualidad en nuestra sociedad. Este tipo de persona, que con 73 años se vanagloria de tener jovencitas a su lado, es el modelo imperante.

–Los italianos consideran que forma parte de su ámbito privado y no merece reproche.

–Es un jefe de Estado exaltando su masculinidad. La sociedad ha creado a este hombre. Berlusconi no se ha hecho a sí mismo, sólo refleja la imagen que la gente quiere ver.

–¿El silencio de Zapatero cuando Berlusconi justificaba su relación con meretrices es cobarde o diplomático?

–Para mí, cobarde e hipócrita. La prostitución se asienta en la doble moral. Nuestros políticos se van de prostitutas a Rusia y lo acabamos pagando nosotros.

–Prostitución, negocios y política se dan la mano en los casos Gürtel, Rodrigo de Santos y Rasputín.

–La prostitución en sí es una imposición por parte del hombre. Se trata de poder: ´Observa con qué tipo de mujer estoy, mira qué fiesta hago y las personas importantes con las que me relaciono´.

–¿Qué le dicen las imágenes de la Boquería en Barcelona?

–Una compañera lo explica muy bien: ´Nadie se acercó a las chicas a preguntar si eran prostitutas o no´. Es la manipulación de la información, nos dan una noticia sesgada de lo que ocurre en la Boquería. A mí me duele que se publiquen por morbo.

–Pues parece un retrato certero, sobre todo, de los clientes.

–El problema es que la sociedad no está muy concienciada de la realidad que viven estas mujeres. La gente no las quiere en sus calles, las relaciona con delincuencia y problemas. La consecuencia de aquellas imágenes fue la queja de la gente, nadie pensó en el cliente. Si están dentro de un club no pasa nada.

–¿Son Pardo es el limbo?

–Es la consecuencia de intentar hacer invisibles a estas mujeres. Tenerlas en Son Pardo no nos supone remordimiento de conciencia. Nos importa bien poco lo que les esté pasando. Allí están en unas condiciones más dramáticas porque están a merced del cliente. A diferencia de la calle Sindicato, allí no pueden pedir ayuda en caso de problemas.

–¿Qué solución se puede ofrecer a los vecinos?

–La sensibilización de la sociedad constituye un elemento muy importante para afrontar este fenómeno. Que el ciudadano sepa por qué están aquí, qué necesitan y en qué condiciones se encuentran. Se trata de acercar posiciones, pero la sociedad no tiene ganas pese a que el problema lo hemos engendrado nosotros.

–No creo que esta propuesta guste a los vecinos.

–No hay una solución inmediata. Esto lo tienen que saber. Son Pardo agrava todavía más el problema.

–¿La prostitución es violencia de género?

–Para mí, sí. El hombre, por sus carencias personales, se aprovecha de la necesidad de estas personas.

–Una científica británica revela ser la prostituta que inspiró una serie de televisión.

–La realidad es otra. Que haya gente que hable de la prostitución como ocio, diversión o glamour alimenta los tópicos.

-El Congreso de los Diputados, el PCE o algunos grupos feministas no admiten la regularización.

–Abolición o legalización. Defender una u otra posición sin atender los pros y los contras no parece lo más adecuado. Su legalización en Holanda ha provocado un aumento del tráfico de personas y la afluencia de mujeres sin papeles que no pueden acceder a las ayudas. Además, se han extendido las prácticas sexuales radicales. En determinados estados de Australia, donde también es legal, los municipios carecen de recursos para perseguir las malas prácticas. En cuanto a la abolición por decreto, ¿cómo la llevamos a cabo? ¿Qué hacemos mientras tanto? Antes de llegar a este estadio se debe seguir un proceso y adoptar medidas encaminadas a ayudar económicamente a estas personas y garantizar la protección social de aquellas con más de 60 años, por ejemplo.

–¿Qué país ha solventado la cuestión de una forma más eficaz?

–Suecia representa un modelo a seguir. Antes de la abolición, han estado veinte años inmersos en un debate y en la sensibilización de la sociedad. La prohibición se ha acompañado de medidas como la persecución del proxeneta, el cliente y la trata de personas, además de la aportación de ayudas sociales. Eso es una intervención correcta.

–¿Existen alternativas para estas mujeres?

–La mayoría dejaría la prostitución, pero no lo hace por falta de medios o papeles. Recursos existen. Ellas requieren una resolución inmediata pero ésta tarda en cuajar unos meses. Por ejemplo, se les suministra atención psicológica o respaldo en la búsqueda de empleo. Ellas tienen que hacer el esfuerzo de trabajarse ese recurso. La victimización de la prostitución nos puede llevar al paternalismo. El paso final lo deben dar ellas. Me he encontrado el caso de una chica que estaba en un club y quería estudiar auxiliar de enfermería. Le buscamos contactos y el recurso, pero tenía que ir al instituto y matricularse. Esta persona acabó desapareciendo del circuito de las instituciones porque no dio ese paso por falta de tiempo, cansancio o desilusión. Cuando intervienes tienes que ir con mucho cuidado. Te pueden ver como un medio del que sacar provecho.

-¿Qué porcentaje abandona este mundo?

–Muy poca gente. Es muy difícil que lo hagan por su propio pie. Pierden el trabajo y las redes sociales que las pueden ayudar. La congregación de hermanas Oblatas del Casal Petit están desarrollando un trabajo muy bueno con prostitutas de más de 60 años. Reciben ayudas básicas que, aunque no son suficientes para vivir, las pueden combinar con servicios sexuales puntuales a clientes personales.

–¿Su modo de vida dificulta su rehabilitación?

–Cuando les ofreces tu ayuda y ven que el resultado no es inmediato, te dicen ´ya no me interesas´. Eso se debe al ritmo de vida vertiginoso que llevan. El día a día es rapidísimo, brutal, relaciones con cuatro o cinco clientes mientras se siguen buscando la vida. No tienen tiempo para pensar en cómo estarán dentro de diez años. Sólo he encontrado una mujer que invertía lo que ganaba en terrenos, arte y, además, estudiaba. El tipo de prostitución que hemos tocado dentro de clubes no deja más espacio que la satisfacción del ahora. Al solicitar recursos van con la misma filosofía. Sin embargo, lo que le ofreces igual llega dentro de tres meses, después de tramitar papeles y estar pendientes de horarios. Para ellas son agravantes que dificultan su acceso.

–¿Existe la prostitución como servicio social para hombres que no pueden acceder al sexo si no es pagando?

–No. Lo que tiene que hacer el hombre es arreglar sus problemas psicológicos y sexuales. Después ya hablaremos, si hay que hacerlo.

–La inmediatez no sólo es de la prostituta, sino del cliente.

–Hay hombres incapaces de salir de marcha, de conocer a una persona y no hacer nada esa noche y quedar para otro día. Parece que tener una relación normalizada cuesta tanto que hemos llegado a una sociedad líquida, donde se impone la obtención inmediata de las cosas.

–Entre los jóvenes se ha convertido en un hecho lúdico.

–Es durísimo. Entras en clubes y te encuentras a gente muy joven, de veintipocos años. Estos locales convierten la prostitución en ocio, es lo más peligroso que estamos viendo ahora. Te ofrecen copas, música y mujeres como si estuvieras en una discoteca. Un día entramos en un establecimiento de la calle Camilo José Cela. Había a un tío hablando con una chavala paraguaya –luego nos enteramos de que era traficada–. Estaba con ella como si fuera una chica mallorquina que había salido de marcha y se había acercado a él para conocerle. Era tan ridículo. Él le contaba anécdotas de su vida que a esta mujer ni le iban ni le venían. Sólo aguantaba la conversación para que no le dieran dos tortas. Esta sociedad falla en su sexualidad y en sus relaciones de género.

–¿Se han radicalizado las relaciones?

–Nos empezamos a dar cuenta de ello en 2003. Desde entonces, se ha producido un cambio en la oferta sexual. Se ha pasado a la penetración anal, los tríos, los lésbicos... La prostitución en sí es un mundo en constante cambio. Se va adaptando a lo que pide el cliente o la sociedad en general. La pornografía ha influido mucho en los servicios sexuales. No digo que ver porno sea bueno o malo, el problema es cómo lo consumimos. Hay que aprender que una relación sexual sin condón implica un riesgo. Se impone el siguiente pensamiento: ´Veo en una película porno una penetración anal, tengo que probarlo y como pago, tengo derecho a hacerlo´. Me he encontrado a chicos de 15 años que ya lo dicen aunque no han ido de putas nunca. Luego, cuando las vean, se les caerá el alma al suelo.

–¿Qué entraña más riesgo para ellas, la calle, el piso en Palma, los locales en Fora Vila o los clubes?

–Impresiona ver la prostitución de calle. Pero hay clubes donde ellas son invisibles, Nos encontramos situaciones dramáticas porque están totalmente aisladas. En Fora Vila están creciendo muchísimo este tipo de locales y no estamos siendo suficientemente capaces de intervenir. Pasar 24 horas en una vivienda, aislada, hace que el proxeneta imponga lo que él quiera sin que tu puedas hacer nada.

-El Centro de Estudios Epidemiológicos sobre las Infecciones de Transmisión Sexual y Sida de Cataluña (CEEISCAT) dice que las prostitutas españolas son las que utilizan menos el condón.

–Ellas siempre dicen que lo utilizan. Pero el problema es que lo tienen que negociar. Ellas lo emplean porque son conscientes del riesgo. El problema es que el cliente la extorsiona por culpa de esos modelos que ofrece la pornografía.

-Defina con un adjetivo la persecución de las prostitutas en Calviá.

–Patético y dramático. No han tenido en cuenta las consecuencias sobre estas mujeres. La chica nigeriana que condenó el juez ya no puede acceder a los papeles. Todo su sacrificio para llegar a España se ha derrumbado. Una chica de la misma nacionalidad que conocí en un club nos contó una historia que pone los pelos de punta. Salió junto a otras ocho nigerianas pero sólo llegaron cuatro a Ceuta. Las supervivientes tuvieron que sortear secuestros, desapariciones y asesinatos. La mujer, sin saber nadar, se metió 25 horas en una patera con temporal en el Estrecho. Ésto no lo quieren entender los políticos de Calvià. Se provoca una situación grave –no se sabe qué ocurrirá con la nigeriana condenada– porque un vecino no quiere tener a esta gente en su calle. No quieren mendigos ni prostitutas pero, ¿qué ocurre con Punta Ballena? ¿No da mala imagen?