Después de 40 años dedicados a la docencia, Miguel Ángel Mansilla (Mieres, Asturias, 1948) se retira. En todo este tiempo ha desempeñado mil y una tareas. Profesor, director, asesor, presidente de tribunales de oposición, coordinador de los objetores de conciencia cuando existía la mili obligatoria e impulsor de las escuelas asociadas a la Unesco, por poner un ejemplo. El pasado viernes sus compañeros le rindieron un homenaje.

–Usted nació en Mieres. ¿Peor un clase de adolescentes que picar en la mina?

–Aunque haya muchas mejoras, en la mina siempre trabajarás bajo tierra y amenazado por el gas grisú y la silicosis.

–Su retiro coincide con la amenaza de congelación salarial a los funcionarios. ¿Se sumaría a las manifestaciones que preparan sus colegas?

–Claro que sí. En mi época hubo bastantes protestas. Una de las primeras fue cuando surgió el sindicato Stei-i. No fui muy activista pero colaboraba en lo que podía.

–El ministro de Educación, Ángel Gabilondo, sondea la posibilidad de alargar la educación secundaria hasta los 18 años. ¿Qué le parece?

–Todo lo que sea una ampliación de estudios, siempre es bueno. Pero hay que pensar si se dispone de los medios adecuados. Si los profesores lo están pasando mal ahora, imagine con adultos.

–Algunas comunidades autónomas plantean equiparar las agresiones a los profesores con atentados a la autoridad. ¿Aprueba esta decisión?

–Hay que castigarlas de una forma más severa. Es lamentable que los padres se sitúen en contra nuestra. El origen de muchos conflictos reside en el hogar.

–Tras 40 años en el ámbito docente, ¿la formación de los estudiantes ha mejorado, empeorado o sigue igual?

–Ha mejorado muchísimo en didáctica, profesionales y material escolar. Si en mi época de estudiante hubiera contado con ordenador e internet, me hubiera ahorrado muchas horas de correcciones después de escribir una hoja a máquina. Sin embargo, falla el producto bruto: los alumnos. Son indisciplinados. La media de los estudiantes concluye con unos conocimientos más bien regulares.

–Balears es una de las ocho comunidades que todavía no ha repartido ordenadores portátiles entre sus chavales de quinto de Primaria. ¿Podemos seguir viviendo sin esta promesa de Zapatero?

–Tengo noticias de que se va a cumplir. Aquí padecemos más carencias que otras comunidades porque hemos tenido que invertir en más colegios y profesores debido al aumento de alumnos.

–De los consellers de Educación que ha visto desfilar, ¿a cuántos enviaría a clase de Ciudadanía?

–A ninguno. A cada uno, lo suyo. Damià Pons (PSM), en su forma de comportarse y como humanista es impresionante. Manuel Ferrer (PP) tuvo que batir con las inclemencias porque le cayeron encima las competencias de Educación, traspasadas desde el Gobierno central. Francesc Fiol (PP), aunque no sea docente, tiene unas dotes fantásticas como gestor. Nos vendrá muy bien la incorporación del actual conseller, Bartomeu Llinàs (PSOE), porque conoce todos los entresijos.

–¿Objetaría de la asignatura de Ciudadanía, como han hecho algunos padres?

–No. Muchas cosas que se imparten son de sentido común: el respeto a la pluralidad, la protección del medio ambiente, la defensa de los demás...

–¿Hay diferencia entre la política educativa del PP y del PSOE?

–Sí. El PSOE o el PSM miman el idioma.

–Se ha reabierto el debate sobre la inmersión lingüística en catalán. ¿Qué opina?

–Del mismo modo que tenemos mar, tenemos lengua propia. Hay que espabilarse.

–Usted es un estudioso del escritor y jurista Melchor de Jovellanos (Gijón, 1744-Navia, 1811). ¿Qué habría hecho por la Educación?

–Conocí a Jose Caso, el padre de Ángeles Caso, última ganadora del Premio Planeta. Él me dio muchísimas pautas sobre Jovellanos. En la rama de la Educación, este ilustrado ya defendía las lenguas dentro de la patria. Quizá era excesivamente religioso.

–¿Hubiera quitado los crucifijos de los colegios?

–No. Por supuesto que no. Aunque eso de los crucifijos tiene su cosa. Ya forma parte de nosotros, como la Semana Santa o el Carnaval. Si tienes un póster bonito de la Alhambra, puedes tener al lado uno del Cristo de Velázquez.

–Después de su encarcelamiento, ¿Jovellanos mostró rencor hacia los mallorquines?

–No. Conoció a los nobles y se entrevistó con personas con las que compartía afinidades culturales. Elaboró un tratado sobre el Castillo de Bellver que todavía emplean los arquitectos.

–Usted ha integrado los tribunales de oposición. ¿Hay mucho enchufismo?

–En los míos no.

–¿Alguna vez le han recomendado el nombre concreto de una persona para que saque la plaza de profesor?

–Eso sí. Eso es muy normal y muy humano. El que no tiene un amigo, tiene un sobrino o un hijo. Pero el tribunal lo forman cuatro personas y es muy difícil ponerles de acuerdo.

–¿Y pasar las preguntas?

–Eso puede ser, pero yo no lo consentiría.

–Cuando todavía existía el servicio militar obligatorio, usted se encargó de asignar tareas a los objetores de conciencia en colegios y bibliotecas. ¿Se encontró a algún hijo de militar?

–Uno llegó a disgustarse con el padre, que ponía en entredicho su hombría.

–Aquella objeción era muy ?light?.

–Yo favorecí a muchísimos para que acabasen la carrera o les terminaran haciendo fijos en la empresa.