Es domingo y son las cinco de la mañana, pero a esta temprana hora comienzan a verse ventanas iluminadas por las calles de Alaró. Y es que hoy no es un día cualquiera: es la primera jornada de caza con ´filats´ y cerca de 300 alaroners de todas edades se levantan para comenzar con buen pie la nueva temporada.

A las cinco y media los cazadores ya se han vestido para la ocasión, han cargado sus mochilas y se disponen a salir a la calle para dirigirse al punto de reunión habitual de cada cuadrilla: una esquina, la plaza o alguno de los bares que abren para servir el primer café a estos madrugadores vecinos.

Porque la ceremonia de la caza en colls está estrechamente unida a estos pequeños grupos de cinco o seis personas –hombres en una aplastante mayoría– que se convierten en pequeñas familias de invierno, puesto que conviven muchas horas durante los tres meses que dura la temporada. Más de uno parece que hoy celebra el final del eterno verano, y por fin respira aliviado al recuperar el frío de la montaña.

Sebastià Isern, Sito Amengual, Jaume Bennàssar, Joan Coll, Miquel Mudoy y Pep Bassa comparten zona de caza en la finca de Comasema, en Orient (Bunyola), uno de los lugares más frecuentados por los aficionados de Alaró. Poco antes de las seis de la mañana han llegado a su barraca de montaña –junto al coll de na Sardina–, un refugio de unos 20 metros cuadrados situado a pocos pasos de sus colls, y que es su punto de reunión para merendar, para guardar herramientas y para tener los útiles de caza.

Se respiran ansias de comenzar a cazar cuanto antes, y cuando faltan pocos minutos para que sean las seis y media todos ellos están ya sentados en su coll empuñando las dos cañas de sus filats. Esta primera etapa de la jornada, mientras amanece, es el momento de la caza de auba. Normalmente se prolonga entre 30 y 45 minutos, para dar paso después al ´gran día´, que engloba las primeras horas de luz solar de la jornada.

No transcurren demasiados minutos del auba cuando los primeros tordos ven como su ruta de vuelo queda frenada en seco por una fina red imprevista en su camino matinal hacia el bosque. En ese momento el cazador cierra sus filats, se levanta del asiento, recoge la red hasta alcanzar su presa y lo mata con los dedos o con la boca. Pero una de las ventajas de este sistema tradicional de caza, y uno de los argumentos más reiterados por sus defensores, es que se trata de un arte selectivo, es decir, que una vez que el animal queda apresado, el filater puede optar por liberarlo si se trata de un ejemplar protegido, o bien si simplemente no le interesa. Este primer domingo se dan diversos casos en los que el animal, después de toparse con los filats, es desenredado por uno de los cazadores y retoma el vuelo, eso si, con un buen susto en el cuerpo.

A pesar de que las primeras sensaciones eran negativas, poco a poco van cayendo más tordos lo que lleva a este grupo a decidir retrasar la merienda hasta las ocho y media para aprovechar la racha. Sebastià Isern -que es el presidente de la asociación de cazadores de Alaró- explica que estos colls son muy buenos en estas primeras semanas, y que rara vez suelen hacer pola, o sea, ninguna captura.

Cuando el sol se refleja en los rostros de los cazadores es el momento de hacer recuento, uno ha llegado a catorce tordos, pero la mayoría ha hecho unas siete u ocho capturas.

Esta temporada la caza de filats se ha retrasado quince días y está previsto que concluya a finales de enero, sin posibilidad, dicen, de que se concedan nuevas prórrogas, como sucedía últimamente.