Un día soleado de noviembre, hace ya tres años, el entonces alcalde de Andratx, Eugenio Hidalgo, salió del Ayuntamiento de su pueblo con las manos matrimoniadas por esposas. Un terremoto local. Los visionarios más atrevidos no imaginaron un seísmo mas allá de la frontera del municipio costero, salvo para engrilletar al director general de Urbanismo, Jaume Massot.

Por aquella época, Jaume Matas exprimía la recta final de su mandato en la Comunidad Autónoma sin temor a que le mordieran la mano o le tosieran sobre la solapa de su traje azul marino. Su entrecejo hundido imprimía terror en sus escasos contrincantes. Maria Antònia Munar dirigía el Consell de Mallorca sin más dolores de cabeza que los propiciados por Javier Rodrigo de Santos, quien manejaba los hilos de Palma desde su puesto de teniente de alcalde. Josep Juan Cardona departía afable en el Parlament porque, a los ojos de todos, gozaba del título de conseller más amistoso de todos los integrantes del gabinete. Dos escuderos de Munar, Miquel Ángel Flaquer y Miquel Nadal, disfrutaban del poder a la sombra de la todopoderosa. El segundo trazaba en secreto una traición freudiana. Rosa Estarás no necesitaba matar a su padre político porque ya infundía temor dentro y fuera de su partido, salvo al tecnócrata del territorio, Bartomeu Vicens, hombre enjuto pero simpático que, paradojas del destino, se dedicaba a denunciar las tropelías urbanísticas de Andratx. El alcalde de Eivissa con aspiraciones a dominar toda la isla se llamaba de Xicu Tarrés.

Bajo los figurones, una legión de concejales encabezados por Rafael Durán, directores generales al estilo Kurt Viaene o Juan Francisco Gálvez, gerentes grises de empresas más grises todavía en cuyas tarjetas de visita se leía Antonia Ordinas o Damià Vidal, un cuñado a tiempo parcial en la caja de ahorros y en el partido (Fernando Areal), un celador poco celoso... Así, varias decenas de nombres que jamás habían calibrado la temperatura de la madera de los banquillos. De los citados, Estarás no tiene cita con ningún magistrado, pero vive en Bruselas. Ya no inspira miedo a nadie.

¿Todo tranquilo?

"No existe trama urbanística", dijo Hidalgo al día siguiente de su detención. Tres años después, ya lleva sobre sus hombros dos sentencias por delitos contra el territorio –falta conocer la decisión del Tribunal Supremo en casación– y varios juicios por delante. De aquella operación Voramar, queda el sainete protagonizado por el entonces secretario general del PP, José María Rodríguez, y el ex president Matas. Los dos, junto a Hidalgo, vivieron horas frenéticas antes de la detención del ex alcalde el 27 de noviembre de 2006. Rodríguez le alertó del "lío" que se avecinaba en Andratx y Matas le emplazó en el Consolat dos días antes de la jornada de autos. Hidalgo tuvo tiempo para destruir pruebas y, además, recibió un telefonazo del ex secretario general a sólo 45 minutos de la irrupción de los guardias civiles. "Hoy es lunes y estoy en mi despacho". Rodríguez compendió la conversación con esta frase. Nunca una llamada había resultado tan absurda.

En la última entrevista concedida por Matas a este diario, el político estuvo a punto de levantarse del sofá y despedir al periodista con cajas destempladas. "El asunto está absolutamente explicado. Insisto, a usted no le interesa mi programa electoral. No hay ninguna novedad en este momento. No sé qué interés tiene usted en sacarlo, salvo que quiera tergiversar la entrevista de un candidato [al Govern]. ¿Cuál es la noticia para recuperar esto? No tengo nada más que añadir. El caso Andratx es un caso desgraciado. Lo peor que ha pasado en esta legislatura y hemos actuado con contundencia". Por desgracia, no fue lo peor de aquella legislatura.